martes, abril 30, 2013

VER LA TELE

Cuando salía de casa esta mañana he visto la tele. Sería más propio decir que he visto una tele, pero esa tele era enorme, inmensa, era la madre de todas las teles. "La tele", en fin. Tiene una altura de ocho plantas. Es un anuncio, claro está, que han colocado en una casa de la acera de enfrente de la mía. No sé cuántas pulgadas tiene, porque en esto del tamaño las teles han iniciado su propia burbuja de crecimiento infinito. En la época del tubo (¿hemos salido de esa época?) una tele de 21 pulgadas era mediana, la de 25 era grande y para ver una de 28 tendía que invitarte un torero a su chalet. Ahora lo único que tiene menos de 32 pulgadas son los monitores de ordenador, y las medidas de las teles se disparan en proporción inversa al tamaño de las viviendas. Lo cierto es que facilita la decoración: una pared es un mirador, otra para la tele, otra para la puerta y unas estanterías, y en la cuarta un sofá. Sólo hay que elegir un cuadro bonito para poner encima. Lo que no sé es dónde ponen los radiadores, pero a veces pienso que soy la única persona de Madrid que siente el frío.
 
Aclaro para el purista que sé perfectamente que la tele debería llamarse el tele, pues la televisión es la técnica de las ondas, y por extensión la cadena que emite los contenidos (y en un tiempo los producía), mientras que el aparato que los recibe y los descifra es un televisor, en masculino. Pero qué quieren, a mí llamarlo así me parece un poco cursi, de modo que asumo la posible ambigüedad entre la tele contenedora y la tele contenida. No es sólo el nombre lo que crea ambigüedad, también el tamaño y los precios, pues es más que posible concebir una cadena materialmente más pequeña que alguno de los aparatos mastodónticos que se comercializan, y desde luego es un hecho que producir algunos programas empieza a ser más barato que comprarse una tele. 
 
La tele del anuncio es una smart tv. Literalmente: televisión inteligente. En la práctica es que se puede conectar a internet y hacer un montón de cosas que nunca sabrás hacer porque (y aquí entra la tercera acepción de "smart") la tele es más lista que tú. No sé yo si estaría muy cómodo sabiendo que un aparato de mi casa me mira con la suficiencia de quien tiene un secreto que nunca sabré desvelar. Sentiría que Matías Prats se ríe de mí. Y si lo hace de pie en una tele de 80 pulgadas no va a haber psicólogo que me quite el trauma.
 
Y sin embargo, eso de las smart tv no es un asunto que me asombre.  Intuyo que quieren emular en los consumidores la misma sensación de fascinación y hechizo que nos provocaron a finales de los setenta las primeras televisiones en color: aquellas con las que algunos compañeros veían el rojo de los camisones de los payasos de la tele.  Se ve que la dimensión del color es más importante que la del volumen o el tamaño. Quizá también dejó mella en centenares de consumistas frustrados el mito de lo innaccesible. Eran caras, carísimas. Más o menos lo que cuesta ahora un smart tv. No la equivalencia a ese precio en relación con el nivel de vida de antes, sino exactamente ese precio. Aunque, ahora que lo pienso, quizá los sueldos también empiecen a parecerse a aquellos, con lo que el esfuerzo será similar.
 
Aquellas frustraciones forjaron el carácter y la paciencia de una generación que aprendió a esperar. En concreto, esperamos al año 82, en que todas las familas que aún no lo habían hecho se animaron a sumarse a la revolución colorista. Unas, por el Mundial de fútbol; otras, por la visita de Juan Pablo II. Había algo de ilusión por aquel entonces. Las novedades eran sustancialmente mejores, eran otra cosa. Ahora no. Amortizada ya la impresión que causaron las primeras televisiones planas, me parece todo más de lo mismo. Mucho más, increíblemente más. Más a más no poder, si quieren, pero nada más.
 
Por otro lado, con todo lo que hemos aprendido de la crisis, una tele así resulta obscena y demoníaca. Además, comprar esa tele sí que sería vivir por encima de nuestras posibilidades. ¿Quién tiene una casa en la que quepa una tele de ocho plantas?
 

No hay comentarios: