jueves, septiembre 24, 2009

VISIONES

Dos visiones en los dos últimos días:

AUTOTROMPETISTA

Un hombre, más joven que mayor, en su vehículo comercial, más coche que furgoneta, parado en medio del tráfico, más por el semáforo que por un atasco, aprovecha el tiempo y, en lugar de tocar la bocina impacientemente tratando de que el primer coche salga como un resorte en cuanto cambie el disco, saca su instrumento y ensaya con él. Suerte tiene de que sea una trompeta y no un contrabajo o un piano de cola, pero la sorpresa para mí es igualmente mayúscula. E igualmente mayúscula la simpatía que despierta en el trompetista que pude ser. Más renuente que frustrado, me considero un aficionado tramposo que cogió el atajo de la imitación. Ya sé que no es lo mismo. ¡Bravo por el trompeta!

PERRO SALTARÍN

Un perro blanco y peludo de esos samoyedos de zonas frías cruza un paso de cebra con alegres saltitos, quizá contento de que el verano se acabe y anticipando otro invierno helador más adecuado a su constitución y abrigo. Corre como al trote, con una gracia especial, como de puntillas. Se diría un perro bailarín. No es muy grande, aventuro que es cachorro. Detrás de él, a tres o cuatro metros, pasa su dueña, sujetándolo con una correa ni floja ni tirante, con la tensión justa y, sobre todo, constante. Ni el perro la arrastra tras él ni tampoco pierde el ritmo el animal, de modo que la cuerda caiga fláccida al suelo. La mujer no es vieja, pero tampoco una jovencita, y se mueve acompasada al paso ligero de su amigo. Cruza con una extraña carrera que es rápida, pero no tiene prisa, sin casi tocar el suelo. La ciudad, por unos instantes, no hace ruido.

miércoles, septiembre 23, 2009

PUBLICIDAD ENGAÑOSA

Se dice que la publicidad engaña, que la publicidad miente. Y es lógico que disfrace un poco la verdad para presentar las cosas mejor de lo que son con objeto de vendérnoslas. A todo eso estamos acostumbrados, y ya vamos alerta.

Lo que no me explico es que mienta sin interés. Me refiero al anuncio de unos seguros cuyo nombre, paradójicamente, no recuerdo con seguridad. Dice el anuncio, más o menos: "¿Dónde está el acomodador? ¿Dónde está el hombre que te ponía la gasolina? Todos han sido sustituidos por máquinas". ¿Por máquinas? ¡Por el amor de Dios! ¿Ha visto alguien algún robot en una sala de cine que te mire las entras y te ilumine el camino hacia tu asiento con un haz de luz láser? ¿Estoy haciendo el tonto cuando yo mismo cojo la manguera de la gasolina, la enchufo al depósito del coche y aprieto el gatillo? ¿Hay algún automatismo desconocido que podría evitarme esta labor? No, señores, no lo hay. Los dos ejemplos (pocos, por otro lado, para ilustrar un concepto) son erróneos. Ni el acomodador ni el gasolinero han sido sustituidos por máquinas. Han sido suprimidos. Donde estaba el acomodador, ahora no hay nadie; donde estaba el gasolinero, sólo hay aire.

Quiere el anuncio hacer ver que su empresa es buena, que no ha echado a nadie, y tiene mucho personal para atenderte. Claro, es que, si siguiera el ejemplo de los cines y las estaciones de servicio, se quedaría con una oficina vacía en la que sonarían los teléfonos sin que nadie los cogiera.

El anuncio es bonito, pero no funciona porque uno se queda enganchado en el error. Algo le ha sonado mal, aunque no sepa qué y, mientras lo piensa, termina el anuncio sin haber aprendido el nombre de los seguros y con una nebulosa de desconfianza. Es un recelo inconsciente que uno no termina de concretar. ¿Por qué no me fío de estos seguros? En el fondo es muy sencillo: Si te engañan con el anuncio... ¿qué no harán en la letra pequeña de los contratos?

martes, septiembre 15, 2009

¡TODOS A VER A MALAJE!

Como dice el protagonista de esta nota, voy a contar una cosa... antes de que se me olvide. Ya ni me acordaba de cómo entrar en mi blog, pero la próxima actuación en Madrid de mi admirado amigo Malaje me impulsa a hacer una recomendación.

MALAJE SOLO, como su propio nombre indica, es más bien una soledad en la escena que una compañía de teatro, similar al nombre del grupo que acuñó Pablo Carbonell cuando empezó a cantar en solitario y se presentaba en los conciertos con el saludo de: "Hola, somos los Pablo Carbonell".

Así, Malaje Solo, aunque en su página web parece haberse rodeado de algún otro actor, yo lo he conocido actuando solo, y no sólo en los límites de una sala, sino solo en el mundo, porque ha ideado un género del que él y sólo él es el único representante: el "humor aburrido".

Este concepto genial, pese a lo paradójico que pueda parecer en sus términos, es absolutamente preciso y descriptivo del humor que realiza. Tiene algo de literario, de filosófico, de poético y de naïf. Si les gusta Augusto Monterroso a lo mejor no les gusta Malaje, pero yo diría que sí. A mí me gustan los dos.

Se desmarca Malaje del tópico del andaluz "grasioso" y abraza el término "malaje", de dudosa etimología, que algunos vinculan con "mal ángel" y con el que se cataloga a las personas sosas, siesas, sin "duende", sin "arte", sin gracia. Malaje no engaña a nadie: no tiene gracia, pero tiene más humor que cuarenta cuentachistes juntos. O sea, que Malaje no tiene gracia, pero es gracioso.

Después de meses sin escribir una nota, ni siquiera de despedida o de suicidio, soy consciente de que habré perdido al poco público que tenía y que mi poder de convocatoria habrá bajado de cero a menos cero, pero, por si acaso, no quería dejar de hacer la recomendación. Aquellos de mis lectores que vivan en - o cerca de - Madrid, y quieran ver a un humorista único acérquense a la

Sala El Montacargas, en la
calle Antillón, 19,
el jueves 17 de septiembre a las 21:00.
Dentro del Festival de Clown de Madrid, podrán ver su espectáculo
¿CUÁNDO SE COME AQUÍ?
(Quizá, dadas las horas de la representación, lo cambie por Cuándo se cena aquí).

Me preguntarán ustedes: ¿Tú vas a ir? Y yo contestaré como el novio solícito y enamorado que le decía a su novia cómo la quería y cómo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, recorrer el mundo, subir y bajar montañas, luchar contra animales feroces, atravesar el Atlántico a nado, etc. Ella, encandilada, le preguntaba "¿Vendrás a verme mañana?", y él contestaba: "Si llueve no". Yo trataré de ir, no obstante.

Y también, quizás, me pregunten ¿Volverás a escribir en el blog? Tal vez, ¿quién lo sabe? Este verano he arreglado un futbolín que estaba para tirar y soy un hombre nuevo. Habrá que ver qué conservo del antiguo.