martes, febrero 24, 2015

CRÍTICA DE MÍ

Siguiendo mi línea de reseñar los actos culturales a los que acudo, me veo en una trampa, pues en la última acción literaria a la que asistido he sido el actor convocante, de modo que, o rompo con mi reciente tradición de crítico o seré juez y parte. ¡Qué narices! Si no lo hago yo, quién lo va a hacer. Prometo ser rigurosamente objetivo.

Estuve fantástico, dicho sea sin falsa modestia. En realidad, sin ninguna modestia, ni falsa ni verdadera. Bien es cierto que el mérito no es mío. Cualquier otro (menos alguna actriz que me conozco) lo hubiera hecho igual. El lector prácticamente se limitó a leer correctamente, vocalizando bien y dando las oportunas intenciones y pausas, una colección de textos impecablemente escritos por... bueno, sí, eso sí es mérito mío, que los he escrito yo.

La lectura consistió en una selección de artículos de este mismo blog que están leyendo, columna de juguete, primando los más recientes, de un par de años hasta aquí, pero sin olvidar algunos muy característicos, como "Aquel de quien soy doble", con el que se inauguraba el blog en marzo de 2006. Tuvo a bien el lector darle un valor añadido al recital con la interpretación "a capella" de algunas de las canciones de "No soy feliz. En absoluto", obra de teatro del mismo autor.

Bajo el título "A veces los poetas, despistados, me aceptan entre los suyos", el autor incluye en su recital textos costumbristas que revelan una actitud lúdica y poética durante el desarrollo de sus actividades cotidianas. Así, saca oro de pequeños momentos como la entrega de unas vueltas en una tienda o la entrada de una joven comiendo donuts en un vagón de metro. El humor resulta de cierto tratamiento irónico sobre la situación y sobre el propio observador, que convierte en poético lo más trivial y racionaliza cualquier asomo de sentimentalismo.

Aunque el lector, en aras de hacer amena la velada, se saltó la mitad de los textos seleccionados, el autor lamentó la omisión de algunos artículos como su testimonio vital "Confesiones:mi vida amorosa", descartado por su duración, o "Metamorfosis 1: de globos y Kung Fu", que sin duda se saltó el lector en un descuido.

Ya sé que algunos lectores se han quedado enganchados cuatro párrafos más arriba, con la frase "estuve fantástico". Me tendré que justificar. No sólo perdí a la única abuela que conocí antes de cumplir los seis años y me he visto obligado desde niño a autogenerarme mis propios refuerzos positivos, sino que es un hecho que yo leí y el público rió. No todo el rato y quizá no todo el público, pero, ¿qué quieren?, siempre hay algún amargado sin sentido del humor. Por lo demás, salvo esta excepción, hay que reconocer que el resto del auditorio estuvo a la altura del evento. Atento, brillante, inteligente, divertido... guapo incluso.

Por supuesto que valoro todas las posibilidades, entre ellas que al público en realidad no le estuviera haciendo gracia y se riera por cumplir. Si así fuera, su actuación sería incluso más loable, pues se rieron cuando tocaba y de forma absolutamente creíble, lo cual probablemente me habilitaría a mí como el director de orquesta que supo en cada momento sacar el mejor sonido de sus instrumentos.

El lugar, un centro de la Seguridad Social reconvertido en Centro Cultural y rebautizado La Cúpula, ubicado más allá de donde alcanza mi vista, es un edificio moderno, diáfano, lleno de posibilidades y abierto a propuestas, dicho sea por si alguno de mis lectores quiere emularme con otro recital en serio, una lectura dramatizada, comedizada o tragedizada, o un festival de monólogos.

En la parte absurda del acto destaco la interrupción de la lectura, a apenas tres relatos del final, sin siquiera consultar al actuante, para ofrecer un vino a mi auditorio y hacer una cuña publicitaria desde mi atril. Tampoco fue muy del gusto del que escribe que, en el tramo final, después del vino, se montara una tertulia al fondo del salón.

En resumidas cuentas, una función muy recomendable que, sin embargo, no puedo recomendar pues es improbable que vuelva a repetirse, si bien conmino a los lectores a estar atentos a posibles futuras convocatorias de otras lecturas del mismo autor.

AUTOCRÍTICA

Diferente de la crítica de mí que acabo de cerrar es la autocrítica sobre mi comportamiento que ahora comienzo. Les confieso que mi enorme ego imaginaba un auditorio más abultado, y a punto estuve de lamentarme a la organización del evento por el escaso número de asientos. Hice bien en callarme, por si acaso. Sobraron bancos.

Y en este orden de cosas debo confesar un amago de caprichosa frustración al descubrir mi escaso poder de convocatoria, que superé por medio de la razón. El público no fue escaso, no pudo serlo. Al público asistente no se le puede hacer reproche alguno sobre el número, el público asistente no puede ser escaso, puesto que cada persona es un único individuo y no puede volverse escasa o numerosa de por sí. El público no fueron pocos; los que fueron muchos son los que no vinieron. Para mi audiencia no tengo más que agradecimiento y buenas palabras, pues la mayoría de ellos hizo un viaje importante para acudir, unos desde la otra punta de la ciudad, otros desde la otra punta del tiempo (como dieciocho años sin vernos), desde otro plano mi amiga Sakura, que trascendió la virtualidad de internet para materializarse en el mundo real, e incluso algunos desde el puro desconocimiento, pues entraron al centro por casualidad.

Los demás no sé qué excusa tenéis.


martes, febrero 03, 2015

JUSTICIA POÉTICA


Puesto que dicen que aquí
hay libertad de expresión
y todos somos Charlí,
hago una proposición.

Algo que les va a doler
a todos esos chorizos
con capitales en B,
pero intereses suizos.

No es callar como la hache
y hablar para nuestro embozo,
ni hacerles ruidoso escrache
(¡te llevan al calabozo!)

Será una broma inocente,
tan solo una escaramuza,
menos de lo que esa gente
merece por ser gentuza.

Mientras la justicia enjuicia,
los multa y mete en el trullo
-      desde luego, eso es lo suyo -,
burlémonos sin malicia.

Si mancharles el buen nombre,
tan honrado y honorable,
llamando a alguno culpable
sería toda una hecatombe,

es fácil, ¡no los nombremos!
llamémosles por apodos,
porque eso sí que podemos.
Y hablaremos por los codos.

Pondremos todo el empeño
en hacerles lo que a Fran,
a quien más conocerán
como el Nicolás pequeño.

De acuerdo toda la prensa
hablará en un mismo idioma:
y parecerá una ofensa
mas será sólo una broma.

Y si alguno nos reclama
por injurias o calumnias,
denunciará sin enjundia
pues él así no se llama.

Correrán por el país,
entre otros sambenitos,
para don “Séfuerteluis”
por ejemplo “Sobrecitos”.

Y la prensa llamará,
hoy, mañana y para siempre,
a Miguel, “don Preferentes”,
y a Rodri, “Tarjetasblack”.

Y a ese que el rizo ahora riza
pues ya no viaja a Suiza,
¡pasa allí todo el invierno!
llamemos “Querido yerno”.

La rubia que se amohína
mientras el banquillo espera,
no será doña Cristina;
será “La que no se entera”

La que no vio en su garaje
ese cochazo imponente
como una fiera salvaje,
la “jaguarina invidente”.

Meteremos un buen gol
al nombrar a los Puyol,
ese clan tan catalán
por su nombre en español.

Y aunque el provecto don Jorge,
quien por miedo no declara
a su edad ya no se enoje,
habrá que verle la cara.

Y será digna de ver
la cara del Oleguer
cuando su nombre a diario
salga en tele, prensa y radio,

Querrá esconderse en su armario,
cuando todo el vecindario,
por más que sea millonario,
¡le llame don Olegario!