lunes, febrero 24, 2014

EL TIEMPO DE LAS VUELTAS

Qué curioso momento es el de las vueltas de una compra. Casi siempre pagamos con un billete, un plano de papel que tomamos de un extremo, ofreciendo el otro al vendedor para que lo agarre por allí. Hasta el pequeño de cinco euros es lo bastante grande para que no haya roce alguno entre comprador y vendedor. Pero ¿qué pasa cuando pagamos con monedas o tenemos que recibir vueltas? A veces dejo el dinero sobre el mostrador, desplegando bien la calderilla para que se vea que está completa, o señalando la moneda de dos euros, no vayan a pensar que es de sólo uno. Otras veces doy el dinero en la mano, pero sin tocar. No es que escancie las monedas desde lo alto para que hagan ruido al chocar unas contra otras al caer en la mano del dependiente, simplemente las deposito. Cuando las monedas topan con la palma de la mano de la otra persona, es hora de soltarlas y retirarse, aunque en ocasiones, generalmente de forma involuntaria, se produce un mínimo contacto por un instante. ¿Y qué hace uno cuando tienen que darle vueltas? No esperamos, como en el bar, a que el vendedor deje el dinero sobre el mostrador para sacarnos las manos de los bolsillos y recogerlo. Extendemos la mano formando un cacito, reclamando lo nuestro. Pretendiendo la exigencia del cliente, nuestro gesto expresa la humildad de pordiosero.

Ayer la panadera joven y llamativa me dio las vueltas en la mano, sin eludir el contacto de sus dedos, y no apartó de inmediato la mano, sobresaltada, como haríamos cualquiera. Diría yo que se demoró, y en lugar de tardar un instante, duró dos, menos de un segundo en todo caso. Que fuera porque eran monedas pequeñas, por un lapsus psicomotor, por blandura de carácter o que tuviera el día sensible, eso no lo sé yo. Dudo mucho que fuera algún tipo de mensaje personal dirigido a mí, que, por cierto, y ahora que lo pienso, tampoco aparté la mano de inmediato, sobresaltado. Seguramente por que no se me cayeran los quince céntimos. O quizá tuviera yo también el día sensible. ¿Y cuándo no?