miércoles, marzo 13, 2013

PAPABLES Y MINISTRABLES

Me ha decepcionado la RAE. En mi versión del diccionario de la lengua española, que ni siquiera es la última, admite las entradas de los palabros "papable" y "ministrable", inventos que parecen de hablantes díscolos y comodones, tal vez de la prensa.
 
Es condición de la lengua el carácter generativo; es decir, que el lenguaje se puede crear, siguiendo unas reglas internas propias. De esta manera, el sufijo -ble se puede añadir a la raíz de cualquier verbo con el sentido de "lo que puede ser hecho". Es decir, que algo administrable es que se puede administrar, y algo palpable es que se puede palpar. Por ello, resulta artificioso componer unas palabras a partir de un sustantivo (papa y ministro, en estos casos), en lugar de un verbo. ¿O sí existen los verbos? Pues la verdad es que sí existen.
 
Hay un verbo "ministrar" con los sentidos de servir o ejercer un oficio, empleo o ministerio, dar o suministrar a uno una cosa y, por último, administrar. Según esto, el ministrable no es la persona que va a ministrar, sino la cosa que va a ser ministrada; es decir, el oficio, empleo o ministerio. Sería más razonable decir que una determinada actividad pública, por ejemplo, la Igualdad, es ministrable si hay indicios de que se va a convertir en ministerio, en este caso el ya extinto Ministerio de Igualdad. 
 
En el caso de "papar", la cosa es más divertida, porque viene a significar o bien comer cosas blandas sin mascar o sencillamente comer, lo que nos da como resultado que alguien papable es alguien blando que se puede comer sin masticar. Quizá haya algún gordito de poco tono muscular entre los cardenales, cuya carne se deshiciera en la boca, pero ¿alguien lo ha comprobado antes de decirlo?
 
Soy consciente de lo cómodo que resulta utilizar estos adjetivos, pero me opongo completamente por la confusión que crean en los hablantes, al dar un uso nuevo a un sufijo ampliamente utilizado. Una cosa es la generación del lenguaje, y otra muy distinta inventar. Y si queremos inventar, es mejor alejarnos de modelos existentes para no crear una duplicidad que al final acaba anulando la regla. Si el sufijo -ble se puede aplicar por igual al complemento directo que al sujeto, las palabras generarán duda sobre su sentido. ¿Alquilable será un piso que se puede alquilar o el casero que lo tiene vacío? ¿Bebible es una bebida apta para el consumo humano o un hombre que tiene sed?
 
Mi propuesta, pues, es desterrar estos engendros de nuestro uso común y utilizar palabras sencillas que todos conocemos como "favorito" o giros, a priori menos económicos, pero sin duda más respetuosos con el ecosistema lingüístico y a la larga mucho más acordes con criterios de sostenibilidad lingüística.  Candidatos con más mérito, con más apoyos, que tienen "más papeletas"... son maneras más incómodas de decirlo, pero menos agresivas con nuestra lengua. Y tenemos que cuidarla, porque cada día la hablamos más gente.
 
En otro caso, y puestos a inventar, siempre podemos echar mano del creador más independiente y exitoso que ha habido en nuestro país en los últimos tiempos, y para designar a las personas merecedoras de las dignidades de ministro o papa, utilizar los giros "fistro ministerial" y "fistro papal". Peor no iba a ser, ya se lo digo yo.

3 comentarios:

lover dijo...

Del nacimiento de estos palabros tiene la culpa la "economía" del lenguaje al que tanto acuden los periodistas, cuando se tienen que ceñir a una determinada extensión. Una vez más la economía, en la forma que sea, detrás de todos los males que nos rodean...

Álvaro López de Quintana dijo...

Efectivamente, y además de modo parecido, porque esta supuesta economía lo que hace es arruinar, como explico en el post, y es absurdo que la RAE se pliegue a aceptar palabras por la tiranía del uso. También se usan cocreta y mondarina, y nos entendemos si las usamos, pero es bueno que haya un estándar normativo que ponga las formas croqueta y mandarina como referencia. O el verbo descambiar, que también está aceptado, y que no puede ser menos "económico". Lo primero, es más largo que cambiar, que es el verbo que debería utilizarse, y lo segundo es que es en sí redundante. Generativamente hablando, lo que significa es deshacer un cambio, de modo que su uso sólo se justificaría en el caso en que, después de cambiar algo, una prenda que has comprado y que no te ha convencido, por ejemplo, volvieras a cambiar lo que tienes ahora por esa primera cosa que compraste y cambiaste. O sea, lo que llamaríamos un "giro de 360 grados".

lover dijo...

"por la tiranía del uso"... jaja, los demócratas una vez más, rodeados hasta en el lenguaje. Totalmente de acuerdo contigo, hay que hacer un escrache de esos (¿existe una palabra española que se adaptara bien y que no fuera peyorativa?) a la RAE. A mí me mataron cuando decidieron que no había por qué acentuar "solo". Y eso sólo se lo perdono a aquel que se siente muy solo... (porque a ése, se lo perdono todo)