domingo, mayo 09, 2010

ME DEJO BARBA

De nuevo y sin saber muy bien por qué, me dejo barba. ¿Es por ahorrarme un poquito de tiempo por la mañana ahora que madrugo tanto? Sabéis que no, que si me levanto quince minutos antes luego lo amortizo presumiendo. Llevaba tiempo pensándolo, que yo no hago las cosas así a lo loco. En realidad es que creo que yo soy con barba, sólo que a veces descanso.

La barba me queda bien, pero últimamente le había dado por hacerse la interesante y ponerme unas canas en la barbilla que, francamente, no corresponden a mi edad, saber y gobierno. Por eso, la castigué al ostracismo y, como no me gusta andar dando bandazos - ahora me afeito, ahora no - he aguantado como un año desbarbado, haciéndome el jovencito. Esperemos que la barba haya aprendido la lección y salga negra como las penas. Aunque tampoco me tiene muy contento que digamos el pelo de la cabeza. Vale que no es canoso, pero se ha entregado a la pereza, al no crecer y al clarear, y ya no es la tupida mata que solía ser. Y eso no es plan porque yo sí soy el que era.

Estaba, en fin, que no sabía si esperar a gastar las cuchillas y la crema de afeitar antes de dejarme la barba, cuando se me han juntado un par de días tontos de no afeitarme y me lo he planteado. Al fin y al cabo, no me viene mal tener la maquinilla cargada para repasarme el cuello (como digo en mi facebook, es ese cuello repasado el que distingue al que se está dejando barba del que simplemente no se afeita). Es mal momento, lo sé. Me había puesto una foto de perfil en plan hombre lobo, con unas gafas de pasta que no son mías para desconcertar al personal actual que me conoce otro aspecto, y, de pronto, en lugar de aprovecharme de este camuflaje, voy y me mimetizo con mi foto, para que todos puedan reconocerme a la primera.

Quizás es que, después de haber entrado por el aro del facebook, no me reconocía a mí mismo, y me reencuentro mejor con la barba que con mi juvenil cara de pajarito. O que espero que esta barba señorial infunda temor, autoridad, respeto o, en todo caso, distancia. Eso va a ser. Una especie de señal no verbal que viniera a decir: Eh, no se confundan, no se crean que por hacerme del facebook ahora voy a ser un modernito extrovertido. Yo sigo siendo el mismo hombre serio, riguroso e inaccesible que acostumbraba.

La última pregunta tiene que ver con las últimas preguntas. ¿Será esta barba la definitiva, con la que despida mis días y con la que, si llego a merecerlo, salude a San Pedro en las alturas?

jueves, mayo 06, 2010

UN ERMITAÑO EN FACEBOOK

"Hazte de facebook, hazte de facebook, que está muy bien"; "así estás en contacto con todos tus amigos"; "hazte de facebook, que se liga mucho"; "si no te haces tú, te hago yo la página".

Yo me resistía, pero confieso que me asustaba la posibilidad de que alguna amiga, por hacer la gracia, me hiciera una página falsa y mi anonimato fuera suplantado por una burbuja vacía etiquetada con mi nombre y que el día de mañana, si lo necesitaba, tuviera que hacerme un hueco a codazos con la nadidad de otro yo. Una cosa es ser anónimo y otra ser conocido de forma errónea. Quizá eso tampoco debía haberme importado, pero el caso es que al final se han salido con la suya. Ahora siento vergüenza por haber mostrado debilidad, un poco como si me hubiera traicionado a mí mismo, a mi estilo de vida simple, ordenado, centrado, alejado de modas y consumos. Ya no me puedo mirar a la cara. Y como afeitarse a ciegas es complicado, volveré a dejarme la barba.

Entrar en facebook es como morirse y ver asistir a tu funeral a todas las personas que han aparecido alguna vez en tu vida. Como un alef donde se reflejaran al unísono los rostros de todos tus conocidos y conocidos de conocidos, y conocidos de conocidos de conocidos hasta el infinito, sin mesura ni criterio. Como una fiesta perpetua sin motivo, innecesaria e intrascendente. Es barroco, maximalista, inabarcable, infernal. Y sin darnos cuenta aceptamos la cantidad como valor absoluto, como si la plenitud de la vida se midiera por el número de amigos de esta particular forma de amistad. Más es más.

Sus instrucciones y demandas lo convierten a uno en una especie de tamagotchi del señor Facebook que, erigido en tu nueva madre, te sugiere que te hagas amiguito de fulano o de mengana porque tenéis uno o dos amigos comunes, aunque echo en falta cierto criterio represor que te indique con quién no debes juntarte. Facebook, en su azaroso comportamiento, te arrojaría sin dudar en brazos de cualquier mala compañía que te llevara a las drogas, la prostitución o el arribismo. Adolescente cotilla, te pone al corriente al segundo de las nuevas relaciones de tus contactos. "Ahora Javi y Alejandro son amigos". Como si antes estuvieran enfadados. Parece uno esperar los "están saliendo" y los "han cortado" que se sucedían semana a semana en las pandillas quinceañeras en verano.

¿Qué pintas tú en facebook? Me dirán. Y yo también me lo pregunto. Quizás mi fortuna en la vida me ha hecho despertar, junto al recelo, una cierta confianza en el azar. Así, de pronto, me aventuro a ser un poco más accesible y a que me pueda encontrar alguien interesante, sin perder por ello la escurridiza opacidad que caracteriza a este ermitaño.

Para contradecir mis expectativas, por de pronto, ya he quedado mal innecesariamente con dos o tres personas que solicitaron mi amistad - como si eso se pudiera pedir - y a las que he "ignorado" sin saber que eso era entendido como una seca negativa. Eran personas con quienes coincidí en algún punto de mi vida y a las que, por esa costumbre social del "a ver si nos vemos" y "tenemos que quedar", incluí en mi directorio de correo. Allí seguían, como yo en el suyo, supongo, posadas, tranquilos, sin hacer ruido ni estorbar, como una prenda de fondo de armario que algún día pudiéramos necesitar. ¿Y por qué, entonces, tenía yo que tomar una decisión drástica y a bote pronto sobre el papel que desempeñan en mi vida? ¿Acaso soy su enemigo porque me parezca fuera de lugar tener un reporte permanente de sus actividades, y ellas de las mías? Bien pensado, podría decir lo mismo de todos los amigos que llevo agregados.

Pero ya que he venido a este mundo raro, me buscaré una silla y trataré de observar sin poner fotos ni colgar vídeos, sin hacer ruido, en fin, a ver si puedo. Mientras tanto, pondré en la columna de lo positivo que me ha hecho añorar el blog, este blog, que tan abandonado tengo, y que, en realidad, he descubierto que prefiero mil veces como forma de expresión. Y por eso hoy, de nuevo, actualizo.