domingo, abril 16, 2006

AL HOMBRE PULGA TODO SON PERROS

En este día conmemora el mundo cristiano el triunfo del hombre (de uno, en realidad) sobre la muerte. Nos es dado a todos, pero estamos muy lejos, me temo, y no creo que ir de procesión sea la mejor manera de avanzar (no lo digo, desde luego, porque se camine despacio, que también). En fin, sírvanos - a mí me sirve - esta humorada de la neurosis como recordatorio y examen de conciencia, y que cada cual se aplique si le presta.

Al hombre pulga todo son perros.

El ladrido estridente
del perro chiquitajo del de abajo
le saca ya del sueño
sin que haya terminado su descanso.

Le llena de pelujos
pardos, grises y oscuros la cabeza;
son pelos que no pesan,
pero estorban la mente, se la ensucian.

Sin darle tiempo apenas
a saber que es un hombre, y a sentirlo,
otro perro que ladra
le pone el antifaz de sufridor.

Es un ladrido ronco,
perezoso y quejica, mantenido
en el aire por inercia.
Dice el perro del tiempo que hay borrasca.

El hombre pulga, entonces,
se siente desvalido e indefenso,
y ante el clima inclemente
guarda luto; es el viudo del sol.

Se esconde el hombre pulga
de sí mismo; cerrada la ventana,
respira aire viciado.
Por todas las rendijas entran perros.

Los dogos, los mastines, san bernardos...
los perros del pasado
le vuelven a ladrar después de muertos;
uno casi le muerde.

Y los perros de ataque tras las verjas:
dobermanes, rotwailers
que imagina sin verlos van tras él.
Está paralizado.

Se le escurre una taza, se le rompe.
Es un perro. Otro más
si se llega a cortar al afeitarse.
Hay toda una jauría.

Parece que ha dispuesto
y que ha puesto de acuerdo el universo
a millones de perros,
y a todos los achucha contra él.

Si se observa sincero,
va a ver el hombre pulga que los perros
no ladran y no muerden
si no les deja el hombre que lo hagan.

Si aguza la mirada,
incluso puede ver que no los ve,
que no hay a qué temer,
que los perros no gruñen y no existen.

Si lo ve el hombre pulga,
no ha de ser hombre pulga por más tiempo.
Al hombre pulga, mientras,
sufrimiento: todo para él son perros.

8 comentarios:

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Magnífica metáfora, la del viudo del sol. Da qué pensar.
Estupenda también su palmera. En realidad, la palmera es material literario de primerísima calidad, todos los críticos coinciden.
Gracias por sus elogios inmerecidos, pero ciertos.

El Autor dijo...

La verdad es que vivimos una época en la que vemos muchos perros. Tal vez demasiados. Hay quien se sienta frente al psicólogo y dice "esta semana... he estado un poco derpimidillo" y espera a que el psicólogo lo arregle como quien hace un cambio de aceite al motor de un coche.

Muchos hombres y mujerers pulga con poca o ninguna intención por su parte de dejar de ver esos perros fantasma. En ocasiones me gustaría zarandearlos y decirles que despertaran o, recurriendo al popularismo, gritarles aquello que siempre me ha hecho tanta gracias de: "Menos Lobos, Caperucita".

Álvaro dijo...

Sí, como a aquella del paraguas del tren...

El Autor dijo...

:-D

Pues le habría venido bien, que lo sepas. Que hay gente a la que sólo le falta ir con un cuarteto de violinistas al lado.

Mira, lo mismo lo pongo en mi blog. A ver que piensa la gente.

Galahan dijo...

Yo, pulgas, pulgas, las de los bares, con jamoncito y tal.
Y perros... calientes.

Tras este festival del humor, nada, que he descubierto tu blog y muy entretenido. Seguiré por aquí si se me permite. He leído los atrasados (vaya, suena fatal eso...) y he dejado cosas por ahí pero bueno, que me apunto en estos instantes.

Álvaro dijo...

Bienvenido, Galahan. Ahora leeré tus comentarios. Un saludo.

Anónimo dijo...

Como la cosa va de pulgas, te pongo la famosa fábula (sin moraleja) de la pulga y el motociclista:

Una pulga está tomando sol en la playa, cuando ve que se acerca una pulguita amiga toda muerta de frío.

- ¿Que te ha pasado que vienes muerta de frío? -le pregunta.

- Te cuento: Como quería venir a la playa, me subí en el bigote de un motociclista que
venía a 200 Km. por hora y me hizo pasar un frío terrible.

- No seas bruta, tienes que hacerlo como yo, te escondes en el baño de mujeres y cuando entre una, te subes a su ropa interior. Viajarás calentita y segura todo el tiempo.

El fin de semana siguiente se vuelven a encontrar las pulgas en la playa y se repite la misma escena: una pulga toda bronceada y la otra muerta de frío.

- ¿Y ahora qué te pasa, no hiciste lo que te recomendé?

- Claro que sí, lo hice, me fui al baño de mujeres, llegó una y cuando se bajó la ropa interior, me subí, me acomode y ahí mismo me sentí calentita y me quedé dormida.

- ¿Y entonces, qué pasó?

- No lo sé, cuando me desperté, estaba otra vez en el bigote del motociclista viajando a 200 km/h. muriéndome de frío.

Álvaro dijo...

Veo, Liuva, que has conseguido enlazar en un sólo comentario el post del hombre-pulga con el de los tres hombres con bigote. ¡Enhorabuena!