jueves, marzo 07, 2013

ANDO PARADO Y NO PARO DE ANDAR

Noto la crisis en que antes no tomaba taxis por no gastar, y ahora, por ahorrar, hasta me ahorro el metro. Le doy una coba a cada metrobús que no se imaginan. El último me lleva durando desde principios del mes pasado, y no es que no salga de casa, que estaré parado pero no paro. Lo que pasa es que en el ocio del desempleo el tiempo ha dejado de ser un artículo de lujo, y uno nada en su abundancia. Por eso puedo permitirme ir andando a muchos sitios, y lo hago. Debo de llevar como tres caminos de Santiago en el último mes. Además me viene bien por una cosa del colesterol que ya les contaré si me animo a seguir escribiendo.

Vivo en un cruce de caminos y puedo ir a muchos sitios en línea recta, y a muchos más con doblar una sola esquina a lo largo del trayecto. Si uno sabe cómo llegar y tiene el tiempo, la distancia no parece tanta.

Andando, la ciudad se me hace más corta y accesible. Vivo en Madrid como quien vive en un pueblo, un pueblo grande, de altos edificios y numerosa vecindad, donde hay de todo: conciertos gratuitos de fundaciones, presentaciones de libros en grandes almacenes, un herbolario en cada manzana, talleres de pintura, homeópatas... Me gusta ver que se puede disfrutar de una vida tranquila sin tenerse uno que retirar al campo. Madrid se me ha convertido, sin ella saberlo, en una ciudad de provincias, una "ciudad lenta". En mi camino, ni veo los coches, más que cuando tengo que atravesar la Castellana, y los semáforos se confabulan para que no pueda hacerlo de un tirón. Ni de dos. Pero me da igual. Tengo tiempo.

Y en este "beatus ille" urbano, en que el mundanal ruido pierde identidad y se disuelve en otras notas, encuentro una secreta satisfacción en el pequeño vértigo que me entra al no recordar dónde aparqué el coche por última vez hace seis días.



2 comentarios:

lover dijo...

Brillante!

Álvaro López de Quintana dijo...

Gracias, Amatore.