martes, abril 11, 2006

LA NOTA DISCORDANTE o TRES HOMBRES CON BIGOTE

Me han hablado este fin de semana de una nueva terapia que consiste en someter al paciente a la audición de una y única nota musical (a cada uno la suya). No lo digo con ironía: creo en el poder regenerador del sonido. Otra cosa son los extraños cálculos que se realicen para identificar cuál es la nota concreta que a ti te corresponde.
Pues bien, si hay notas armónicas, también las hay discordantes. Son las notas - o "los notas" - que dan la nota. En estos últimos días, yo he ejercido de nota discordante en relación a los demás e incluso conmigo mismo. Me explico.
Por razones de prioridad largas de explicar, he declinado dos invitaciones a pasar unos días fuera. Una, de mis hermanas, para aprender a esquiar (¡a estas alturas!) con la Asociación de Padres del colegio de mis sobrinos. Otra, con mis compañeros de trabajo, para ver el comienzo de la grabación de la serie que estamos escribiendo. De modo que, por partida doble, he sido el "raro" que no viene.
Castigo de Dios: mientras mis hermanas se divierten esquiando, sometiéndose a mil posibles accidentes, voy yo y, no me preguntéis cómo, al subir un escalón de mi casa, me hace crack la rodilla y se me inflama - luego lo he sabido, yo pensaba que era rotura de menisco - el tendón rotuliano. Y mientras mis amigos, con la excusa del viaje de trabajo, se van de fiesta al País Vasco, a ponerse hasta arriba de chuletones y txacolí, voy yo y me hace crack el estómago. ¿Ha dispuesto el universo en su infinita sabiduría que me ponga malo y me estropee la rodilla yo en vez de ellos? Quizás. Ya pueden agradecérmelo. Me queda ese consuelo... o este otro: que si llego a ir a cualquiera de ambas cosas hubiera sido peor.
Por la mañana estuve en urgencias traumatológicas (que no traumáticas), me hicieron una radiografía y el médico comprobó que no tenía nada roto. En el informe , apuntaba:
. Síntomas: dolor de rodilla (en español, dolor de rodilla)
. Diagnóstico: gonalgia (en español, dolor de rodilla)
Por la tarde, al homeópata (un saludo, Luis, si me estás leyendo y si quieres publicidad te pongo el apellido). Tiene mi médico un ingenioso aparato con el que puede testar qué alimentos le sientan bien o mal a tu cuerpo en un momento determinado. Ayer lunes por la tarde, mi cuerpo no aceptaba nada. Ni huevos ni arroz ni aceite de oliva ni lechuga, de frutos secos sólo las almendras, ninguna carne, poquitas frutas (apenas el pomelo y el melón y algunas fuera de temporada). Después, me tomó el pulso, y me dijo que me lo había dejado en el metro. Vamos que, deprimido o no (que más bien sí), lo milagroso es que estuviera vivo. En resumidas cuentas, que estoy a estricta dieta y convaleciente de mí mismo. ¿Soy o no soy una nota discordante? En cuanto a la rodilla, me puso una infiltración y voy bastante mejor, gracias.
Todo esto es el preámbulo del verdadero asunto que nos ocupa (más breve, sin embargo). Después de la homeopatía, un grupo de rebeldes convecinos de mi comunidad nos habíamos confabulado para ver a un administrador de fincas con objeto de valorar si cambiar a la que ahora nos lleva las cosas, que en realidad no las lleva a ningún sitio, las deja exactamente donde están y cómo están. El candidato nos causó buena impresión: un hombre mayor, bajito, de aspecto bonachón y simpático, con pelo blanco y bigote. Como si fuera un médico de casas, se interesó por la edad, salud, peso y achaques de la finca, y preguntó quiénes nos estaban llevando los papeles. Mis convecinos - y yo arrastrado por ellos - nos desahogamos de mala manera, sacando a relucir el memorial de agravios que cada uno de nosotros teníamos con la administradora. No me siento orgulloso.
En medio de la conversación, por un momento, me salgo de la escena y veo que a mi izquierda Juan Ripoll luce, como siempre, su flamante bigote blanco, como el administrador, mientras que, a mi derecha, Alberto Rodríguez también adorna su nariz con un mostacho, negro en este caso. Y me pregunto: ¿cuántas oportunidades puede uno tener en la vida de formar parte de un grupo de cuatro personas en el que tres tengan bigote? El bigote no está especialmente de moda (ni siquiera lo estuvo cuando Aznar) y, de hecho, los de Juan y Alberto son los dos únicos bigotes de la comunidad. Incluso me planteo si esta confluencia triangular pueda tener algún sentido, pero no logro entenderlo y me mareo.
A mí el bigote me resulta simpático, como si las sonrisas con él fueran más marcadas. Mi tío Augusto tiene, y lo recuerdo jovial y dicharachero. Enrique, un amigo de mi padre con gran sentido del humor, también. Y Tip tenía. Y mi padre lo usó de joven, largo y con guías, como Dalí, y volvió a dejárselo, más discreto, cuando su jubilación. Yo mismo he querido llevarlo alguna vez, y en algún entreacto entre barbado y lampiño, me he quedado a medias, con perilla a veces (como mi homeópata, por cierto, ¡vaya tarde la de ayer!) o sólo con el bigote. La presión familiar, sin embargo, ha sido insoportable. Mi madre y una hermana no lo aprobaban: "con barba estás guapo, sin barba también; con bigote no", como aquel otro axioma materno: "mis hijos, o curas o casados; solteros no". Y aquí me tienes. Quizá elegí mal en qué ser rebelde. El caso es que, si en su día hubiera seguido y mantenido mi instinto bigotil, la reunión de ayer hubiera sido absolutamente bigotuda y nos lo habríamos pasado, sin duda, "de bigotes".
Pero fui la nota discordante.

5 comentarios:

El Autor dijo...

Ay, Álvaro, Álvaro...

Si hubieras venido con nosotros te habrías cansado, escandalizado, molestado, congelado, mojado, cantado, trasnochado, fotografiado, empachado, enfadado y... emborrachado (Bueno, no. Eso último no) ¡Pero no te habrías aburrido! Que es lo peor. Y, muy probablemente, no te habrías roto la rodilla. Aún así... yo creo que no iré a la siguiente presentación. Hasta leer tu relato pensaba escribirte diciendo "Has acertado al no venir" pero ahora no lo tengo tan claro.

P.D: ¿Se te rompe la rodilla sin motivo aparente y te pones a régimen? ¿Tú? Permiteme que te de un consejo desde mi más absoluto desconocimiento sobre esos regimenes tuyos tan extraños. Si lo haces por diversión está bien, pero si lo haces persiguiendo un objetivo como, por ejemplo, "estar mejor" creo que dejarse crecer el bigote si te apetece y sumarse de vez en cuando (Qué demonios!) en la montaña rusa de los excesos controlados... es un alimento que tanto el cuerpo como la mente necesitan de cuando en cuando.

Un besote!!

Álvaro dijo...

A mí me pasa al revés, me estabais dando mucha envidia... hasta que he leído tu artículo. La verdad es que, yendo con vosotros, hubiera sido aún más nota discordante mareándome en el viaje, tratando de no beber alcohol, no comer demasiado y no trasnochar, aunque, como tú dices, no me hubiera aburrido. Difícil equilibrio. En todo caso, bastante montaña rusa tengo yo solo como para añadirle los altibajos de los excesos controlados, que nunca pueden serlo del todo. Por lo demás, la rodilla no llegó a ser rotura, sino una inflamación y va mucho mejor, y lo del estómago también, pero, claro, comiendo a menudo y como un pajarito. Ya me ha dicho Jon que, aunque sea Semana Santa, no hace falta estar como un cristo. Ya te llamaré en algún momento para que me cuentes largo y tendido qué es todo eso que tanto te ha escandalizado. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Si la terapia consiste en oír durante dos horas un do sostenido lo que puedes conseguir es volverte majara. Esa misma terapia debe ser la que hace mi vecino de arriba que se pasa todo el día con el chunda chunda de la música bakalao. Así está él.

¿El escalón de tu casa lo subiste antes o después de la terapia del chunda chunda de una sola nota? Porque si es después no es de extrañar que te rompieras el tendón rotuliano, y se te cortara la digestión. El “bakalao” es difícil de digerir.

De todas maneras tuviste suerte, porque ir a esquiar con una Asociación de Padres es como para echarse a temblar. Lo que me temo es que no colara la disculpa. Tienes un borrón difícil de limpiar. Una Asociación de Padres no olvida facilmente una afrenta así.

¿El pulso también te falla? No me extraña que tengas complejo de “nota discordante”, pero de nota muy baja, un muy deficiente (cero patatero que diría un señor con bigote).

Hay un refrán mexicano que dice “Caballo de crin grandota y hombre de mucho bigote, matalotes.

(matalote: caballo inútil, torpe, haragán y de pura apariencia)

Álvaro dijo...

Liuva, lo de la terapia es algo que me han contado, yo no he ido y no sé exactamente en qué consiste. Supongo que durará menos de dos horas, porque, si no, efectivamente, es para volverte más loco de lo que estés. Lo que sí es seguro es que no tiene nada que ver con el bakalao, que si hace algo es volverte del revés. Los de la Asociación de Padres no me preocupan, y mis hermanas ya me disculparon. Además, ya participo con ellos: juego de infiltrado como portero en la liga de futbito del cole de mis sobrinos (no es nada ilegal, yo fui antiguo alumno), así que conmigo no tienen queja. Pero lo raro es eso, que la rodilla no se me casque parando el cemento como suelo, sino en esta casi de reposo sólo subiendo el escalón. Así no me extraña que el pulso se me quedara abajo, diría "si subo, me rompo". Bueno, lo importante es que todo va yendo mejor. Un saludo.

Anónimo dijo...

Lo siento Alvaro, pero creo que Dani, no te ha hecho un buen retrato de lo que te perdiste. Él en el fondo está jodido por otra cosa que nada tiene que ver con la gran comilona que nos pegamos hora tras hora. Y le doy la razón, tiene motivos para estra molesto, que te los cuente él. Pero si hubieses venido, tu estómago estaría ahora como un roble y tu rodilla perfecta ya que se te hubiesen hinchado otras partes del cuerpo, viendo a las actrices que tenemos en plantilla (el cuerpo es sabio y sólo hincha lo que es necesario)
Te esperamos en la siguiente, una imagen vale más que mil palabras.
A cuidarse caballero.