jueves, octubre 22, 2009

PAGAR “DE OÍDO”

El jabón de lavavajillas es caro. Ahora lo venden en pastillas comprimidas o en pequeñas bolsas con la dosis justa de jabón líquido. En la última compra tuve que reponer, y, aunque ya me había decidido por una marca líder, cuando llego al pasillo me encuentro con que no sé si su liderazgo es de ventas, de investigación y desarrollo, de variedad de productos o de confusión al consumidor. Quiero decir que tenía, al menos, dos bolsas diferentes. En una, las dosis contienen sólo jabón verde; en la otra, añaden otro líquido azul engarzado con el verde en un dibujo en plan yin-yang. Dice que abrillanta. En mi casa nadie me he quejado nunca del brillo de la cristalería, así que me llevo la normal. ¿Pero qué tamaño? Me dejo guiar por mi instinto. Mi instinto de ahorrar, quiero decir. Hay una bolsa que dice que en caja me descuentan directamente dos euros y medio. ¡Pues ésa y no se hable más!

Compro más cosas. No muchas, pero sí las suficientes para olvidarme del precio del lavavajillas y de la estupenda oferta de la que me voy a beneficiar. Cuando voy a pagar, algo me suena raro. Me parece mucho dinero para las pocas cosas que llevo. Caigo en que el lavavajillas vale como ocho euros, con lo cual ya es fácil que llegue a la cantidad que me ha dicho la cajera. Pero en el mismo momento me doy cuenta de que, a esos ocho euros y pico hay que hacerle un descuento. ¿Me lo habrán hecho? No padre. Lo reclamo. La cajera confirma que es así, pero no se la ve muy suelta ejecutando el operativo de la oferta. Una compañera le explica que simplemente me dé el dinero (yo ya he pagado), y que pegue la pegatina en el ticket. Accedo a irme sin mi comprobante de compra. No creo que le fuera a sacar más partido.

Minutos después, en la frutería compro cuatro cosas con intención de bajar en un par de días con una lista más amplia. A la hora de pagar, el precio vuelve a sonarme alto. Es aproximadamente la misma cantidad que suelo gastar, pero me he llevado menos cosas. El ticket no menciona el género; sólo el peso, el precio del kilo, y el resultante. No consigo asignar a qué corresponde cada cosa, y el frutero vuelve a pesarlo todo. En efecto, me estaba cobrando dos euros y pico de más.
Vaya tarde. Si compro en un par de tiendas más, me forro. Ahora, como no empiece a trabajar pronto me voy a convertir en contable.

2 comentarios:

Daniel S dijo...

Te han intentado timar dos veces seguidas.... mmm... se acerca el día de la escopeta!!

Anónimo dijo...

El otro día a mi me "timaron" en un supermercado -creo que era el "Ahorramás"- con una sutil técnica comercial. Llego a la sección de carnicería y veo un cartel: Jamón pata negra de bellota 8€!

-"¡Qué bien, me voy a poner morao! Póngame 250 gramos al corte".

Cuando me lo pesa veo que el precio de los 250grs eran 20€!!! Me fijo otra vez en el cartel y veo que, en pequeñito, ponía 100gr. Es decir, que eran 8€ los 100gr.

La trampa está en que uno está acostumbrado a que en la charcutería los precios van al kilo, nunca a los 100 gramos.

En fin, al menos el jamón estaba de muerte :D