martes, abril 30, 2013

VER LA TELE

Cuando salía de casa esta mañana he visto la tele. Sería más propio decir que he visto una tele, pero esa tele era enorme, inmensa, era la madre de todas las teles. "La tele", en fin. Tiene una altura de ocho plantas. Es un anuncio, claro está, que han colocado en una casa de la acera de enfrente de la mía. No sé cuántas pulgadas tiene, porque en esto del tamaño las teles han iniciado su propia burbuja de crecimiento infinito. En la época del tubo (¿hemos salido de esa época?) una tele de 21 pulgadas era mediana, la de 25 era grande y para ver una de 28 tendía que invitarte un torero a su chalet. Ahora lo único que tiene menos de 32 pulgadas son los monitores de ordenador, y las medidas de las teles se disparan en proporción inversa al tamaño de las viviendas. Lo cierto es que facilita la decoración: una pared es un mirador, otra para la tele, otra para la puerta y unas estanterías, y en la cuarta un sofá. Sólo hay que elegir un cuadro bonito para poner encima. Lo que no sé es dónde ponen los radiadores, pero a veces pienso que soy la única persona de Madrid que siente el frío.
 
Aclaro para el purista que sé perfectamente que la tele debería llamarse el tele, pues la televisión es la técnica de las ondas, y por extensión la cadena que emite los contenidos (y en un tiempo los producía), mientras que el aparato que los recibe y los descifra es un televisor, en masculino. Pero qué quieren, a mí llamarlo así me parece un poco cursi, de modo que asumo la posible ambigüedad entre la tele contenedora y la tele contenida. No es sólo el nombre lo que crea ambigüedad, también el tamaño y los precios, pues es más que posible concebir una cadena materialmente más pequeña que alguno de los aparatos mastodónticos que se comercializan, y desde luego es un hecho que producir algunos programas empieza a ser más barato que comprarse una tele. 
 
La tele del anuncio es una smart tv. Literalmente: televisión inteligente. En la práctica es que se puede conectar a internet y hacer un montón de cosas que nunca sabrás hacer porque (y aquí entra la tercera acepción de "smart") la tele es más lista que tú. No sé yo si estaría muy cómodo sabiendo que un aparato de mi casa me mira con la suficiencia de quien tiene un secreto que nunca sabré desvelar. Sentiría que Matías Prats se ríe de mí. Y si lo hace de pie en una tele de 80 pulgadas no va a haber psicólogo que me quite el trauma.
 
Y sin embargo, eso de las smart tv no es un asunto que me asombre.  Intuyo que quieren emular en los consumidores la misma sensación de fascinación y hechizo que nos provocaron a finales de los setenta las primeras televisiones en color: aquellas con las que algunos compañeros veían el rojo de los camisones de los payasos de la tele.  Se ve que la dimensión del color es más importante que la del volumen o el tamaño. Quizá también dejó mella en centenares de consumistas frustrados el mito de lo innaccesible. Eran caras, carísimas. Más o menos lo que cuesta ahora un smart tv. No la equivalencia a ese precio en relación con el nivel de vida de antes, sino exactamente ese precio. Aunque, ahora que lo pienso, quizá los sueldos también empiecen a parecerse a aquellos, con lo que el esfuerzo será similar.
 
Aquellas frustraciones forjaron el carácter y la paciencia de una generación que aprendió a esperar. En concreto, esperamos al año 82, en que todas las familas que aún no lo habían hecho se animaron a sumarse a la revolución colorista. Unas, por el Mundial de fútbol; otras, por la visita de Juan Pablo II. Había algo de ilusión por aquel entonces. Las novedades eran sustancialmente mejores, eran otra cosa. Ahora no. Amortizada ya la impresión que causaron las primeras televisiones planas, me parece todo más de lo mismo. Mucho más, increíblemente más. Más a más no poder, si quieren, pero nada más.
 
Por otro lado, con todo lo que hemos aprendido de la crisis, una tele así resulta obscena y demoníaca. Además, comprar esa tele sí que sería vivir por encima de nuestras posibilidades. ¿Quién tiene una casa en la que quepa una tele de ocho plantas?
 

jueves, abril 25, 2013

QUERIDO HORÓSCOPO

El domingo el horóscopo me prometió para esta semana que me llegaría un dinero extra. Como casi todas las semanas, por otro lado. Me anima mucho, es más majo... Una vez acertó, me hicieron un pago de derechos de autor que no esperaba. Lo de ahora suena a eso. Dice "dinero extra fruto de unas tareas realizadas hace tiempo". No creo que se refiera a los 250 euros que me ha devuelto el banco después de haberme cobrado dos seguros: el que no tuve más remedio que contratar cuando firmé la hipoteca, y el que me querían colar en vez de aquel, que es mucho mejor. ¿Cómo va a ser mucho mejor, si es más caro? Pues me cobraron los dos, y el lunes me reintegraron uno. Dirán ustedes que eso no obedece al concepto "fruto de unas tareas realizadas hace tiempo", pero lo cierto es que sí, porque hace tiempo, el lunes de la semana pasada, realicé la tarea de ir a la sucursal, comprobar que la gestora que me estuvo haciendo el presupuesto no estaba, contarle todo el tema a otro gestor, y morderme la lengua y sujetarme a la silla para no montar un pollo.

Pues eso, que me llegará un dinero extra... pero estamos a miércoles y de momento no da señales. Suelo ver los horóscopos los fines de semana, porque son más serios que los diarios. Me meto en el Vips de al lado de mi casa, ojeo (de ojo) u hojeo (de hoja) los suplementos que lo llevan y me quedo con el que me da mejores pronósticos. Llevo todo el 2013 empalmando ingresos de dinero inesperado, ofertas de trabajo y conocimientos de pareja si me encuentro sin ella. De hecho, hace sólo un par de semanas el horóscopo me auguraba una oferta de trabajo que no podría rechazar, y ciertamente estuve hasta entrado el viernes sin poder rechazar ninguna oferta. Pero esa mañana, en efecto, me propusieron un trabajo tan irrechazable que ni hablamos de dinero. En realidad, ni hablamos, porque por la tarde ya se había caído. Me perdí trabajar un fin de semana. En esta, me toca "rendir de firme en el trabajo; a cambio aumentarán sus expectativas profesionales y podrá ver el futuro sin tanta aprensión". Tampoco se crean que miro con mucha aprensión el futuro. Lo que me da aprensión es el presente. El futuro es sólo una mancha negra en la lejanía. Pero me inquieta eso de tener que rendir de firme en el trabajo. ¿Cuál es el trabajo de un parado y cómo puedo rendir más? ¿Levantándome más tarde? ¿Comiendo a las cinco en vez de a las cuatro? Me inquieta un poco esta exigencia de rendimiento, porque ¿cuántos cortos del Notodofilm puede ver una persona en un día? Lo de aumentar mis expectativas laborales es más sencillo. Mis dos últimas propuestas han sido por dos semanas una, y por un fin de semana la otra, y ninguna de ellas ha prosperado. Ahora espero un trabajo de mes y medio que, al menos, salga.
 
Ahora en serio, horóscopo. No me importa que me engañes, jugamos esa pantomima los dos, y a mí me va bien ese efecto placebo. Pone bajo control mis niveles de ansiedad. Pero empiezo a necesitar una señal, algo que me sirva para seguir confiando en ti. Un pronóstico anual me decía que hasta mediados de año se me presentarían grandes oportunidades profesionales. Eso son seis meses, y ya casi ha pasado el cuarto. Y si los buenos augurios proporcionan serenidad y optimismo, el paso de los plazos trae frustración y algo de angustia, porque si esto es lo que tengo en pleno periodo de buena suerte, ¿qué me cabe esperar para cuando se termine? ¿Es que he hecho algo mal o he dejado de hacer algo importante? Bueno, dejaré estar las cosas de momento y seguiré con mi plan de consultas semanales para mantener alto el ánimo, evitando el contacto con colegas que me hablen de cuántos más compañeros estamos en la misma situación y cuánto tiempo llevan así.
 
Ah, se me olvidaba. El horóscopo del domingo también me dice que si no tengo pareja, las amistades me encontrarán una de mi agrado. Mira que lo dudo. De todas formas, y por concentrar esfuerzos... que no se ofenda nadie, pero prefiero el dinero.

miércoles, abril 17, 2013

ENAMORADO

Así de directo lo digo: me he enamorado. A estas alturas, a mi edad y con lo inaccesible que parezco, ¿verdad? Aplauden un par de amigas celestinas que siempre desconfiaron de mi independencia. La verdad es que me he pensado mucho el proclamarlo. ¿Será esto amor, no será una mera atracción pasajera, un apasionamiento del momento, una atracción fuerte? El caso es que salgo a la calle a cualquier rato y con cualquier pretexto para encontrarnos. Salgo a la compra por tres tonterías, y sin lista, como tentando a la suerte para que se me olvide algo y tenga que volver a salir.
 
No es, por si lo estáis pensando, la cajera pizpireta del Eroski center, con su flequillo moderno y su pelo recogido, con sus idiomas (que una vez se puso a hablar en inglés con un cliente) y su alegría, que siempre te sonríe como si le gustase su trabajo. No me importaría, claro, que me diera un poco más de bolilla y me preguntara ¿cómo compras yogures desnatados, con lo bien que se te ve?, y yo le contara lo del colesterol y todo eso. Pero sólo me pregunta si voy a necesitar bolsa, que yo le digo que no, presumiendo de previsor, y luego me dice cuánto es, y yo le pago de más para que me dé las vueltas en la mano.
 
En su presencia pierdo la prisa, camino despacio para hacer durar más el tiempo... y pienso que esto que siento es para siempre. ¿Es eso amor? Yo creo que sí.  Ah, y por cierto, es correspondido. Me acuesto confiado en que mañana la veré también, que estará conmigo, que no se habrá ido. Eso sí, igual que es correspondido es compartido, pero en esto no soy celoso; al contrario, sería partidario de una poligamia universal: cuantos más mejor.
 
La queremos conocer, la queremos conocer, palmotea mi amiga (he dicho que eran dos, pero sólo caigo en una). La conocéis. La veis todos los días. Y si tenéis sangre en las venas os habéis enamorado también. Es la primavera, no cualquier primavera: esta primavera de estos días. Una primavera que parece verano y que de pronto hace que el paro parezca vacaciones. Una primavera tardía que se esperaba para la primera quincena de marzo y ha llegado con un mes de retraso y calor de verano. Que salgo a la calle solo con camiseta y una chaqueta de lo que dicen entretiempo. ¡Y sin jersey! Y aún paso calor. Pero la prudencia no me deja salir solo en manga corta todavía. Es muy pronto aún para nosotros.
 
Es tan agradable su temperatura, que no parece casual: parece un experimento, como si el Universo estuviera probando cuál es la temperatura ideal para el ser humano. ¡Pues has acertado! ¡Es esta! No la toques más. Quiero exactamente este sol, este calor y estas horas de luz para siempre.
 
Lo veo en mí y sé que está mal, pero me abandono y dejo que me entre este nerviosismo y esta ansiedad de querer retenerla, aunque sé que es imposible. Quiero captar todo el sol, toda la luz y todo el calor todo el tiempo, porque sé que en algún momento esto terminará. No va a seguir así hasta el verano, lo sé. Volverá a hacer frío, quizá vuelva a llover, que le ha cogido gusto, y llegará el verano en serio y a lo bestia, con mucho más calor y hasta sudores, tan distinto de estos días tan perfectos que se dirían sagrados. Y volverá el infierno de cuarenta grados y diabólicos pantalones cortos y piernas largas de las chicas que viven si siempre fueran a la piscina.
 
Ahora que os lo he contado, lo dejo ir. Lo que dure, durará, y estará bien. El día que me muera, tendré una bonita historia de temperaturas que contar. Siempre nos quedará aquel abril. 

lunes, abril 15, 2013

PERRO LABRADOR POCO MORDEDOR... PERO MUY CHUPADOR

Parado ante un semáforo, un perro me miraba. Era un labrador de tamaño mediano y pelo claro, y no sé qué me ha dado últimamente, que me gusta hacerme el espontáneo y el natural y, especialmente con los animales, el cariñoso. Para las personas soy más mirado. Es timidez, no se crean. Timidez y un cierto conocimiento intuitivo de las normas sociales y las leyes de acoso. El caso es que he acercado la mano para acariciarle la cabeza, y el perro, que parecía que lo estaba deseando, se ha apartado. Hagan, si quieren, el chiste fácil ("sería perra" o "qué hijo de perra"), que yo me lo voy a ahorrar con su permiso.

Me he acordado de que los perros son miedosos, y ver acercarse una mano por encima les resulta hostil, por muy buena persona que uno sea, así que, al ver que volvía a mirarme seductor, he llevado la mano por debajo del morro, para acariciarle el cuello. El animal, ahora sí, me ha aceptado la caricia, y, agradecido, me ha lamido la mano por arriba y por abajo en una sola pasada con una lengua más larga que mi pie. Creo que lo de acariciar perros lo hago ya de adulto para demostrarme a mí mismo lo valiente que soy y que no me da miedo. Y como no me ve nadie, ahora lo tengo que escribir (¿Pueden hacerme llegar de alguna forma un "oh" de admiración para mi ególatra satisfacción?).

Qué bonito es, le he dicho al dueño. Esto es para que vean que no era una estrategia para ligar, que el dueño era un señor mayor tirando a feo. Me ha contestado en idioma portugués diría que más brasileño que de aquí al lado. Que tiene cuatro meses el perro, que es muy criança todavía. Y me ha gustado también la palabra "criança". Parece que evidencia el estado de desvalimiento de los niños, que requieren ser criados, alimentados, cuidados. Este perro, la verdad es que para cuatro meses, estaba bastante fuerte, que el señor apenas lo podía retener con la correa.

Nos hemos ido luego por caminos distintos: el brasileño con su perro y yo con mi mano mojada, no viendo el momento de llegar a casa a lávármela. ¿Quién me manda a mí acariciar perros con el asco que me da que me chupeteen?

RECORTE DE COLUMPIOS

Veo en la calle un parque infantil con dos barras de columpios. En una, un cartel arriba advierte: "Si tienes más 6 años, no te subas aquí". En la otra, el cartel, más permisivo, dice "Si tienes más de 8 años, no te subas aquí". En honor a la verdad, no sé si dice subas o montes o qué verbo pone, porque yo sólo he visto la palabra que no pone: prohibido. Prohibido, niño, vete enterando. Desde los 9 años, ya empiezas a tener cosas prohibidas.

No he podido evitar pensar en los niños de 9 y 10 años, de doce incluso, que no todos empiezan a fumar y a hacer botellón tan temprano. Niños que siguen siendo niños, pero que no se pueden subir a los columpios. Niños a los que les queda ocho o nueve años, su vida entera, para llegar a ser mayores de edad y poder votar qué político quieren que les prohiba vivir.  Y veinte años para acceder a su primer contrato de becario. Les queda mucho para adultos, pero se les ha terminado el chollo de ser niños. Eso de subirse a los columpios se ha terminado.
 
Que empiecen a aprender lo que son los recortes.

TWIN BANKS

Lo de mi banco es como de David Lynch: misterioso y con toques surrealistas. No han matado a Laura Palmer, pero casi palmo yo. Palmar pasta, quiero decir.Además, forzando un poco la situación, le puede pegar lo del "twins", porque es un banco, pero son dos. Acaba de ser fagocitado. No dirés sus nombres, que quiero seguir estando a bien con ellos por lo que pueda pasar.

 El mes pasado tuve que ir a reclamar 6'5 euros de comisiones que me habían pasado de pronto.
 
- ¿Y esto? Yo tengo una cuenta sin comisiones.
- Sí, es que antes no pasaban y ahora las han empezado a pasar.
- Ya, pero es que yo la tengo pactada sin comisiones.
 
En realidad no sé cómo, cuándo ni con quién pacté eso, y creo que no está firmado en ningún sitio, pero desde luego tampoco he firmado una conformidad con pagar nada de comisión. Llevaron mi caso a la interventora, que haría una propuesta para que se me devolvieran (o eso, que no era seguro) y en una semana tendría en cuenta mi dinero, que hay que ver cómo se pone usted por seis euros y medio de mierda que si no me pongo así me los cobran todos los meses.

La señorita, muy atenta, aprovechó para intentar colocarme un nuevo seguro de hogar. Precisamente acababa de recibir una carta con la nueva cuota que me parecía carísima, y me dejé querer, a ver si me la abarataban. La verdad es que parezco nuevo. Me hizo dos simulaciones, a cual más cara. Quedé en estudiarlo. En casa vi que mi póliza habitual carísima era más barata que ambas en un 20% y 40%, respectivamente, así que le dije a la mujer aquello de "Virgencita, que me quede como estoy", y el banco me pasó un recibo a primero de mes de 213,68 euros (0,55 euros más, por cierto que lo que me dijeron). 
 
Pues yo lo veo todo normal. Pues no. Porque unos días más tarde me pasan otro recibo de 254,40 en concepto de seguro de hogar (cifra por otro lado que no coincide con ninguna de las dos simulaciones que me hicieron), y ahí me tenéis esta mañana otra vez yendo a reclamarlo. No se sabe por qué me lo han pasado, a lo mejor al hacer la simulación, sin querer, que es muy fácil equivocarse, le dio a la tecla equivocada y se dio de alta el seguro... El pobre agente ha estado media hora al teclado p'arriba p'abajo. Creo que en una semana tendré el dinero. Ganas me dan de reclamarles números rojos bancarios, intereses de demora y una indemnización por estés innecesario.
 
Mientras tanto, llega una señora mayor con un papel de estos que tienen una parte opaca para ocultar el número PIN secreto de tu tarjeta. La mujer se ve que no está familiarizada con el uso de tarjetas de débito y no sabe qué significa ese papel. Le atiende otra señorita y constata que no se ve nada, que a lo mejor la impresora con que se imprimió tenía poca tinta o vaya usted a saber. El director, que parece conocer a la señora, sale de su despacho, y mira el papel, y bromea.
 
- Es que es un número tan secreto que no se ve.
 
Me gusta, no crean que no, que el director de una sucursal bancaria tenga sentido del humor. Espero que también tenga cintura y flexibilidad si un día me vienen mal dadas, porque lo que ve uno en las noticias no suena mucho a chiste.
 
No es tan David Lynch esto que cuentas, me dirán, no te hagas el cultureta. Sí, lo siento. La verdad no entiendo tanto de directores de cine y sus características personales. A mí me ha recordado un poco a Twin Picks estas cosas raras que han pasado. Ah, bueno, que me falta contar otra cosa: que en medio de todo esto ha entrado un enano calvo a sacar dinero en ventanilla. ¿A que ahora si es más Twin Banks? 

miércoles, abril 10, 2013

METAMORFOSIS 2: DE GLOBOS Y DE KUNG FU

El lunes y el martes me centré más en dibujar, y hoy me había programado para escribir, pero no me estaba concentrando, así que finalmente, he salido a la calle a despejarme. O sea, a echar balones fuera: los balones de mi pereza e indisciplina. Siempre pasan cosas. Incluso en casa. Hoy se me ha caído encima la tapadera de acero inoxidable de una cacerola y me ha hecho una marca en la frente. Cuando me pasan cosas así siento vergüenza porque podría morir solo por un salvaje accidente doméstico que habría evitado si hubiera actuado con más orden y prudencia. No exagero, una vez traté de mover una estantería buscando unas gafas antiguas que quería recuperar, y de lo alto se cayó una pequeña escultura maciza de piedra y metal (en concreto, y no es por presumir, el Premio de Arte Joven de Teatro del 97). Pasó a unos centímetros de mi espalda. Si me da en la cabeza me mata. Qué simbólico hubiera resultado: el premio matando al autor, el ego a la persona.
Pero en la calle pasan más cosas que en casa, y menos peligrosas. Hoy, por ejemplo, salía de un portal una pareja con dos niños pequeños, niño y niña, cada uno de los cuales llevaba un globo. El niño ha tropezado, ha soltado el globo, se ha caído y se ha puesto a llorar. La hermana se ha vuelto a verlo y se ha olvidado de su globo. De pronto, eran dos llantos no se sabe si por la caída o por los globos que se perdían. Un golpe de viento se los ha llevado por delante. Los padres los han dado por perdidos. Yo he corrido tras ellos. Los globos, naranja y morado, han doblado la esquina (misterios del viento, pero han doblado la esquina). Y yo detrás. A la vuelta, han chocado con un joven alto, que ha cogido uno de ellos, mientras el otro, manso, se quedaba a sus pies. Se ha agachado y lo ha recogido también. Al verme en clara persecución de ellos, me los ha ofrecido, pero me he inhibido del tema: los he rechazado y volviéndome, he señalado con el dedo a la familia, que ya llegaba al final de la manzana. "Ellos, ellos", he dicho.
Después, he cruzado la calle y he seguido andando sin mirar atrás, como Kai Chang Caine al terminar cada episodio de Kung Fu. Como Lucky Luke. Como Michael Knight en el Coche Fantástico. Sólo que en este caso no era yo el protagonista que había resuelto el entuerto y a quien la gente agradecida pedía que se quedase con ellos, aunque fuera un episodio más. No, un joven me había robado esa pequeña gloria. He visto que empiezo a no ser necesario, que ya hay otra gente que hace este tipo de filantropías cotidianas que me gustaba hacer. Pero eso no me inquieta. Al contrario, me gusta. Es como si me liberara de ataduras y en cualquier momento pudiera yo mismo hacerme globo, ¿el naranja, el morado?, y ofrecerme a un golpe de viento inteligente que me trasladara adonde verdaderamente debo estar...
que no creo que sea escribiendo estas tonterías.

METAMORFOSIS 1: DE NECESIDADES Y MERECIMIENTOS

Hace mucho, cuando trabajaba regularmente, tirando a mal, y a destajo, estaba tan absorto en mis horarios, mis tareas, los programas, que me desorientaba cuando de pronto tenía un día libre. Hace menos, empecé a descubrir el paro ocasional. En primer momento lo tomaba como un merecido descanso y reconocía el carácter de maldición bíblica que tiene el trabajar por necesidad. Qué bueno sería, pensaba, no tener que trabajar y hacer sólo lo que me gusta. Pero no sé qué se acababa antes, si el dinero, la tranquilidad o el saber lo que me gusta, y me sentía como un adolescente que no sabe qué hacer con su vida. Me agobiaba con facilidad y veía que sí, qué ojalá algún día pudiera hacerlo, pero de momento no me lo merecía.
 
Ahora ya no me aburro y sólo ocasionalmente, un día que otro y no todo el día, de pronto estoy que me subo por las paredes. Lo que ha cambiado no es que me haya convertido en el hombre araña, porque eso de subirse por las paredes es metafórico. Pero tal vez puede que quizás por un momento pueda empezar a aflorar algún merecimiento por mi parte para acceder a esa dolce vita, no de far niente, sino al contrario, de fare tutto, de no parar de pensar, escribir, dibujar, arreglar futbolines... jugar. No estoy muy seguro de ello, porque el Universo no suele dejar cabos sueltos, y aquí veo que se le está olvidando algo. Sí, Universo, ¡el dinero! ¿Qué pasa con el dinero? (Pongo la mano en la oreja a modo de trompetilla) ¿Cómo? ¡¿Que me busque una rica heredera?! Será una broma, con lo mal que se me dan las mujeres. Creo que de momento tendré que seguir con mi estrategia: buscar trabajo y hacer lo que Sidharta decía que sabía hacer: meditar, esperar y ayunar. Y si no, ayunar, al menos desayunar tarde.
 
 

lunes, abril 08, 2013

DESAPASIONES

Igual que otras veces los poetas, el sábado fueron los artistas los que me aceptaron entre los suyos. Bien es cierto que estaban en mi terreno, porque al taller de pintura se va a aprender. Pero este fin de semana, Gema y Rosa han organizado unas jornadas semiprofesionales, con un modelo veterano de Bellas Artes, y había una sensación de responsabilidad con él, había que estar a la altura.

Como de costumbre, los primeros momentos son paralizantes. No sé por dónde empezar, qué método seguir, si desmereceré al modelo. Piensas qué hago yo aquí, para qué me meto...  Es el clásico pánico a la hoja en blanco que ya conocía como escritor. Aunque cada vez es menos, todo hay que decirlo. Además, ¿quién me creo yo que soy? Nadie me mira, están mirando al modelo. Me tiré a la piscina, como siempre. El primer dibujo me salió con algo raro en las piernas que no se sabe qué, y que sí lo sé. Una pierna un poco, ligeramente, más corta que la otra. Como una pierna de repuesto al estilo de esas ruedas que llevan algunos coches y que sólo valen para ir a 80 por hora un máximo de 50 kilómetros.
 
Lo demás ya fue rodado. Fui cogiendo soltura y acabé haciendo unos dibujos de línea gruesa y trazo duro y anguloso que me sorprenden, pues no los pretendía así ariscos ni me veo yo reflejado. Supongo que la gran diferencia entre el artista y el aficionado es la posibilidad de hacer lo que quieres o lo que te salga. En todo caso, quedé satisfecho y, de nuevo, con mono de más.

Al término de la sesión, los compañeros bellasartistas nos mostraron sus cuadernos con dibujos de hoy, de ayer, de antesdeayer, de otra semana: el modelo en el taller, la mujer en su casa, moteros en la calle, animales en el zoo... todo. Lo dibujan todo. Con detalle, con precisión, con tres trazos, a lápiz, plumilla, aguada, acuarela... con todas las técnicas. Y todo perfecto. Mientras, yo cerraba pudoroso mi cuaderno y lo escamoteaba de su posible mirada. Humilde, me dijo uno que es mentira eso del talento para el dibujo, que todo es cuestión de práctica. Y me explicaban que dibujan todos los días, y lo dibujan todo, que cada vez que tienen un rato dibujan y si no tienen el rato, lo sacan, y quedan para dibujar y dibujan solos, y viven dibujando. Y yo ahora tengo tiempo y no dibujo tanto, y tendría que dibujar más que ellos, porque ellos ya saben y yo tengo que aprender, pero aquí reflexiono yo:  ¿puedo dibujar tanto? Pongamos que tenga el tiempo, pero ¿lo quiero?

Me gustar dibujar, me gusta aprender, me gusta ver que consigo cosas que creía que no iba a poder hacer, pero si llegara a cierto nivel de técnica, ¿qué más me aportaría? O, sobre todo, ¿qué aportaría yo con ello? Si copio un cuadro y me queda bien, siento que no he hecho nada mío, y me invento un chiste. Pero si quiero hacer un chiste, mejor si el dibujo es bueno, pero no hace falta un virtuosismo. Quizás disfrutaría, pero si sólo disfrutara ya no disfrutaría. Me falta la pasión porque me sobra.

Me quité de la pasión hace mucho. Cuando de pequeño jugaba al fútbol de portero no quería hacer otra cosa en todo el día los veranos. Los amigos de mi hermano me llamaban pagtito, porque siempre estaba buscando gente para jugar un pagtido de fútbol, con la erre mal pronunciada, y, si no, me aburría. Y era rídículo estar vestido con una camiseta de fútbol y unas rodilleras si no estás jugando. Si hubiera puesto las mismas ganas y dedicación en invierno, y mis padres me hubieran llevado a pruebas, es posible, ¿quién sabe?, que hubiera sido el Casillas antes que Casillas. Unos años más tarde, al descubrir a Jardiel, cada vez que leía una frase ingeniosa, que era cada línea y media, me paseaba por mi casa para leérsela a alguien, y mi hermano me decía que parecía un cura leyendo la Biblia. La imagen era bastante descriptiva: un niño repelente con gafitas con un librito pequeño forrado en piel en la mano leyendo pasajes del evangelio de San Enrique. En el cole nadie más lo conocía ni me quería escuchar sus chistes. Esas pasiones no compartidas le hacen a uno mirarse con perspectiva y preguntarse si no se estará pasando de rosca.

De modo que ante el sentido del ridículo y la sensación de ser arrastrado por mis aficiones se impuso la voluntad de ser dueño de mí, y sin decisión ni contrato expreso, fui anulando eso que llaman pasión y que te roba toda atención, tiempo y voluntad. Sin ella se puede todo: se puede querer todo, interesarse en todo, aprender de todo, hacer de todo. Un amigo me llamó diletante en una ocasión, con ánimo ofensivo no crean que no lo sé, pero casi me halagó. Qué más quisiera yo que mantener realmente un interés curioso e indagante en todas las cosas. Pero, lamentablemente, según esa conocida teoría de las 10.000 horas (en cualquier actividad en que dediques 10.000 horas alcanzarás el nivel de la excelencia), creo que ahora mismo sólo podría ser excelente en respirar, dormir y ver la tele. Efectivamente, un exceso de celo en mi vigilancia me ha podido llevado a no poner nunca demasiado empeño en nada. Me compré una trompeta y no aprendí a tocarla a sabiendas de lo lejos que estaba de tocarla tan mal como las bandas de mi pueblo. Lo hago mejor yo solo con la boca sin inversión de clases ni provocaciones a los vecinos.

Por eso en esta nueva etapa de ocio y tiempo libre forzoso que estoy viviendo me estoy retando a mí mismo en un sentido, el ser puntual y constante. Un chiste diario en laborables en www.lapizdequintintas.blogspot.com, y una asiduidad no regulada aquí, en columna de juguete. Lo hago por mí, por el esfuerzo, por la atención, por hacer mano, por conocerme y construirme.

Pero igualmente se agradecen las visitas.

viernes, abril 05, 2013

SOPONCIO Y PILATES

Después del parón de Semana Santa, he retomado hoy mi sesión semanal de acondicionamiento físico. Sí, amigos, con la idea de mantenerme un poco en forma ya hace dos meses que me apunté a unas clases en el polideportivo municipal de mi barrio. Nunca me ha gustado el término "gimnasia de mantenimiento". Suena a señoras gordas. Y en mi caso sería falso. No porque no sea una señora gorda, que tampoco, sino porque no es mantenimiento lo que yo necesito. Es rehabilitación.

Pero tampoco fue a rehabilitación a lo que me apunté, sino a aquello en su día tan snob y hoy tan democratizado que para conseguir una plaza casi había que pedir la vez: el Pilates. Y me encontré que las señoras que pensaba encontrar en mantenimiento estaban aquí, no tan gordas y no tan señoras, e incluso con alguna jovencita que ya ya, pero todo mujeres. Como en yoga. Como en pintura. Como en la tienda ecológica. Como en la orla de filología. Como en las clases de filología. ¿Os dais cuenta? ¡Sólo hago cosas de mujeres! ¡Soy una "mujer que" de esas de los grupos de facebook! Sólo que no soy una mujer y me hincha terriblemente las narices que se obvie en las instrucciones de la clase: "Ahora, todas tumbadas". ¡Eh, que estoy aquí! Claro que si digo algo, la profesora sería capaz de decir "todos y todas", "alumnos y alumnas", o "ciudadanos y ciudadanas", y entonces tendría que aparcar mi supuesta feminidad para levantarme y con toda mi mala leche darle un soplamocos bien dado con el título de filólogo enrollado (el título, no el filólogo).
 
Me cuestan muchísimo esfuerzo estas clases. A los veinte minutos ya estoy pidiendo la hora como el equipo modesto que a duras penas puede defender el empate a cero con un Real Madrid o un Barça. Físicamente, por más que me resista a admitirlo, estoy en ruinas. Pero peor es el aspecto emocional. Te describen los movimientos con términos raros de esos suyos: roll up, pies en flex... como si uno tuviera que saber a qué se refieren, o, al contrario, te lo explican despacito como si fueras un niño tonto. Lo peor son los diminutivos. Los bracitos estirados, sin doblar los coditos, las manitas bajo las axilas... Por el amor de Dios, ¡que somos adultos! Creo que la profesora capta mi hostilidad, porque no viene apenas nunca a llamarme la atención y a corregirme, por mal que lo haga.
 
Me siento contento con mi cuerpo, no crean que no. No pesa demasiado, no da mucha lata y casualmente coincide con los cánones esqueléticos del momento. Perdón, quise decir estéticos. Lo cierto es que ya no estoy tan en los huesos. Mi dieta de engorde que comenzara allá por el 2000 empieza a dar sus frutos. Ya no bajo de los 65 kilos, tengo un esbozo de curva de la felicidad y hay brotes de papitos en la cara. Por lo demás, mi alopecia ha consolidado su estrategia de asedio y tiene rodeado, cual pequeña aldea gala, a un despoblado tupé que hace lo que puede. Soy, pues, un gordo reprimido, un calvo camuflado. Media hora en cuclillas me dan agujetas para una semana, el cansancio de un partido de futbito me dura para un mes, y no puedo mantener las piernas estiradas en alto. Puedo pasar sin estos ejercicios, pero no puedo evitar darme cuenta de que, de un año para otro, me he convertido en un hombre de setenta y cinco años.
 
Pero no me rindo. Estoy estudiando otras posibilidades de existencia insumisas a la dictadura de la materia y el cuerpo. En mi primer viaje astral pienso asomarme a mi clase de pilates y hacerle una pedorreta a la profesora.

jueves, abril 04, 2013

PREMONICIONES REALES

En mi blog

www.lapizdequintintas.blogspot.com

he publicado este chiste (ya sé que quizá tenga futuro como retratista, pero presente, desde luego, no).


basado en esta foto:

¿No les parece premonitorio el gesto de pesadumbre de la Infanta Cristina?

Y puestos a hacer especulaciones y premoniciones, ¿no resultaría divertido que el gesto compungido de la pequeña fuera porque estaba anticipando el futuro y sabía que el día de mañana yo me atrevería sin vergüenza a copiar este retrato y le horrorizaba pensar lo mal que iba a quedar?




lunes, abril 01, 2013

LOS MIL LADOS DE UN PARABRISAS

            El otro día me ocurrió un sucedido digno de mención, pero lo estaba dejando pasar porque no sé cómo abordarlo. La cosa, en resumidas cuentas, es que fui a echar un vistazo al coche, a ver si seguía aparcado donde lo dejé. Y a retirarle la publicidad del parabrisas, básicamente. No había apenas nada. Otra nota de Sofía, una española de 27 años que deja su teléfono por todos los coches como si no existiera twiter. Le había dado la espalda al coche y ya me iba cuando algo me hizo volverme. Efectivamente, mi intuición había sido correcta: algo raro pasaba. Faltaba una escobilla del limpiarabrisas delantero. En concreto, la del copiloto. Digo faltaba, porque decir "me han robado" es muy feo, pero como esas cosas no se caen solas, puedo aventurarme y decirlo: algún capullo me quitó un limpiaparabrisas.
 
           Y esa es la cosa, no crean que hay más. Pero no sé cómo abordarlo, si desde el punto de vista de la inseguridad ciudadana, que ya se roba cualquier cosa y que, como los limpias se pueden quitar manualmente con facilidad, a lo mejor vamos a tener que quitarlos y ponerlos cada vez que cojamos el coche. También puedo poner el enfoque en la cutrez del robo. O fantasear sobre las circunstancias que llevaron al supuesto ladrón a birlarme la escobilla. Es probable que tuviera un coche como el mío y que se le hubiera roto el accesorio en un festivo, y como estaba el tiempo lluvioso, echó mano del que tenía más cerca. O cabe la opción de la gamberrada. Pero sólo una escobilla y sólo a mí (porque miré el resto de los coches, y estaban íntegros e indemnes)... eso es raro.
 
             Todo eso es interesante para la ficción, pero si vamos a haber blog-realité, tengo mi propia experiencia para hablar. Esto lo descubrí el sábado, que era laborable, pero era cerca de la hora de comer y no hice ganas de comprar el repuesto. Ayudaba que hacía bueno y no se veía necesario. Una cierta tacañería me impulsaba a esperar que entrara el mes, aunque a mí el paro no me lo pagan hasta el 10. Finalmente lo dejé estar, y el domingo llegaron los ayes, los lamentos y el crugir de dientes, porque tuve que coger el coche y estuvo lloviendo todo el día. Suerte tuve de estar atento y levantar el brazo del limpiaparabrisas derecho para que no rozara el cristal, que una cosa es que te roben una escobilla y otra que se rompa la luna.
 
             Me programé para solucionar el contratiempo esta mañana, contando de antemano con que las escobillas las vendieran en parejas y me saliera la broma por unos 20 euros, y con vistas a conseguir el mejor precio, me lancé a la búsqueda de una tienda Aurgi que recordaba por Ventas. Estaba, sí, pero no donde la recordaba. Inenarrables los corpóreos de cartón de la cantante Rebeca, protagonista de su última campaña de neumáticos. La parte buena es que pude comprar el limpia suelto, y por un precio considerablemente inferior al previsto. Vamos, que con un paseo y 4 euros he solucionado el hurto. Luego lo he puesto yo solito, pero eso vamos a dejarlo, que no es como para colgarse medallas.
 
            Lo más curioso de toda esta aventura es que, siendo objetivamente una víctima, he acabado con un sentimiento triunfador. He podido salir adelante con el coche mutilado, he conseguido una prótesis por un precio mínimo y he sido capaz yo mismo de repararlo. ¡Vamos, que estoy hecho un McGyver!
 
             Pero bien visto, el sucedido casi no es ni para mencionarlo.