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jueves, mayo 06, 2010

UN ERMITAÑO EN FACEBOOK

"Hazte de facebook, hazte de facebook, que está muy bien"; "así estás en contacto con todos tus amigos"; "hazte de facebook, que se liga mucho"; "si no te haces tú, te hago yo la página".

Yo me resistía, pero confieso que me asustaba la posibilidad de que alguna amiga, por hacer la gracia, me hiciera una página falsa y mi anonimato fuera suplantado por una burbuja vacía etiquetada con mi nombre y que el día de mañana, si lo necesitaba, tuviera que hacerme un hueco a codazos con la nadidad de otro yo. Una cosa es ser anónimo y otra ser conocido de forma errónea. Quizá eso tampoco debía haberme importado, pero el caso es que al final se han salido con la suya. Ahora siento vergüenza por haber mostrado debilidad, un poco como si me hubiera traicionado a mí mismo, a mi estilo de vida simple, ordenado, centrado, alejado de modas y consumos. Ya no me puedo mirar a la cara. Y como afeitarse a ciegas es complicado, volveré a dejarme la barba.

Entrar en facebook es como morirse y ver asistir a tu funeral a todas las personas que han aparecido alguna vez en tu vida. Como un alef donde se reflejaran al unísono los rostros de todos tus conocidos y conocidos de conocidos, y conocidos de conocidos de conocidos hasta el infinito, sin mesura ni criterio. Como una fiesta perpetua sin motivo, innecesaria e intrascendente. Es barroco, maximalista, inabarcable, infernal. Y sin darnos cuenta aceptamos la cantidad como valor absoluto, como si la plenitud de la vida se midiera por el número de amigos de esta particular forma de amistad. Más es más.

Sus instrucciones y demandas lo convierten a uno en una especie de tamagotchi del señor Facebook que, erigido en tu nueva madre, te sugiere que te hagas amiguito de fulano o de mengana porque tenéis uno o dos amigos comunes, aunque echo en falta cierto criterio represor que te indique con quién no debes juntarte. Facebook, en su azaroso comportamiento, te arrojaría sin dudar en brazos de cualquier mala compañía que te llevara a las drogas, la prostitución o el arribismo. Adolescente cotilla, te pone al corriente al segundo de las nuevas relaciones de tus contactos. "Ahora Javi y Alejandro son amigos". Como si antes estuvieran enfadados. Parece uno esperar los "están saliendo" y los "han cortado" que se sucedían semana a semana en las pandillas quinceañeras en verano.

¿Qué pintas tú en facebook? Me dirán. Y yo también me lo pregunto. Quizás mi fortuna en la vida me ha hecho despertar, junto al recelo, una cierta confianza en el azar. Así, de pronto, me aventuro a ser un poco más accesible y a que me pueda encontrar alguien interesante, sin perder por ello la escurridiza opacidad que caracteriza a este ermitaño.

Para contradecir mis expectativas, por de pronto, ya he quedado mal innecesariamente con dos o tres personas que solicitaron mi amistad - como si eso se pudiera pedir - y a las que he "ignorado" sin saber que eso era entendido como una seca negativa. Eran personas con quienes coincidí en algún punto de mi vida y a las que, por esa costumbre social del "a ver si nos vemos" y "tenemos que quedar", incluí en mi directorio de correo. Allí seguían, como yo en el suyo, supongo, posadas, tranquilos, sin hacer ruido ni estorbar, como una prenda de fondo de armario que algún día pudiéramos necesitar. ¿Y por qué, entonces, tenía yo que tomar una decisión drástica y a bote pronto sobre el papel que desempeñan en mi vida? ¿Acaso soy su enemigo porque me parezca fuera de lugar tener un reporte permanente de sus actividades, y ellas de las mías? Bien pensado, podría decir lo mismo de todos los amigos que llevo agregados.

Pero ya que he venido a este mundo raro, me buscaré una silla y trataré de observar sin poner fotos ni colgar vídeos, sin hacer ruido, en fin, a ver si puedo. Mientras tanto, pondré en la columna de lo positivo que me ha hecho añorar el blog, este blog, que tan abandonado tengo, y que, en realidad, he descubierto que prefiero mil veces como forma de expresión. Y por eso hoy, de nuevo, actualizo.

jueves, octubre 22, 2009

POR HABLAR

Ayer estuve en acupuntura, y mientras dejaba que las agujas clavadas sobre puntos estratégicos hicieran su trabajo, el médico recibió una llamada de una persona que tenía gripe. El doctor le sacudió la paranoia de que fuera gripe A y le recomendó remedios sencillos que conozco pero que no divulgaré para que no demanden por instigar a la automedicación. Yo entonces pensé: “Cuánto tiempo hace que no me pongo malo”, como suelo pensar una o dos veces al año. Y también, como siempre, involuntariamente me arrogué cierto mérito por tener una buena constitución y por cuidarla adecuadamente. De forma instantánea y casi automática me sacudí esos sentimientos de vanidad y, en segundo término, quise minimizar la reflexión. Incluso no haberla hecho nunca. Pero fue inútil: el pensamiento ya estaba lanzado al universo. Y alguien debió de oírme. El dios de las bromas, mi tutor castigador del curso del 63 cósmico, o mi ángel de la guarda, atento a que no se me suban los humos, ¿quién sabe? El caso es que, como era de esperar, en la misma tarde noche de ayer empecé a notar el picor en la garganta tan característico de mis constipados. Y a estas horas se lo puedo confirmar con toda seguridad: estoy constipado. Y con ello, otra constatación: la bufanda de verano ya no es suficiente.
(Por cierto, para información sobre la gripe A recomiendo este link:
http://vimeo.com/6790193 )

YO TE QUISE

Mi amigo Dani ha escrito y rodado un corto, “Yo te quise” que ya es visitable en youtube y en su página web:

www.loctary.blogspot.com

El otro día me invitó a la “premier”, su primera exhibición en público. Me gustó, es muy divertido. El personaje principal es una chica a la que le gusta mucho cantar y se graba sus propias canciones “a capella”. Me he sentido un poco identificado, y me han dado ganas de colgar mis “Grandes Éxitos”, pero siento un cierto temor reverencial a dejar cualquier tipo de prueba material de mi existencia en la red. Eso que dice la campaña de Telemadrid – “en internet tu imagen no es sólo tuya, es de todos” – ha hecho mella en el adolescente neurótico que llevo dentro, así que ni un vídeo ni una foto y ni siquiera mi voz. Aunque, ahora que ya tengo mis “Obras Completas” pasadas a DVD, cualquier día me suelto el pelo. Amenazo.

DAR RECUERDOS

De camino a casa paseando (el frío pedía metro, pero me empeñé), veo a dos personas juntas, una de las cuales habla por el móvil con una tercera que parece ser conocida de ambos. La que lleva el teléfono transmite a su acompañante algo que le dice su interlocutor en las ondas: “que le da recuerdos”. El recordado se rebela y pide coger el móvil para que se los dé directamente a la oreja. No sé en qué quedaría la cosa, pero me mueve a reflexión, porque si esta persona llega a ponerse al teléfono, ¿qué le diría el otro? “Hola, Fulano, muchos recuerdos”. Imposible.

Los recuerdos son algo que nunca se pueden dar personalmente. Parecería que son una especie de encargo incómodo que uno puede dar a alguien para que se lo dé a otro, pero que no quieres ver la cara que pone el receptor cuando los recibe. Un ejemplo: le has comprado a un primo segundo un regalo de boda que crees que es adecuado y que le gustará pero a ti no te convence. No vas con el jarrón en brazos para dárselo; se lo mandas por mensajero o por medio de alguien que sabes que lo va a visitar. Igual con los “recuerdos”. Es como si fuesen algo de lo que avergonzarse. Por eso, el empeño por ponerse al teléfono de esa persona tenía algo de desafío. “¿Cómo que me manda recuerdos? ¡Eso no me lo dice a mí a la cara! ¡Trae el teléfono! “, y cuando lo coge: “Venga, venga, dime ahora eso que me querías decir. ¿Qué es lo que me mandabas...?”.

Pero, claro, tiene sentido. A un tercero le puedes decir que le diga a alguien que te acuerdas de él, pero si estás hablando con esa persona directamente, esos recuerdos están de sobra. ¿Cómo no te vas a acordar si estás hablando con él?

CRISIS DE NACIONALIDAD

Escucho que la National Gallery expone en estos días piezas de imaginería española del siglo XVII, que es acogida con recelo por los visitantes, acostumbrado a una representación más alegre de un Jesucristo resucitado o, en todo caso, a ninguna representación de la divinidad. Les parecen nuestros muñecos los precursores morbosos y gores de “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson, y yo, de pronto, me siento hermanado con el escandalizado y horrorizado público inglés y tengo ganas de gritar: Lo mismo, lo mismito pienso yo. Mi sentimiento es igual, mis argumentos, en caso de tenerlos que dar, serían idénticos. Y es entonces cuando me asalta la duda: “A ver si voy a ser yo inglés”.

TEMPORADA DE SANDALIAS

En realidad, debería haber acabado hace ya tiempo, cuando aquella semana de frío en septiembre anunció que el verano había terminado. Pero volvieron a subir un poco las temperaturas, y algunas mujeres, llevadas por una frívola mezcla de irresponsabilidad y filantropía, aún seguían sacando de paseo las esmaltadas uñas de sus pies. El frío de ahora ya viene más en serio, y en un exhaustivo repaso por los pasillos del metro, apenas he llegado a encontrar un par de zapatos de empeine corto sugiriendo pícaramente el cuádrupe escote de los cinco dedos, pero de esas impúdicas desnudeces de una semana atrás ya no queda nada: se ha echado el cierre. La temporada de sandalias ha terminado.

jueves, enero 29, 2009

LOS PODERES DE LA IGLESIA

Cuando se habla del poder de la Iglesia (católica) suele referirse al que tienen las jerarquías eclesiásticas, olvidándose de que la Iglesia es toda la comunidad de fieles. Y si los obispos tienen un poder, los fieles - especialmente las "fielesas", y especialmente las de más edad - tienen un poder, un superpoder diría, que no entiendo cómo ha pasado desapercibido en nuestra sociedad.
Se trata del poder de CONVERTIR CUALQUIER CANCIÓN EN LA MISMA CANCIÓN.

Los de mi quinta hemos conocido cómo "The sound of silence" de Simon & Garfunkel o "Blowing in the wind" de Bob Dylan se asimilaban sospechosamente a "Como brotes de olivo" o "Qué alegría cuando me dijeron" (una canción cuya música por cierto desdice el título ya en sus primeros acordes). Bien, no eran temas especialmente marchosos, pero estoy seguro de que, con un poco de tiempo y sin ningún esfuerzo, la Congregación para la Anulación del Ritmo podría transformar cualquier fin de fiesta carnavalero brasileño en un lastimoso cántico para cerrar la novena a santa Adela.

Y en Cuatro haciendo "La Batalla de los Coros"... ¡Que se lleven a un grupo de beatas, y ya verás qué pronto acababan con todos!

lunes, enero 12, 2009

TO BE FREE OR NOT TO BE FREE... GRAT IS THE QUESTION

Una conocida compañía de telecomunicaciones me envía el siguiente mensaje de texto a mi móvil:

"Fulanistar publi premiamos tus 8 años de fidelidad, habla en 2009 con Fulanistar 1000 min.gratis/ultima semana/mes hsta agosto.Alta hsta17/01(3e+IVA)info 4545(0,23e)".

Para ser una compañía de comunicación, se comunican bastante mal. Errores de puntuación, acentuación, elisión aleatoria de vocales (no se trata del lenguaje SMS de un adolescente, más bien parece una redacción desidiosa) y, por supuesto, un mensaje poco claro. ¿Te regalan 1000 minutos al mes, todos los meses hasta agosto o 1000 minutos en total? ¿Los tienes que consumir en las últimas semanas de cada mes o es que la promoción empieza a final de enero y de forma continua hasta agosto? ¿Y por qué ponen una barra entre "última (mejor con acento) semana" y "mes", dejando las palabras "mes hasta agosto" como si constituyeran una misma frase. Y luego, por supuesto, la traca final: ¡te cobran el "regalo"!

Verdad es que mis ocho años de permanencia no responden a la fidelidad, sino más bien a la desconfianza de que ninguna otra compañía te vaya a timar menos. He pensado a veces en Simyo por el precio, y no lo descarto, aunque recelo de su cobertura y servicio. Fulanistar, aunque apela a mi fidelidad, sabe que no lo es tal. Pero eso no le autoriza para vacilarme. Si para disponer de 1000 minutos gratis tengo que pagar tres euros más IVA (¿una sola vez o todos los meses?), hay algo que está muy claro: ¡Esos minutos no son gratis!

Gratis es lo que se da "de balde", "por gracia", a cambio de nada. 1000 minutos a cambio de tres euros más IVA (o, probablemente, 21 euros más IVA, si te lo cobran cada mes desde febrero hasta agosto) puede ser barato, no lo sé, ¡pero no es gratis! Ni es gratis, por supuesto, pagar 0'23 euros por simplemente llamar al 4545 para solicitar información sobre este "premio", algo totalmente imprescindible después de recibir el mensaje críptico que te han mandado.

En fin, que nadie da duros a peseta ni euros a céntimos, y si el tiempo es oro, evidentemente nadie te va a regalar los minutos.

viernes, junio 15, 2007

BURBUJA INMOBILIARIA

El banco de Santander vende todos sus inmuebles, y el BBVA creo que también va a vender un edificio. ¿Qué está pasando? ¿Nuestras hipotecas no les bastan para pagar sus hipotecas? Qué pena me da (¿Con qué banco tienen sus hipotecas los bancos? ¿Con ING direct?). ¿Y por qué no reunifican sus deudas? O a lo mejor es que, verdaderamente, van a bajar los pisos, y los bancos se han adelantado a los acontecimientos. Dicen que venden sus casas para comprar otros bancos, más grandes... ¿Y van a trabajar en la calle? ¿O alquilarán oficinas? Si a los bancos les parece más rentable alquilar que comprar, es cosa de pensárselo. Aunque lo verdaderamente interesante sería comprarles los edificios, y luego ponerles el alquiler por las nubes. Y cobrarles comisiones aparte por el portal, el ascensor y las ventanas.

sábado, junio 09, 2007

40 DE MAYO

Hoy es cuarenta de mayo, el único mes del año con cuarenta días
(junio tiene 21, por tanto, pero disimula empezando por el 10, y termina en 30, como otros).
Hora es, pues, de quitarse el sayo, quien sepa lo que es y lo lleve puesto.
¿Será tal vez el edredón de la cama?
(invento moderno que ha reducido el año a dos tiempos: invierno y verano, representados por "con edredón" y "sin edredón").
Parece que apetece quitárselo últimamente, pero no sé no sé... me parece arriesgado. En cualquier momento, te viene un golpe de frío.
Y lo cierto es que todavía no he sudado como un pollo por el calor.
¿Qué tal una ampliación? Hasta el 54 de mayo no te quites el sayo. Y junio, que empiece su cuenta el día de San Juan.


Cuánto se aprende con los refranes.

El día que necesite revolver Roma, buscaré a Santiago para que me ayude.

viernes, junio 01, 2007

DESMITIFICACIONES

- La belleza no lo es todo.
(Pero es algo).
- El dinero no lo es todo.
(Pero también es algo).
- El tiempo pone a cada uno en su sitio.
(Y un poco más de tiempo quita a cada uno de su sitio).
- El éxito en esta vida poco tiene que ver con los conocimientos que uno tenga.
(Falso: si conoces a banqueros, directores de empresa, alcaldes y ministros seguramente tengas éxito gracias precisamente a esos "conocimientos").

Pero nada de esto me importa demasiado. Me vuelvo a mi sitio.

jueves, mayo 24, 2007

EXCESO

Los ordenadores e internet me sobrepasan.
Uno es sencillo.
Necesitaba un ordenador para escribir y para mandar y recibir correos electrónicos.
Pero no hay un ordenador sencillo; todos están superdotados.
Claro, luego alguien te manda una foto o un vídeo, y si el ordenador no es un poco potente se te queda colgado.
Mis documentos caben en un extraíble de 512 megas; mi ordenador es de unas 100 Gigas.
De las que, por cierto, 30 las ocupa el propio ordenador con su sistema operativo, programas y demás.
Eso sí, el word (que era lo único que necesitaba) no lo incluía, me lo tuve que comprar aparte.
Por supuesto, en un paquete que incluye el office (que, aunque poco, sí utilizo) y otros dos programas que no me sirven para nada.

Necesitaba internet sólo para el correo, alguna consulta a google, ver la cuenta del banco, y visitas a blogs (que tampoco son precisamente imprescindibles, incluido el mío).
Entre entrar y salir varias veces a diario, y lo lento que iba, tardaba tanto que me animé a coger una adsl.
Claro, que ahora va tan rápido que tardo poquísimo en hacer lo que necesito, y parece que no amortizara la tarifa plana.
Ya que la tengo, lo suyo sería hacer más cosas en internet.
Aunque no las necesite.
Un amigo me ha puesto el e-mule para descargar películas.
Me descargué una peli en 24 horas.
En el ordenador se puede ver; en el dvd no.
Luego me puse a descargarme vídeos de mi programa de la tele, para conservarlos. ¡Lo que tardaba!
Cuando los tenía, me daba reparo salir de e-mule porque había gente que se estaba descargando mis vídeos.
(Una serie de dibujos japonesa que me dio este mismo amigo).
Uno podría pasarse toda la vida conectado bajando y colgando cosas.
Con esa posibilidad, uno querría descargarse la filmografía universal completa, completamente gratis.
Pero no es necesario.
Y no es completamente gratis.
Descargarte una peli no te da trabajo, pero te mantiene pendiente.
Es como ir de pesca.
Pero más tiempo.
Y crea ansiedad.
Uno lo quiere todo.
Propongo racionalizar la "pesca" en internet.
Pescar sólo lo que vayas a ver; pescas una peli y la ves.
Yo la mía todavía no la he visto (en el ordenador apetece poco).

Tantas posibilidades, aparentemente a nuestro servicio, tal vez nos esclavicen.
Es el consumismo de la información.
Parece gratis, pero te roba el tiempo y la dedicación.
Hagamos lo que tengamos que hacer, pero hagamos cuentas.

viernes, mayo 18, 2007

UNA CUESTIÓN DE PROTOCOLO

Los gurús del protocolo se preocupan mucho de las grandes celebraciones sociales y cenas de gala con invitados de alta alcurnia, pero a este que escribe se le ocurre que también en la vida diaria debe haber un protocolo más doméstico. Plantearé un problema. A un vecino, al tender la ropa en un patio interior, se le cae un calcetín en la cornisa de la ventana del vecino de abajo. ¿Corresponde a éste coger el calcetín y subírselo a aquél o más bien es tarea del de arriba bajar a por su prenda? Soy de la opinión de que, aunque sería un rasgo de cortesía por parte del de abajo subírselo al de arriba, es obligado por varias razones que el de arriba baje a buscarlo. 1) Es él quien lo ha perdido, 2) Es él el propietario del calcetín, 3) Es él quien puede haber incomodado a su vecino con esa "invasión" de su cornisa.

Hablamos en este caso de un calcetín, una prenda que se presta a cierto escrúpulo, a pesar de estar presumiblemente recién lavada, y a que no puede considerarse del todo "ropa interior". ¿Pero y si fuéramos más allá y la prenda caída fueran unos calzoncillos o unas bragas de mujer (¿de quién si no?). Eso sí que sería una invasión de la intimidad... pero con la intimidad como invasora no como invadida. Si lo (o la) hubiéramos perdido nosotros, ¿no daría un poco de vergüencilla que viniera un vecino a traérnosla (o lo)?

En fin, que uno como presidente de la comunidad está dispuesto a llamar a la puerta que haga falta para informar, pedir, mediar o negociar con los vecinos por el bien común, pero de los calcetines propios que se preocupe cada uno. Así que, como no lo hayan recogido en una semana, yo lo tiro.

martes, mayo 08, 2007

NECESITA REFORMA

Creo recordar que al principio me sorprendían, pero uno se acostumbra y es hoy cuando, de pronto, vuelvo a caer en el sinsentido que suponen. Me refiero a esos anuncios cutres, escritos a mano y un poco feos, que se encuentran por la calle, pegados con celo en las farolas, anunciando pisos que se venden.

Que una señora rumana, ecuatoriana o polaca, seria, responsable, limpia y con buenas referencias, ofreciéndose para trabajar en casas limpiando o cuidando niños, se dé a conocer en hojas de libreta cuadriculadas manuscritas pegadas en los portales me parece normal, y hasta aplaudo su esmero en hacer buena letra en cada original, porque muchas veces no fotocopian, sino que escriben todos y cada uno de los avisos. Pero que en la farola de al lado, en plena calle, te encuentres la oferta de un piso de 144 metros en un séptimo piso en Pintor Rosales (zona) por poco más de 600.000 euros ya es más llamativo (probablemente sea un chollo, no digo que no, aunque ya me enseñó mi padre aquello de "a cuarto va la vaca; si no hay cuarto, no hay vaca").

Hay varias cosas curiosas en este fenómeno. Primero, la ausencia total de selección del cliente. Esos anuncios se dirigen a todo el mundo, como si cualquiera que pasase por la calle pudiera comprarse el piso. Supongo que, al igual que uno se ha acostumbrado a ver esos anuncios, puede haberse despertado entre los compradores una rutina. Antes, quien quisiera comprarse una vivienda, consultaba en las inmobiliarias y miraba los anuncios por palabras de los periódicos, preferiblemente especializados. Ahora, se va uno "de farolas", "a ver qué se vende por ahí".

Otra cosa es el detalle de escribir el texto a mano. Las asistentas lo hacen con cuidado y pulcritud, porque precisamente ese texto es un indicador de lo que ofrecen. Los anuncios de pisos, al contrario, son abigarrados y sucios. Si es por el aspecto del papel, lo mismo podían estar ofreciendo un chalet en Majadahonda que una fregona de segunda mano. Me parece absurdo. ¿Cómo es posible que alguien tenga un piso de cien millones y no tenga un ordenador? ¿Es que cuanto más cutre el cartel más chollo parece? Yo más bien diría lo contrario. Tomen nota los anunciantes, porque, antes que los pisos, son sus anuncios los que "necesitan reforma".

lunes, mayo 07, 2007

FRIVOLIDADES

Permítanme los lectores un frívolo apunte sobre una frivolidad. Sí, después de escribir de fútbol el otro día, hoy (estoy degenerando) me toca hacerlo sobre la tonadillera. Qué encantadora palabra: "tonadillera". La usan en los medios de comunicación como un nombre denotativo de profesión, neutro y sin matices, y sin embargo, cómo suena a epíteto repleto de ironía y retintín. Yo no puedo evitar pensar en los locutores de informativos reprimiendo una risilla cada vez que sueltan con insultante hipocresía ese "tonadillera", con cara de "yo no he dicho nada que no sea cierto; ¿no canta tonadillas? pues es tonadillera". Hasta los informativos pueden darnos alguna vez una alegría lingüística. Pero no quería hablar de la tonadillera (otra vez) sino del otro.

Leo, y no sé si creer, que el afamado y presuntamente infame exalcalde de Marbella, Julián Muñoz, se ha puesto en huelga de fame, o sea de hambre. ¿Siguiendo los pasos de algún otro preso? ¿Y cuál es el objeto de su reivindicación? Parece ser que protestar por la detención y el trato aplicados a su amiga (la tonadillera). ¿Y qué pretende ahora este sagaz estratega con su huelga? ¿Que el mundo gire hacia atrás, hasta antes de detener a la cantante (no hay que abusar de la palabra), y así haya ocasión de no detenerla ni tratarla mal? Pienso que alguien debería aclararle que no se puede hacer presión sobre el pasado. Lo más que puede conseguir es hacer desaparecer todos los documentos judiciales y policiales, y que algún sicario intervenga las hemerotecas para quemar todas las noticias referentes al tema, de forma que en la Memoria Histórica no quede rastro del maltrago sufrido por la tonadillera. Pero lo que pasó, si pasó, pasó.

Por lo demás, me parece aberrante que se utilice una huelga de hambre como si fuera una pataleta de niño caprichoso. En este caso, hasta la huelga de hambre de aquel otro preso que todos sabemos me parece más digna. Respondería a unos ideales criminales nada respetables, pero ideales al fin y al cabo, y, en todo caso, fue bastante más inteligente. De hecho consiguió lo que pretendía.

LA RAZÓN DE LA MINORÍA

El sábado volví a ver, después de años, "Un enemigo del pueblo", de Ibsen, y descubrí algunas razones y argumentos que no recordaba y me sorprendieron. El doctor Stockmann, médico del balneario de su ciudad, descubre que las aguas están contaminadas con metales pesados, por lo que será necesario cerrarlo para reformarlo. Su hermano, director del balneario y alcalde de la ciudad, y los medios de comunicación, viendo peligrar la prosperidad de la ciudad, intentan acallarlo y consiguen que la gente, que ha oído campanas pero no sabe dónde, lo considere "un enemigo del pueblo". El pueblo sólo llega a oír la versión del alcalde, y nunca la información del médico, pero ante la sola posibilidad de cerrar temporalmente el balneario, prefieren no saber. Thomas Stockmann, en un ejercicio de incorrección política impensable actualmente, arremete entonces contra los fundamentos de la democracia y el sufragio universal. "¿Por qué ha de tener razón una mayoría de borregos manipulables y manipulados?" viene a decir el doctor.

Creo recordar que hace años un anuncio publicitario utilizaba el argumento de que "millones de personas no pueden equivocarse" como eslogan para su producto. Recuerdo que a veces al pensarlo me ha quedado una extraña sensación interior de que debería ser justo al revés. La mayoría de la gente está equivocada; sólo unos pocos tienen la razón. Lo difícil es reconocer quiénes son, porque ser minoría no garantiza estar en posesión de la verdad. Eso nos llevaría a un extraño sistema de elecciones en el que habría que dar el triunfo al grupo menos votado.

Políticos, medios de comunicación y ciudadanos están representados en la obra, y ninguno de ellos queda bien parado. Políticos y ciudadanos vimos la obra y la aplaudimos, sin darnos nadie por aludido.

lunes, mayo 22, 2006

GENTE QUE SE CUELA

Escribí una nota sobre el sábado sin pararme a hacer una asociación al menos tan casual como la editada. En el mismo día, dos mujeres (tres en realidad) se me colaron. Cada una con sus razones y con toda seguridad creyéndose en posesión de la verdad. Pero se me colaron. Una, favorecida por la dependienta de un comercio con un dudoso sentido de la justicia. Fue, pues, realmente, la tendera quien la coló, pero el resultado es que se me coló. Y en orden a romper este círculo obsesivo, quizá sea mejor que haga el relato concreto de ambas coladas.

Pollería. Una y pico (y pata) del mediodía. Entro a comprar media docena de huevos. Hay dos personas atendiendo, pero me toca esperar. Se va una señora, atienden a otra, y se me despierta la impaciencia. Yo soy el siguiente. Mientras la despachan, entra una mujer. No me parece que sea la que se acaba de ir (pero aunque lo fuera). Aparece teatral y, con muchos aspavientos, dice que qué loca está, que se le va la cabeza, y que se le ha olvidado comprar algo. Así recuerda a clientes y dependientes que ella "ya ha estado allí". Yo me temo lo peor. Me temo lo peor muchas veces, y la mayoría de ellas no llega a suceder, así que, junto con lo peor que me temo, también me espero que ocurra lo correcto; es decir, que al terminar con las clientas que están comprando, me despachen a mí, y, en cuanto hayan terminado con los que estábamos antes, por fin se dediquen a la mujer olvidadiza cuyo turno, por cierto, ella misma había dado por cerrado con anterioridad. ¿No parece razonable? Lo peor que me temo es, por supuesto, que se me cuele. Y se me cuela. La cuela en realidad, ya lo he anticipado, la dependienta, que se dirige directamente a ella. Me parece inaceptable. Podría, por supuesto, haberle dicho algo, pero me pone nervioso reaccionar en estas situaciones en las que no cabe la razón. Quizás hubieran respetado mi turno; quizá no; quizá, en atención a que sólo quería media docena de huevos, me hubieran despachado, en plan favor (inaceptable también, pero me hubiera valido). El caso es que, paralizado, esperé que el olvido de la doña hubiera sido escaso (uno olvida comprar el perejil, no las patatas), pero no pintaba: empezó con un pedido de mayorista y tono de enumeración, y, como antes, volví a temerme lo peor. Y ahora sí era seguro: estaba en racha. Así pues, sancioné a la pollería con mi castigo callado y me fui. Di la espalda a un lugar donde acababan de ofenderme con una tonta injusticia. No soy tan ingenuo como para pensar que los dependientes captaron mi mensaje. Pensarían que, al igual que la señora olvidó comprar algo, yo habría recordado de más, y que en realidad no necesitaba nada. Ahora veo que en la vida todo es riesgo e inversión, hasta en la compra. Para conseguir seis huevos, debería haberle echado un par y, aunque hubiera parecido redundante e incluso paradójico, no debería haberme cortado en montar un pollo en la pollería.

Y luego a la tarde, en el teatro. Voy invitado por la actriz principal (espléndida en su papel Esperanza Elipe, reitero la recomendación: Café, sala Cuarta Pared, calle Ercilla, 17, Madrid), quien me dice que tengo que estar al menos media hora antes para recoger las entradas y me advierte de que éstas son sin numerar y conviene guardar cola un rato para entrar pronto y escoger buen sitio. Obediente a sus recomendaciones, estoy a las ocho y cuarto (la obra es a las nueve), y espero fuera a que llegue mi acompañante.

El vestíbulo del teatro es profundo y amplio. Junto a la puerta de acceso a la sala hay un bar y unas mesas con sillas para tomar algo mientras se espera. Nosotros rehuimos la comodidad y nos quedamos de pie, pendientes de tomar una buena posición en una cola aún no formada. Me parece de mal efecto pegarme a la puerta, aunque hubiera podido. En cuanto vemos que un grupo de personas se arremolina en primera fila ante la entrada, tomamos la segunda posición. A continuación, tras nosotros y un poco al lado se va formando una cola informe que no transmite mucha seguridad sobre el puesto que uno ocupa. No obstante, sí parece que será suficiente para conseguir un asiento centrado. No bien se abren las puertas, las "cigarras" comodonas que eligieron esperar sentadas en las mesas sin hacer cola se ponen de pie como un solo hombre y vienen a invadir las posiciones que como "hormigas" laboriosas nos hemos trabajado otros de pie. La chica de la sala que ha abierto la puerta nos pide paso a todos para dejar entrar a un hombre mayor que viene de las mesas caminado con dificultad. Me parece correcto. Eso sí. No tanto el que, tras él, dos gordas quieran aprovechar el carril abierto como un coche espabilado que siguiera la estela de una ambulancia urgente en medio de un atasco. La primera nos ha adelantado ya por la derecha, mientras que su amiga se mantiene a nuestro lado, en una especie de incorporación con ceda el paso que, obviamente, no se la ve dispuesta a respetar. La fila avanza y nosotros tratamos discretamente de avanzar con ella. La mujer, haciendo palanca con el codo en nuestro espacio personal, se cuela. Podéis creerme que lo asumo y no me importa. Pero, y aquí viene lo gracioso, cuando mi amiga constata: "Se nos ha colado por todo el morro", y yo lo ratifico con resignación "¿Qué iba a hacer, no iba a empujarla?", nos encontramos con que la doña ha seguido nuestra conversación, y una vez dentro, se justifica airada: "Perdona, pero yo no me he colado, que cuando yo he venido no había nadie". Bonito razonamiento para una persona que, además de llevar cuarenta y cinco minutos en el teatro, ha guardado veinte de cola. Eso le contesto: que cuando he venido yo tampoco había nadie, pero que, además, me he puesto a la cola (que es lo que hay que hacer). Por supuesto, no la convenzo, ni lo pretendo. Sólo faltaba que por hacer entrar en razón a una aprovechada de la vida, perdiéramos nuestra capacidad de elección de sitio, tan justamente ganada. La obra es muy ágil y divertida y hace olvidar el incidente. Pero, en algún lugar de la mente, se me queda grabada una pregunta inquieta: ¿por qué estas personas, además de morro, quieren tener razón?

viernes, mayo 12, 2006

PÉRDIDAS

Hay un best-seller folletinesco ambientado en la Edad Media que es el libro favorito de un amigo mío. Una vez me lo regalaron y no desprecié su lectura. Reconozco que la historia te atrapa y quieres saber qué pasa con los personajes: la dama corajuda, el hombre de Iglesia, el artista, el malo malísimo... Toda la historia está jalonada de construcción y destrucción, consecucines y pérdidas, ascensos y caídas... en fin, las típicas cosas que en una novela dan la vida, pero que uno en la propia preferiría mantener alejadas. Nadie quiere tener una vida de novela y pasar del éxito al desahucio de la noche a la mañana.

Me chocó mucho esta cuestión: la inseguridad, sobre todo económica, pero también social y familiar. Un hombre se queda sin trabajo y cuando se traslada con su familia a otro pueblo a buscar un empleo, le asaltan y le roban los pocos ahorros que tenía. Y su mujer se muere. Pero se busca la vida y con el tiempo vuelve a casarse, hace dinero y se hace una casa. Es como si para "volver a empezar" hubiera que desposeerse de todo lo anterior. Si así fuera, ¿cuántos se atreverían? Un noble es asaltado, lo asesinan y toman su castillo. Su hija, hasta entonces una dama, lo pierde todo: techo, familia, posición social, dinero. Pero se busca la vida, se convierte en mujer de negocios, gana dinero, y vuelve a ser, ahora por mérito propio, una importante personalidad de su pueblo. Ambos personajes volverán a perderlo y ganarlo todo al menos una o dos veces más, en medio de un continuo de incendios, destrucciones, desastres y tragedias que interrumpen sus vidas cada vez que parece que hay calma y estabilidad.

A nosotros nos da vértigo no tener trabajo fijo y no saber a ciencia cierta si dentro de tres años, dos o seis meses tendremos un sueldo que llevarnos a la cuenta corriente y a la hipoteca. Y sin embargo, la mayor parte del mundo vive instalada en esa inseguridad e inestabilidad que son inherentes a la vida. La vida es cambio, y nosotros nos empeñamos en forzarla para que sea siempre igual, estable e inmutable. Es comprensible y lícito hacerlo hasta donde uno pueda. Pero si nuestro refugio está en el trabajo, en el sueldo, en el dinero, en la salud, en el respeto social o en tener una familia o una pareja, al final nos estamos engañando: estamos a la intemperie porque sólo nos tenemos a nosotros mismos.

Yo siento fobia a cualquier tipo de pérdida de dinero. Quisiera darle a todo lo que entra el uso y rendimiento óptimos, pagar el precio mínimo por las cosas y sacarles la máxima utilidad. Una especie de "ley del mínimo esfuerzo" económica. En términos médicos, por cierto, se llama economía al conjunto armónico de los órganos y funciones fisiólogicas de un cuerpo. O sea, que "economía" es, simplemente, el buen funcionamiento natural de las cosas. Pero qué difícil es que nunca te timen, que nunca pierdas una moneda, que todo el dinero que prestes te sea devuelto, incluso que te guste todo lo que te compras o que si inviertes en algo, tenga la máxima revalorización. Y luego, por muy ahorrativo que quiera ser uno, ya sabéis lo que dicen: "lo barato sale caro". Claro, que a veces lo barato sale verdaderamente barato, y lo que nunca puede salir barato es lo caro. ¿Por qué uno no tengo ningún problema en aceptar las entradas insólitas o inmerecidas de dinero que a veces se dan - injusticias a favor - y se rebela tanto contra las pérdidas sobrevenidas - injusticias en contra -? No podemos controlarlo todo.

En fin, que vienen todas estas disquisiciones a colación de que una amiga me dijo ayer que ha perdido cierta cantidad de dinero en la estafa del Forum Filatélico. No era el dinero con el que vivía, sino el que le daba seguridad, para cubrir imprevistos, para hacer algún gasto extra, para darle algún impulso necesario a su vida... No ha perdido el pan de hoy, ni siquiera el de mañana... pero sí la seguridad en él. Me ha dado vértigo ponerme en su lugar. Uno cree o quiere creer que estas cosas no pasan, que uno está a salvo, que ahorra dinero y eso le da seguridad y estabilidad, pero luego llega la estafa, la corrupción, un crack de la bolsa, una devaluación de moneda, un corralito, y lo pierde uno todo, o casi. Y eso por no hablar de una enfermedad, un accidente o una guerra, que da más mal rollo todavía.

Siempre recuerdo una frase latina que me enseñaron que dijo no sé quién (si alguien conoce todo el contexto, por favor, que me lo diga) cuando perdió a su casa y su familia en un incendio. "Omnia mea mecum porto" (todas mis cosas las llevo conmigo; o, de otra forma, "lo que soy no es lo que tengo"). Si fuéramos verdaderamente conscientes de esto, nos dedicaríamos más a atesorarnos a nosotros mismos y a darnos el máximo interés, sabiendo que, a pesar de estar invertidos en acciones, podríamos "rescatarnos" siempre que nos necesitáramos.

Termino con un chiste que le escuché a Pepe Carrol: "El dinero no da la felicidad; el que tiene 300 millones - hablaba de pesetas - es igual de feliz que el que tiene 500".

lunes, abril 03, 2006

A LOS TOROS, POR LOS CUERNOS

Cada cual cuenta la feria según le va en ella, incluso la de San Isidro, o especialmente ésa. Cuando era pequeño, las corridas de toros en televisión siempre me parecieron un espectáculo usurpador que te quitaba tu programación infantil habitual, tu rutina diaria de dibujos animados, y no podía entender que a mi padre le gustaran. En verano, en El Espinar, como mi casa estaba de camino a la plaza, justo al lado, significaba trasiego de coches y de personas, de pandas en las fiestas, de tambores, trompetas, de banda municipal, de ruido, y al final un reguero imposible de bolsas vacías de patatas, gusanitos, pipas, chicles, caramelos, chocolatinas y demás. Digo esto por delante para que entendáis mi prejuicio de antipatía ante la mal llamada "fiesta nacional" (digo mal llamada porque no nos representa a todos).

El otro día, en el metro, no pude evitar oír la conversación entre dos mujeres. Una de pie contra la puerta, junto a mí, y la otra, que estaba sentada, se levantó al verla. "Ah, ¿pero eres tú? No te había conocido con la gafa (sic) negra; te queda fenomenal la gafa (sic) negra". El caso es que iban ambas a los toros, ilusionadas. Una, por ver a Paula (Rafael de, supongo), al que conocía y admiraba. La otra, no le había visto nunca, pero su padre, de viaje, no iba a llegar a tiempo, y le había autorizado a utilizar su entrada. Se bajaron en Ventas, claro, y entraron, no diré que en su lugar, pero sí de forma complementaria, y ahora me explico, una chica jovencita y dos amigos. Hablaban de una discusión que acaban de tener con una cuarta persona que defendía los toros (las corridas), frente a ellos, a los que les parecía un espectáculo horrible. Y ridiculizaban el argumento que les había dado su interlocutor: los toros de lidia nacen para esto. Me pareció curiosa esta especie de "debate fantasma" entre las dos mujeres y los tres adolescentes. No se encontraron en ningún momento, pero mi presencia como espectador sirvió para que sus argumentos se contrastaran en un mismo lugar y a continuación uno de otro. Y pensé sobre el tema.

Es cierto que los toros de lidia, qué pena, nacen para eso (también muchos otros animales nacen sólo para alimentarnos, pero es otro tema) y entre los defensores de la fiesta (¿fiesta? ¿por qué? más bien "tragedia") se dice que si no hubiera corridas, se perdería la especie. ¡Menudos ecologistas! Digo yo que se reduciría el número de cabezas, claro, pero ya se harían reservas naturales como con muchas otras especies sin otra "utilidad".

Conozco personas, amigos algunos, a quienes tengo aprecio y cuya opinión valoro, a los que les gusta este espectáculo, le ven arte, cultura, tradición, y algo que no sé explicar del valor del hombre frente a la bestia. Bien, nadie le niega el valor a los toreros. Sólo si esa demostración de valor tiene algún sentido, si merece la pena matar a un animal sólo por espectáculo. El "arte", los propios aficionados no siempre se lo ven, y a veces silban y abuchean. La "cultura" se puede encontrar en muchas otras actividades humanas sin sacrificio animal. Y en cuanto a la "tradición", por lo que sé, este tipo de espectáculos han creado rechazo desde hace mucho. ¿O es que a los intelectuales ilustrados podían gustarles estas bárbaras manifestaciones?

Parece que se me ve un poco el plumero, ya lo siento. Pero, claro, ¿qué es, al fin y al cabo, "torear"? Cuando sale del ámbito taurino, significa "marear, dar largas a alguien o burlarse de él". Es cierto también, hay que admitirlo, que la palabra "torero" no tiene más que connotaciones positivas de valor, firmeza, elegancia y saber estar. Qué bueno sería entonces que hubiera toreros sin toros que matar. En todo caso, repugna a mi entendimiento la afición por algo cuya actividad puede resumirse en "un hombre mata a un toro sin necesidad".

¿Y a vosotros qué os parece?