miércoles, junio 04, 2014

TRES DÍAS DE JUNIO

LUNES AL REVÉS

El lunes fue el día al revés, el primer día en la historia reciente de España en que un hombre que ejerce un poder renuncia voluntariamente a él. Pero ¿qué es eso dentro de la intrahistoria, la historia verdaderamente importante, la de la cotidianidad de las pequeñas personas, mi día a día? Sí, el mío.

Mi lunes sí fue un día al revés. Se confundieron al darme las vueltas en el comedor, y me las dieron de más. Algo en mí lo anticipó cuando vi que el display de la caja del autoservicio marcaba 1,90, pero pensé que sería el precio de la bandeja de mi antecesor en la cola. La urgencia de la cajera y de los compañeros clientes que me seguían me obligó a abandonar el lugar de los hechos con precipitación y cierto estupor, y no fue hasta más tarde cuando me hice verdaderamente consciente de que la concesionaria de los menús, por una vez, había cobrado el precio justo que realmente merece su comida.

Se me presentó otra figura invertida a la tarde, cuando fui a entrar en el Eroski cercano a mi casa, y encontré, después de mucho tiempo sin verla, a mi cajera favorita del otro lado del pasillo, vestida de calle y haciendo la compra. Ella salía y yo entraba por otra puerta. La cosa quedó ahí, no era cosa de hablarle en plan: "Tú no sabes quién soy, pero has pasado mi compra por la cinta corredera dos o tres veces y no me has resultado indiferente...".

MARTES DE CONTINUISMO

En medio de esta corriente de relevos de poder y crisis institucionales en las altas esferas políticas, sin embargo las pequeñas comunidades apuestan por un continuismo que me afecta muy de cerca. Sí, amigos lectores, pueden felicitarme: con un gasto de 0 euros en campaña, sin la intermediación de publicidad, crowfunding, sin siquiera presentarme a las elecciones e incluso absteniéndome de votar por mí mismo, ayer tarde fui reelegido presidente de mi comunidad de vecinos. Glorioso final para un día en que empecé haciendo de portero en una figuración sin texto para un sketch en cuyo guión había previamente participado.

MIÉRCOLES DE SINCRONÍA

Hoy miércoles, a una hora más temprana de la acostumbrada, llego al patatal en que aparcamos y mientras me demoro en apagar la radio, subir las ventanillas y coger el parasol para el cristal delantero, aparca a mi lado, en batería y sin maniobras, una espía rusa a quien nos gusta espiar en el trabajo. Viene sin gafas y con mucha prisa, y por celebrar la sincronía con un paseo hasta el trabajo, abandono mi intención de poner el parasol y salgo del coche inmediatamente. Ella me ha saludado, y da la réplica a mi conversación ocho metros por delante, así que me pongo en modo "marcha atlética" y, con la lengua fuera, consigo ponerme en paralelo con ella. Lleva diez minutos de retraso, pero está a años luz de educación de mucha gente, pues controla su nerviosismo para esperar a que yo también pase mi tarjeta después de ella por el torno. Breve encuentro: unos metros más allá, entramos por la puerta principal de la tele de todos, y nuestros caminos se separan. 

¿Para siempre? No me sean noveleros. Por una vez he salido a comer, y a la vuelta, como una especie de fractal de los sucesos, se repite en pequeño la coincidencia. En esta ocasión, está en el rellano exterior de la puerta principal hablando por teléfono. Una llamada que corta pronto para poder cruzar cuatro palabras conmigo. En esta ocasión soy yo quien lleva una prisa imprecisa. No es que tenga que estar a una hora; ni siquiera sé qué hora es exactamente, pero es como si me hubiera tomado demasiado tiempo para comer. Entiéndelo, Natascha.

(Aclaro, por cierto, que lo de espía rusa es tan solo una profesión literaria que hemos atribuido de común acuerdo mi compañero de fatigas, el gran Amalio Rodríguez, y yo a una intrigante mujer que a veces nos encontramos por los pasillos de la que está siendo por unos pocos meses nuestra casa).

Más magia y sincronicidad cuando, al hilo de una pequeña trabazón de lengua de nuestro eficientísimo ayudante de producción Óscar, Amalio y yo, sin previa comunicación, coincidimos en hacer el mismo chiste en dos redes sociales diferentes. ¿El mismo exactamente? Bueno, exactamente, exactamente no. No con las mismas palabras, pero el mismo chiste.

Será que a los guionistas, cuando pasamos mucho tiempo juntos, se nos sincronizan los chistes.