jueves, octubre 22, 2009

EL PARTIDO DEL VIERNES

Después de dejar que la vuelta al cole se asiente, llega el momento de que los Padres y Antiguos Alumnos reconquistemos nuestros terrenos: los campos de futbito, el del patio y el del polideportivo. El viernes comenzamos la temporada de este curso, en mi caso con muchas ganas y totalmente resignado a sufrir agujetas hasta el próximo partido. Desde finales de mayo lo más cerca que he estado de hacer deporte ha sido restaurando un futbolín este verano (eso merecería un blog entero, pero se me pasó el momento), y la inactividad pasa factura. Así y todo, encaro el curso deportivo con ilusión y alegría. Creo haber comentado alguna vez que jugar al futbol es, con toda probabilidad, la única actividad que me divierte. Así que, si puedo jugar, doy gracias... ¡y hasta que el cuerpo aguante!

Hablaría de lo cortos que estamos de efectivos los naranjas este año, del gran fichaje que hemos hecho y de más que habrá que hacer, pero mi blog es personal y en esta nota he venido a hablar de mi intervención en el partido. Porque estuve enorme. Podía no haberlo estado y lo habría dicho. O, al menos, me habría callado. Pero no sé que tuve, presencia tal vez, un estar permanente en mi sitio, que sin casi moverme llegué a desesperar a nuestros contrarios los blancos. Aguanté cuando debía, salí cuando fue oportuno, tapé hueco en todo momento sin perder la vertical. Y casi sin yo saberlo, mis reflejos sacaron la mano en varias ocasiones a una altura y distancia del cuerpo absurdas, despejando lo que era un gol cantado. Mientras, nuestras filas iban entrando en calor y, tras un tercio largo del encuentro sin hallar portería, conseguimos marcar. Después, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, fueron cayendo más goles.

En nuestro lado, también cayó alguno: un tiro imparable, después de rechazar dos disparos a bocajarro, y otro en una jugada sucia de córner en que – ahí sí que no estuve bien – no salí a defender mi territorio. Saqué un balón del suelo en la misma línea, pero uno de los míos, que cubría el poste, impidió con su pierna que el balón saliera de la puerta, y un delantero blanco la empujó. Resultado: Naranjas, 7; Blancos, 2.


Al terminar no necesité las felicitaciones de mi equipo, aunque las hubo. Yo sabía el partido que había hecho, aunque también sentía que no lo había hecho yo, sino que, simplemente, había dejado actuar al cuerpo sin interferir, y éste había sabido estar en su sitio y hacer lo que debía. De vuelta a casa, sólo notaba un tirón en la parte posterior del muslo izquierdo, que ya traía yo de días anteriores. El sábado, no tenía más agujetas que si me hubiera pasado la tarde jugando a las cartas. Así pues, resultado: Satisfacción, 100; Cansancio, 0.

1 comentario:

Daniel S dijo...

Lo que daría por verte moviéndote... vertiginosamente!