jueves, mayo 26, 2011

¿DESTINOS CAMBIADOS?

Yo iba para Raúl, un nombre que podría ser de origen francés y significar "atrevido en la guerra", pero no soy atrevido ni en la paz. En la guerra, me temo, saldría corriendo. Ante la posibilidad de morir matando, prefiero ni morir ni matar. Quien combate y huye vive para combatir de nuevo.


Mis tíos, que me apadrinaron, sugirieron el nombre de Álvaro y a mis padres les pareció bien. Álvaro es un nombre de origen germánico que viene de las raíces all (todo) y wars (prevenido), y, como mi propio nombre indica, soy una persona bastante prudente y prevenida.


¿Esta identificación entre el nombre y la cosa fue un misterioso acierto de mis padres y padrinos que, sin saber, conocieron mi carácter? ¿O, al contrario, he desarrollado una personalidad por la sutil influencia de mi nombre? ¿Es posible que el significado del nombre esté tan asociado a su forma, su sonido y su grafía, que conformen un todo que nos pueda influir? ¿Sería más arrojado de haberme llamado Raúl? Pero entonces, ¿son todos los raúles belicosos y timoratos los álvaros todos? Quizá sí, pero no todas las personas sean igualmente sensibles a las influencias. ¿Yo lo soy? En ese caso, ¿me cambiaron el destino? Cómo saberlo. ¿A mejor o a peor? Chi lo sá. ¿Habrá en mi lugar un Álvaro frustrado devenido Raúl para cubrir mi falta?


Sin embargo, se sugiere también un origen germáncio del nombre de Raúl, según el cual significaría "consejero valiente", lo que no abriría tanta brecha entre mi vida actual y mi destino original... aunque lo cierto es que tampoco recuerdo que mucha gente me pida opinión ni que sea valeroso cuando la doy.


Al menos puedo confiar en que la fecha en que nací fue la que me correspondía y no fue manipulada por los médicos para adelantarla y poderse ir de puente. Nací en lunes.

(¿Y no he hablado yo de esto alguna vez?)

viernes, mayo 20, 2011

POESÍA

A veces, los poetas me aceptan sin reparo entre los suyos. Y yo acepto el regalo inmerecido sin libros ni autores preferidos; sin pluma, sin versos propios, sin escribir poemas. Trato de ser poesía.

lunes, mayo 09, 2011

PRIMAVERA PRIMERA

He descubierto cosas esta primavera, me he pillado un par de trampas en mi vida, he dejado en evidencia a mi boicoteador y he vuelto al niño antes del niño.

Hemos tenido el regalo de un verano antes de tiempo. Insólito, inaudito, extemporáneo, ¡tan gozoso! Y el boicoteador, dándole la espalda al termómetro, se ha negado a quitarse el jersey ni aun con veintisiete grados, en el convencimiento, prudente, de que esto era irreal y pasaría. Pero lo he visto y le he hecho callar. Era bien fácil. Tan sólo echar un ojo a las predicciones y disfrutar del día con los dos.

La lluvia ha venido porque le correspondía, y saberlo con tiempo me ha ayudado a aceptarla. Los días han sido igualmente luminosos, cristalinos, brillantes. O es que los he visto por primera vez sin juicio en contra. Cuando renuncias a decir “qué asco de día”, no hay un día mejor que otro (aunque mi flaco cuerpo prefiera el sol y el calorcito).

He mirado asombrado el fenómeno de la semana santa: que caiga cuando caiga siempre llueve. La he vivido sin ansia ni dolor, sin hacer agenda para llenar el tiempo, sin viajes apurados para “aprovechar los días”, sin hacer mil cosas para poder contarlas, tan solo contemplando las horas como quien mira al mar. Cuando no tienes expectativas, nada puede defraudarte y la vida siempre te colma.

Y el sábado en el pueblo he captado una sensación completa, de olor, de luz, de tacto y temperatura, que venía de lejos, del final de la infancia. No era alegre ni triste, era objetiva, pura, sin condiciones. Y he pillado a mi intruso con las manos en la masa, buscando entre recuerdos un vago sentimiento de frustración, pesado, oscuro y decepcionante, con que lastrarla. Me he dado cuenta a tiempo y lo he parado, y con autoridad le he dado un golpe en la mano: eso no se hace.

Me ha gustado descubrirlo y también darme cuenta de que se ha vuelto torpe, que sus dedos de carterista ya no encuentran tan fácil las peores fotos, que quizá no son tantas, que incluso no hay ninguna, y he vivido engañado, autoconvencido de tener mil recuerdos tristones. Tampoco vayamos ahora a lanzar las campanas al vuelo, que si aquello ha triunfado será que tampoco existió lo contrario: esa arcadia feliz, el paraíso del que tanto nos hablan. No importa. Quizás me venga bien una niñez mediana para aprender mejor a huir de los extremos.

Busco un delicado equilibrio entre arriba y abajo. Pero el centro no está entre medias, sino más alto que arriba.