viernes, diciembre 26, 2014

JARDIEL IMPRESCINDIBLE

Ayer vi el documental sobre Jardiel Poncela en "Imprescindibles" de Televisión Española y fue una gran satisfacción en todos los sentidos. De alguna extraña forma me siento horado personalmente por el reconocimiento a su figura. Desde que mi madre me dejara un pequeño libro, un crisolín, de artículos y cuentos suyos titulado "Para leer mientras sube el ascensor", allá por mis doce años, se convirtió en mi ídolo absoluto. Publicaron una colección con sus obras completas y dediqué cada peseta que podía ahorrar de pagas y cumpleaños para comprar sus volúmenes de uno en uno. El resultado se lo pueden figurar: me acabó faltando uno que no hubo manera de encontrar, lo que quizá contribuyó más a mantener viva mi admiración. Sin él saberlo, se convirtió en el motivo por el que quise dedicarme a escribir. Y probablemente por eso, siento a Jardiel como a alguien propio.

Recuerdo mi frustración cuando, año tras año, lo buscaba inútilmente en los libros de literatura del colegio hasta que tuve que aceptar su ausencia amparándome en la idea (que no me entraba en el corazón) de que los contenidos de la asignatura tenían que ser limitados y que quizá Jardiel no fuese de los mejores para esta selección. Por eso, el documental de la 2 me hace volver a mi adolescencia y confirma muchas de mis creencias. Jardiel fue uno de los grandes hombres del teatro en España, fue un precursor no reconocido del teatro del absurdo, y más que un simple comediógrafo fue todo un intelectual. Escucho que él mismo reconocía lo que siempre he pensado, que "La Tournée de Dios" era su mejor novela. Y otras personas, más autorizadas que yo, recomiendan su relectura hoy día, pues sus palabras adquieren mucho sentido en la situación actual. Eso es porque su novela es un clásico (y no un Madrid-Barça), un clásico no reconocido, como el propio Jardiel.

Se desmienten los topicazos de su misoginia y su filia franquista, y entre el eterno protestón contra críticos y plagiadores, aparece el hombre tierno que adoptó a un perro de la calle, el hombre culto y divertido que se convertía en el alma de cualquier reunión, y un enamorado de su arte capaz incluso de dibujar los planos de un diseño industrial para el teatro. En el aspecto sentimental, me emociona conocer tantos detalles de su vida (alguna biografía suya ya había leído, pero sin testimonio gráfico), y ver el trabajo artesanal que hacía con cada escrito, manuscrito con pluma, con la letra perfectamente caligrafiada y con dibujos propios. Si a mano y pegando "banderillas" para corregir, pudo escribir tanto, ¡qué no hubiera hecho con un programa de textos!

No me extraña nada que de jovencito soñara con emularlo. Y eso, sin haberlo visto en acción. Si llego a conocerlo un poco más, creo que me hubiera vuelto loco de ilusión con querer seguir sus pasos... aunque evidentemente no esté a mi alcance. Entre tanto, he leído todo libro suyo que ha caído en mis manos y he asistido a todas sus obras de teatro que he tenido ocasión. Y en mis primeros tiempos de bloguero, cuando curioseábamos de blog en blog y nos dejábamos comentarios, como por azar, me encontré con dos de sus descendientes, don Enrique y doña Sakura, una forma virtual y cibernética de entroncarme con él.

En estos tiempos de internet, nuestra Televisión Española, que alguna cosa bien sí que hace, tiene una página web con una pestaña llamada "a la carta" que le permite a uno saltarse la tiranía de las programaciones (que pueden emitir, por ejemplo, unas interesantes tertulias humorísticas a las doce de la noche de un domingo) y ver el programa que quieras a la hora que quieras. Les recomiendo fervientemente que busquen el programa Imprescindibles dedicado a Jardiel, toda una delicia. ¡Incluso tipográfica! Véanlo, y corríjanme si me equivoco.

domingo, diciembre 21, 2014

AL CARIBE CON LOS PIRATAS ¡URGENTE!

Ayer estuve viendo a mis amigos de Timaginas en el Teatro Arlequín y me lo pasé como un enano. Si tienen ustedes niños, tienen la excusa perfecta para ir a verla cualquier día de estas navidades (entre semana, por la tarde, y el sábado y domingo, por la mañana). Pero si no los tienen, vayan igualmente, Y fui sin hijos ni sobrinos (creo que fui el único adulto sin niños), pero no los eché de menos.

Si Julio Verne ideó a un Capitán de Quince Años, Timaginas sube la apuesta y nos planta uno de trece (que, además, ya viene con experiencia). Al pobre Miguel Ángel, el más joven del elenco, le toca hacer de serio y poner orden en su tripulación, dos primos zascandiles que no paran de hacer bromas desde que se levanta el telón y hasta que baja. Bueno, metafóricamente, porque ayer el telón no lo tocaron. Pero él se lo pasa bien, parece que hubiera nacido para el escenario.

En "Piratas al Caribe" (no del Caribe, no confundirse), el capitán Bramante, Boquerón y Esparragón tiran abajo la cuarta pared y se meten al público en el bolsillo desde el minuto 1 con sus rimas, sus chistes, sus canciones, sus bailes y sus improvisaciones. Y los niños responden. Algunos demasiado, como la pobre Rocío que casi se queda sin voz al intentar hacerle entender a Boquerón por dónde se había ido su capitán. 

Timaginas toma todos los recursos clásicos del teatro infantil, del guiñol, de los payasos... recursos brillantes que, como dirían Boquerón, "no se pasan". Y da gusto ver a los niños divertirse con algo vivo y real, con actores entregados en cuerpo y alma a su diversión. Si les digo la verdad, hasta sufrí un poco al pensar en el esfuerzo físico que hacían Andrea y Armando (con su hernia lumbar en la L4, que no es la línea de metro Argüelles-Pinar de Chamartín, sino una vértebra). 

Pero los Piratas no se quedan en la tradición, nos traen un espectáculo moderno con toda clase de referencias actuales en chistes y canciones, porque los niños de hoy saben mucho. No les digo más que Rocío dirigió a Boquerón al backstage. Al backstage, así, con todas las letras.

Háganme caso, y lleven a sus niños al Caribe, quiero decir, al teatro. Es probable que se lo agradezcan, pero lo que es seguro es que ustedes se lo van a agradecer a ellos. ¡Y corran, que están pocos días!

martes, diciembre 09, 2014

LA INVENTORA DEL "INVENTOR"

Me es enormemente grato escribir sobre el libro que acabo de leer de mi excompañera y amiga María Ruisánchez, "El inventor de sombras". Y, por supuesto, gratísimo ha sido también leerlo.

La autora, con modestia (verdadera o falsa, ella sabrá), admite que es "entretenida". ¡Claro que lo es! Pero ella lo dice como si fuese cualquier cosa. ¡Ya! ¡Cualquier cosa! Mantenerte en vilo es lo principal de una narración, y ella lo hace con maestría. María consigue incomodar al lector de ratos perdidos que aprovecha un viaje de metro para abordar un capítulo, y se demora un poco en los pasillos para dejarlo terminado y olvidarse del libro por un tiempo mientras continúa su vida y sus recados, ¡y no puede!, porque justo al final sucede un imprevisto, un giro de guión, un lance sorprendente que exige inmediata explicación. Qué frustración quedarse así a medias. Y con qué ganas lo retoma uno en el viaje de vuelta, en una sala de espera, en casa... donde puede.



Leer "El inventor de sombras", narrada con la voz de un adolescente, le rejuvenece a uno un poco. Se identifica con los jóvenes, con su curiosidad, con la amistad que va surgiendo... no puedo contar mucho. Retoma uno el sentir de sus primeros libros de aventuras, como si leyera una "Isla del Tesoro" o un "Tom Sawyer" asturianos. O, si lo prefieren, esos libros de Los Cinco, que aunque Enid Blyton no sea Stevenson ni Twain, a la edad de empezar a leer uno no hace distingos.

La historia, como María cuenta, es oscura, de magia, ocultismo y muerte, y en ella las luces, las sombras, lo que se ve y lo que no se ve tienen un gran protagonismo. La lees y te parece estar viéndola. Por eso, la duda que me queda es qué espero ahora con más ganas, si la próxima novela de Ruisánchez o la adaptación de ésta al cine, 

Por ponerle un pero, diré que no me hubiera importado que la historia durara un poquito más... y a lo mejor una cosilla que le diré en persona a la autora, pero que no le importa a nadie más. Lo que tienen que hacer ustedes es buscarla y leerla. 

Bueno, si quieren. Pero, si me hacen caso, les va a gustar, eso seguro.

lunes, diciembre 08, 2014

"UNA GRAN PROFESIONAL" DE UN GRAN PROFESIONAL

Qué alegría leer libros de amigos, qué alegría que los escriban y que los puedan publicar. Y un poquito de remordimiento por no hacer yo lo mismo, que tengo un proyecto atascado como una tesis tardía. Pero lo terminaré, seguro que lo terminaré. Ya sabrán de ello cuando toque.

Me adelanté a leer la novela de Fernando del Moral "Una gran profesional" un par de semanas antes de su presentación el pasado lunes 1 de diciembre. No soy objetivo, lo admito, la leí con prejuicios. Prejuicios de los buenos, quiero decir, prejuicios de que me iba a gustar y me iba a divertir. Como lo hace cualquier conversación que uno tenga con este gran observador y humorista que es Fernando. La leí con la benevolencia ya captada desde que lo conocí hace casi quince años. Y la lectura no defraudó en absoluto mis expectativas. Fue un disfrute metagozoso, pues no sólo me divertía la novela, sino el hecho palpable de que Fernando se había divertido también - y mucho - escribiéndola.




Fernando es un compañero guionista, gran profesional y mejor persona, y una especie de héroe mitológico con un superpoder: el de permanecer en Antena 3. Bromas aparte, a lo largo de sus muchos años de carrera ha podido observar los ires y venires de muchos programas de sus y trabajadores, y encontrar los denominadores y mínimos múltiplos comunes de cada uno de los gremios (a modo de sistema de "castas", como él dice en su libro) que participamos en esta industria de fachada glamurosa y fondo de cartón piedra.

Con el pretexto argumental de una investigación policial por la muerte en extrañas circunstancias de una prestigiosa presentadora - la "gran profesional" del título -, Fernando introduce en el medio a un elemento extraño, un inspector de policía que nunca ha visto las tripas de la tele. A través de su mirada, el autor retrata a todos los actores de detrás de las cámaras. Son caricaturas, retratos-robots armados con las características de cuantos hemos ocupado algunos de esos puestos. Y quien lo conoce, adivina la sonrisa pícara de Fernando al describir a cada personaje, con gracia e ironía, pero sin malicia, con la piedad y comprensión de quien, al fin y al cabo, lleva más de veinte años participando en el mismo circo.

La novela, además de corta, es ligera, con una estructura casi más de escenas que de capítulos, en los que se va retratando el mundo múltiple, estimulante, mundano y frívolo de la televisión. Uno lo lee y le parece estar paseando de nuevo por los pasillos de Antena 3 en esos buenos tiempos de efervescencia y redacciones llenas. Y, como el inspector Rebollo, se contagia un poco de esa excitación contra la que no hay vacuna.

Me disculparán que no les cuente más entresijos de la trama, pero la novela perdería parte de la gracia (aunque tiene bastante) y les privaría de la ilusión de la lectura. Sólo me queda recomendarles a todos que la busquen, la consigan y la lean. Quien trabaja (o ha trabajado) en la tele, se divertirá poniendo caras, variadas probablemente, a cada personaje, y quien no la conozca sentirá la extraña e inevitable emoción del público de plató cuando asiste a esa especie de ceremonia terrenal que es la grabación de un programa. Vamos, que "Una gran profesional" es de obligada lectura. 

Enhorabuena, Fernando, y muchas gracias por este libro y por la oportunidad de ese reencuentro de veteranos en tu presentación.