miércoles, abril 10, 2013

METAMORFOSIS 2: DE GLOBOS Y DE KUNG FU

El lunes y el martes me centré más en dibujar, y hoy me había programado para escribir, pero no me estaba concentrando, así que finalmente, he salido a la calle a despejarme. O sea, a echar balones fuera: los balones de mi pereza e indisciplina. Siempre pasan cosas. Incluso en casa. Hoy se me ha caído encima la tapadera de acero inoxidable de una cacerola y me ha hecho una marca en la frente. Cuando me pasan cosas así siento vergüenza porque podría morir solo por un salvaje accidente doméstico que habría evitado si hubiera actuado con más orden y prudencia. No exagero, una vez traté de mover una estantería buscando unas gafas antiguas que quería recuperar, y de lo alto se cayó una pequeña escultura maciza de piedra y metal (en concreto, y no es por presumir, el Premio de Arte Joven de Teatro del 97). Pasó a unos centímetros de mi espalda. Si me da en la cabeza me mata. Qué simbólico hubiera resultado: el premio matando al autor, el ego a la persona.
Pero en la calle pasan más cosas que en casa, y menos peligrosas. Hoy, por ejemplo, salía de un portal una pareja con dos niños pequeños, niño y niña, cada uno de los cuales llevaba un globo. El niño ha tropezado, ha soltado el globo, se ha caído y se ha puesto a llorar. La hermana se ha vuelto a verlo y se ha olvidado de su globo. De pronto, eran dos llantos no se sabe si por la caída o por los globos que se perdían. Un golpe de viento se los ha llevado por delante. Los padres los han dado por perdidos. Yo he corrido tras ellos. Los globos, naranja y morado, han doblado la esquina (misterios del viento, pero han doblado la esquina). Y yo detrás. A la vuelta, han chocado con un joven alto, que ha cogido uno de ellos, mientras el otro, manso, se quedaba a sus pies. Se ha agachado y lo ha recogido también. Al verme en clara persecución de ellos, me los ha ofrecido, pero me he inhibido del tema: los he rechazado y volviéndome, he señalado con el dedo a la familia, que ya llegaba al final de la manzana. "Ellos, ellos", he dicho.
Después, he cruzado la calle y he seguido andando sin mirar atrás, como Kai Chang Caine al terminar cada episodio de Kung Fu. Como Lucky Luke. Como Michael Knight en el Coche Fantástico. Sólo que en este caso no era yo el protagonista que había resuelto el entuerto y a quien la gente agradecida pedía que se quedase con ellos, aunque fuera un episodio más. No, un joven me había robado esa pequeña gloria. He visto que empiezo a no ser necesario, que ya hay otra gente que hace este tipo de filantropías cotidianas que me gustaba hacer. Pero eso no me inquieta. Al contrario, me gusta. Es como si me liberara de ataduras y en cualquier momento pudiera yo mismo hacerme globo, ¿el naranja, el morado?, y ofrecerme a un golpe de viento inteligente que me trasladara adonde verdaderamente debo estar...
que no creo que sea escribiendo estas tonterías.

No hay comentarios: