miércoles, septiembre 26, 2007

EL DEL VOTO DE SILENCIO

Convento de clausura. La regla de la orden indica que los monjes no pueden hablar. Sólo una vez cada diez o doce años, cuando el día del Fundador coincide en Año Jacobeo, excepcionalmente, los monjes pueden decir dos palabras. Forman una fila ante el padre prior, y uno por uno se expresa libremente, aunque de forma escueta.

En uno de esos días especiales, cada monje va diciendo las dos palabras que ha podido elaborar y seleccionar a lo largo de los últimos años. Uno dice "Dios todopoderoso", otro "Dios misericordioso"; éste "Dios bendito", aquél "Virgen Santísima". En la cola, un monje avanza con gesto reconcentrado y, cuando le llega el turno, suelta "Cama dura".

Pasan los años y vuelve a haber un día del fundador. Se forma la fila, y uno por uno van pasando: "Santo Dios", dicen; "Padre nuestro", "Señor mío", "Totus tuus", "Miserere mei", etc... El monje de antes llega ante el padre prior y, con gesto similar, dice "Sopa fría".

Todos vuelven a su silencioso día a día de austeridad, huerto y contemplación, hasta que, transcurridos otros diez años, se permite de nuevo que rompan brevemente su mutismo. Los monjes, muchos de ellos ancianos, escogen sus dos palabras con sabiduría: "Dios bueno", "Dios santo", "Dios justo", "Dios sabio"... pero nuestro monje protagonista, una vez más, se sale del guión de las frases pías y utiliza sus dos palabras para anunciar: "Me voy". El prior, entonces, mosqueado, no puede evitar comentar:

- No me extraña, no hacías más que protestar.

martes, septiembre 11, 2007

4-0

No sé de dónde vine ni por qué,
pero aquí me mandaron, y aquí vine,
a cumplir un papel como en el cine,
escrito en una lengua que no sé.

En el cine, por cierto, yo una vez
vi a un guerrero jugarse con la muerte
su futuro, destino, karma o suerte
a una sola partida de ajedrez.

Y aunque el símil bastante nos aporte
de reflexión, ideas y enseñanza,
yo a la vida le encuentro semejanza
con algo diferente: otro deporte.

La vida que a simple vista se ve
es ruidosa, agitada y con bullicio,
y despierta afición y también vicio
como sólo lo hace el balompié.

Sin saber ni jugar, sale uno al campo;
como un extraterrestre, pisa el césped,
sin poder evitar saberse huésped,
y corriendo torpón y patizambo.

Así he jugado mi primera parte,
muy encerrado en defensa, muy en mi área,
sin más acción que la que es necesaria,
pero, lo he de admitir, con cierto arte.

Y ahora que llegamos al descanso,
la vida me apabulla con su examen,
su burla, su chacota y su vejamen,
y yo aguanto abatido, mustio y manso.

¿Por qué está tan altiva, tan sobrada,
tan ufana, por qué ensoberbecida?
La respuesta es muy clara, es que la vida
va ganando por franca goleada.

Yo soy mi propio equipo y mi portero,
que ha encajado impotente el aguacero:
el marcador señala cuatro-cero
(Los goles de la vida van primero).

¿Me rindo?, ¿me amilano?, ¿me derrumbo?
¡Ni de broma! Desde que el mundo es mundo,
después del primer tiempo va el segundo,
y bien puede todo cambiar de rumbo.

Algo hay en mi interior de quijotesco,
pues, pese al tanteador, yo no me humillo,
sino que miro a un lado, hacia el banquillo,
buscando un delantero de refresco.

Y caigo, como caen años encima,
en que hace un momento yo ganaba,
y una espina paranoica se me clava:
que el marcador va mal y que me tima.

Ayer yo iba ganando por seis goles,
yo ganaba, recuerdo, tres a nueve,
pero es que el marcador, cuando se mueve,
es injusto, es un caos... ¡Tiene bemoles!

Si el marcador del tiempo es así, loco,
absurdo y saltarín como el del tenis,
yo lo he de remontar, como Ave Fénix;
muy pronto por delante me coloco.

En un año, en el campo yo me afinco,
reduzco mi derrota a cuatro a uno,
sigo marcando goles, los reúno,
y en cinco años el saldo es cuatro a cinco.

Y si os quedáis a ver, después veréis
al visitante coronado rey,
ganándole a la vida con su ley:
en otro año, ya vamos cuatro a seis.

Y así en lo sucesivo, obviamente,
Pero ahora estamos, claro, en el presente:
hoy justo hace vint anys que tengo veinte
y es hoy cuando la cuarentena me echa el diente.

Acepto esta verdad que se presenta.
Sé que no es personal, no es una afrenta;
se trata de una suma, de una cuenta:
Treinta y nueve más uno son cuarenta.

Descubierto ya el truco del poema,
(¿les costó descubrir de qué iba el tema?),
no es deshonra, pecado ni anatema
suprimir el guión falso del lema.

Juntas hacen 40 las dos cifras:
El título lo esconde, fementido,
pero es mi edad, lo admito, y la he cumplido,
no es que me haya tocado en una rifa.

Y al pasar el desierto de este trance,
la crisis queda atrás, no me da alcance;
al contrario, positivo, hago balance
y pienso que la vida me da chance.

Un cuarentón me manda ser Violante,
Y entiendo que es negocio, y se lo acato,
dejar por fin de ser joven novato,
para ser madurito interesante.

Aunque ya con cuarenta no se es joven
Y te dicen “usted” más que “oye tú”,
yo seguiré teniendo juventud,
al menos mientras nadie me la robe.

Mientras no eches barriga y lleves fajas,
los cuarenta están llenos de ventajas:
queda lo falso en agua de borrajas,
y luce la verdad sin zarandajas.

A mitad de la vida ves que estás
y por fin vas sabiendo adónde vas.
Cuarenta años me miran desde atrás
pero yo miro adelante a muchos más.

Ayer dejé dejar para mañana,
Y así, determinado, desde hoy,
voy a hacer lo que debo y ser quien soy
aparcando la duda y la desgana.

Y ahora que me detengo por un momento,
me fijo en que los versos, ¡vaya cosas!,
iban a ser unas rimas jocosas,
y se han quedado casi en testamento,

Tal número de estrofas pretendía,
como edad, dicha en años, es la mía,
pero eso es demasiado, y la porfía
no merece alargarme en mi poesía.

Es tan vano el empeño, que ahora cejo.
No me importa ese reto ni un comino,
yo ya he hecho mi trabajo, y lo termino.
Pienso que ya está bien, y aquí lo dejo.

martes, septiembre 04, 2007

GREGUERÍAS DE LA ECONOMÍA DOMÉSTICA

- En los últimos tiempos he venido observando la duración de las cosas, y he desarrollado lo que llamo la paradoja del paquete de macarrones y que ahora expongo:
Un paquete estándar de macarrones vale para que una persona coma tres veces,
dos personas dos veces;
tres personas... también dos veces;
y cuatro y hasta cinco personas una vez.

- Todo se pega. Menos la hermosura. O eso dicen. Y así es: Se pega el arroz, se pegan las lentejas, se pega el pescado, se pega el pollo, etc.

Más cosas, otro día. Por no saturar.

lunes, septiembre 03, 2007

AGRADECIDO Y EMOCIONADO,

Solamente puedo decir "gracias por venir", que diría Lina Morgan. Pues eso, que agradezco y que me halaga que se me visite y se me eche de menos. Qué diferente, Sakura, que te digan "jo, vuelve ya" a que, al verte, te sorprendan con un decepcionado "¿ya de vuelta?" de quien esperaba más tiempo sin tu presencia y compañía.

Es un compromiso para mí tener que estar a la altura de tanta expectativa. Yo haré lo que buenamente pueda, que lo último que me faltaba era estresarme por el blog. De momento, estoy preparando unos versitos de esos que tanto os gustan para colgar en breve. Si no os los queréis perder, entrad a diario, amiguitos. No os adelanto más.

En todo caso, al contrario que los de la ínclita vedette cómica, mi agradecimiento y emoción no lo son de despedida, sino de saludo, porque ya estoy aquí de nuevo, dispuesto a actualizarme (y a eternizarme también, pero eso es otra historia). En fin, que, si me habéis sido fieles en mi ausencia, os animo a que sigáis siéndolo ahora que vuelvo a estar con vosotros.

Bienvenidos los que entréis.