lunes, abril 08, 2013

DESAPASIONES

Igual que otras veces los poetas, el sábado fueron los artistas los que me aceptaron entre los suyos. Bien es cierto que estaban en mi terreno, porque al taller de pintura se va a aprender. Pero este fin de semana, Gema y Rosa han organizado unas jornadas semiprofesionales, con un modelo veterano de Bellas Artes, y había una sensación de responsabilidad con él, había que estar a la altura.

Como de costumbre, los primeros momentos son paralizantes. No sé por dónde empezar, qué método seguir, si desmereceré al modelo. Piensas qué hago yo aquí, para qué me meto...  Es el clásico pánico a la hoja en blanco que ya conocía como escritor. Aunque cada vez es menos, todo hay que decirlo. Además, ¿quién me creo yo que soy? Nadie me mira, están mirando al modelo. Me tiré a la piscina, como siempre. El primer dibujo me salió con algo raro en las piernas que no se sabe qué, y que sí lo sé. Una pierna un poco, ligeramente, más corta que la otra. Como una pierna de repuesto al estilo de esas ruedas que llevan algunos coches y que sólo valen para ir a 80 por hora un máximo de 50 kilómetros.
 
Lo demás ya fue rodado. Fui cogiendo soltura y acabé haciendo unos dibujos de línea gruesa y trazo duro y anguloso que me sorprenden, pues no los pretendía así ariscos ni me veo yo reflejado. Supongo que la gran diferencia entre el artista y el aficionado es la posibilidad de hacer lo que quieres o lo que te salga. En todo caso, quedé satisfecho y, de nuevo, con mono de más.

Al término de la sesión, los compañeros bellasartistas nos mostraron sus cuadernos con dibujos de hoy, de ayer, de antesdeayer, de otra semana: el modelo en el taller, la mujer en su casa, moteros en la calle, animales en el zoo... todo. Lo dibujan todo. Con detalle, con precisión, con tres trazos, a lápiz, plumilla, aguada, acuarela... con todas las técnicas. Y todo perfecto. Mientras, yo cerraba pudoroso mi cuaderno y lo escamoteaba de su posible mirada. Humilde, me dijo uno que es mentira eso del talento para el dibujo, que todo es cuestión de práctica. Y me explicaban que dibujan todos los días, y lo dibujan todo, que cada vez que tienen un rato dibujan y si no tienen el rato, lo sacan, y quedan para dibujar y dibujan solos, y viven dibujando. Y yo ahora tengo tiempo y no dibujo tanto, y tendría que dibujar más que ellos, porque ellos ya saben y yo tengo que aprender, pero aquí reflexiono yo:  ¿puedo dibujar tanto? Pongamos que tenga el tiempo, pero ¿lo quiero?

Me gustar dibujar, me gusta aprender, me gusta ver que consigo cosas que creía que no iba a poder hacer, pero si llegara a cierto nivel de técnica, ¿qué más me aportaría? O, sobre todo, ¿qué aportaría yo con ello? Si copio un cuadro y me queda bien, siento que no he hecho nada mío, y me invento un chiste. Pero si quiero hacer un chiste, mejor si el dibujo es bueno, pero no hace falta un virtuosismo. Quizás disfrutaría, pero si sólo disfrutara ya no disfrutaría. Me falta la pasión porque me sobra.

Me quité de la pasión hace mucho. Cuando de pequeño jugaba al fútbol de portero no quería hacer otra cosa en todo el día los veranos. Los amigos de mi hermano me llamaban pagtito, porque siempre estaba buscando gente para jugar un pagtido de fútbol, con la erre mal pronunciada, y, si no, me aburría. Y era rídículo estar vestido con una camiseta de fútbol y unas rodilleras si no estás jugando. Si hubiera puesto las mismas ganas y dedicación en invierno, y mis padres me hubieran llevado a pruebas, es posible, ¿quién sabe?, que hubiera sido el Casillas antes que Casillas. Unos años más tarde, al descubrir a Jardiel, cada vez que leía una frase ingeniosa, que era cada línea y media, me paseaba por mi casa para leérsela a alguien, y mi hermano me decía que parecía un cura leyendo la Biblia. La imagen era bastante descriptiva: un niño repelente con gafitas con un librito pequeño forrado en piel en la mano leyendo pasajes del evangelio de San Enrique. En el cole nadie más lo conocía ni me quería escuchar sus chistes. Esas pasiones no compartidas le hacen a uno mirarse con perspectiva y preguntarse si no se estará pasando de rosca.

De modo que ante el sentido del ridículo y la sensación de ser arrastrado por mis aficiones se impuso la voluntad de ser dueño de mí, y sin decisión ni contrato expreso, fui anulando eso que llaman pasión y que te roba toda atención, tiempo y voluntad. Sin ella se puede todo: se puede querer todo, interesarse en todo, aprender de todo, hacer de todo. Un amigo me llamó diletante en una ocasión, con ánimo ofensivo no crean que no lo sé, pero casi me halagó. Qué más quisiera yo que mantener realmente un interés curioso e indagante en todas las cosas. Pero, lamentablemente, según esa conocida teoría de las 10.000 horas (en cualquier actividad en que dediques 10.000 horas alcanzarás el nivel de la excelencia), creo que ahora mismo sólo podría ser excelente en respirar, dormir y ver la tele. Efectivamente, un exceso de celo en mi vigilancia me ha podido llevado a no poner nunca demasiado empeño en nada. Me compré una trompeta y no aprendí a tocarla a sabiendas de lo lejos que estaba de tocarla tan mal como las bandas de mi pueblo. Lo hago mejor yo solo con la boca sin inversión de clases ni provocaciones a los vecinos.

Por eso en esta nueva etapa de ocio y tiempo libre forzoso que estoy viviendo me estoy retando a mí mismo en un sentido, el ser puntual y constante. Un chiste diario en laborables en www.lapizdequintintas.blogspot.com, y una asiduidad no regulada aquí, en columna de juguete. Lo hago por mí, por el esfuerzo, por la atención, por hacer mano, por conocerme y construirme.

Pero igualmente se agradecen las visitas.

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