lunes, abril 15, 2013

PERRO LABRADOR POCO MORDEDOR... PERO MUY CHUPADOR

Parado ante un semáforo, un perro me miraba. Era un labrador de tamaño mediano y pelo claro, y no sé qué me ha dado últimamente, que me gusta hacerme el espontáneo y el natural y, especialmente con los animales, el cariñoso. Para las personas soy más mirado. Es timidez, no se crean. Timidez y un cierto conocimiento intuitivo de las normas sociales y las leyes de acoso. El caso es que he acercado la mano para acariciarle la cabeza, y el perro, que parecía que lo estaba deseando, se ha apartado. Hagan, si quieren, el chiste fácil ("sería perra" o "qué hijo de perra"), que yo me lo voy a ahorrar con su permiso.

Me he acordado de que los perros son miedosos, y ver acercarse una mano por encima les resulta hostil, por muy buena persona que uno sea, así que, al ver que volvía a mirarme seductor, he llevado la mano por debajo del morro, para acariciarle el cuello. El animal, ahora sí, me ha aceptado la caricia, y, agradecido, me ha lamido la mano por arriba y por abajo en una sola pasada con una lengua más larga que mi pie. Creo que lo de acariciar perros lo hago ya de adulto para demostrarme a mí mismo lo valiente que soy y que no me da miedo. Y como no me ve nadie, ahora lo tengo que escribir (¿Pueden hacerme llegar de alguna forma un "oh" de admiración para mi ególatra satisfacción?).

Qué bonito es, le he dicho al dueño. Esto es para que vean que no era una estrategia para ligar, que el dueño era un señor mayor tirando a feo. Me ha contestado en idioma portugués diría que más brasileño que de aquí al lado. Que tiene cuatro meses el perro, que es muy criança todavía. Y me ha gustado también la palabra "criança". Parece que evidencia el estado de desvalimiento de los niños, que requieren ser criados, alimentados, cuidados. Este perro, la verdad es que para cuatro meses, estaba bastante fuerte, que el señor apenas lo podía retener con la correa.

Nos hemos ido luego por caminos distintos: el brasileño con su perro y yo con mi mano mojada, no viendo el momento de llegar a casa a lávármela. ¿Quién me manda a mí acariciar perros con el asco que me da que me chupeteen?

2 comentarios:

lover dijo...

JAJAJAJAJA... joder, ya estabas tardando en escribir el asco que te había dado que te lamieran la mano.

Álvaro López de Quintana dijo...

¡Cómo me conoces, Lover!