sábado, abril 22, 2006

PORTERO EN BLANCO

Ayer cumplí un deseo estético que me rondaba la cabeza desde hacía tiempo: vestirme con el traje blanco de esgrima para jugar de portero en un partido de futbito.

Practiqué la espada durante algunos años, con muy poca gracia, por cierto. La constancia no me hizo mejorar, y llegó un momento en que mi falta de técnica dificultaba la diversión. Tiraba siempre a la defensiva y repitiendo un escasísimo repertorio de fintas y paradas, en las que ni siquiera demostraba destreza. Lo dejé, y desde entonces el elegante traje blanco de esgrimista reposaba muerto de risa en el cajón de la ropa de deporte esperando una oportunidad.

De portero, por el contrario, no he dejado nunca de jugar y he de decir que siempre he desempeñado este puesto con solvencia y eficacia. Hace un tiempo, al aportar una cuota para participar en un campeonato, me correspondió una contrapartida en indumentaria que se tradujo en un par de guantes nuevos en colores plata, blanco y negro. Lo cierto es que pegaban más con el uniforme de espadachín que con mis pantalones largos acolchados, siempre negros y mi sufrida camiseta roja de portero. Entonces pensé cómo sería jugar un partido vestido de esgrima. La idea era jugarlo incluso con la máscara (al estilo de los porteros de hockey sobre hielo). Añadiría así un tono enigmático y misterioso a mi personaje que sin duda crearía inquietud en los contrarios. Tengo mis dudas sobre la legalidad de este extremo, aunque no creo, claro, que haya una norma escrita al respecto que indique que a los jugadores haya de vérseles la cara. Lo que sí es cierto es que, siendo como soy de cabeza estrecha y más bien pequeña, y habiendo comprado el material buscando la economía de las tallas estándar, mi careta no me queda precisamente ajustada, y temo que un balonazo mal recibido pueda causarme algún tipo de transtorno cráneo-encefálico. Y una cosa es la tontería de disfrazarse y otra exponerse a peligros innecesariamente.

Otros elementos se han ido sumando recientemente a los guantes. El agujero en la parte interior del empeine del pie derecho y la erosión casi total del dibujo de las suelas me ha hecho jubilar definitivamente las botas de futbito negras con dibujo rojo que tan a juego van con mi uniforme habitual, pero que harían mal efecto con mi nuevo color. Ahora ya tengo zapatillas blancas. Y unas rodilleras que hace poco me pasó un colega guardameta de mayor calibre que yo. Son negras, sin dibujo, y hacen buen juego con los dedos negros de los guantes.

El caso es que, como el traje, yo mismo esperaba cuándo y dónde hacer mi original propuesta artística "Portero vestido de esgrima". La liga municipal en que juego los domingos se desarrolla al aire libre en campos de cemento pintado de rojo. Inclemencias del tiempo, raspones y manchas de pintura no son el destino que quiero darle a mi traje. La "instalación" debe hacerse, sin duda, a cubierto. Y ayer se dio el caso: en el partido de la APA del cole de mis sobrinos, nos tocaba polideportivo. Una pista de material (no sé cuál, una especie de goma dura no agresiva para la ropa) y a cubierto de la lluvia.

Allí me presenté, disfrazado. Al fin y al cabo, ir de esgrimista a jugar al fútbol es como vestirse de smoking para hacer tu jornada laboral en la oficina. Más o menos. Es curioso lo de los disfraces. Para hacer deporte, uno siempre se disfraza de algo, y siendo portero más. No se puede poner uno en la portería de cualquier manera, en plan "pasaba por aquí". Mangas largas, acolchados, rodilleras, guantes, todo tipo de protecciones... De modo que va uno disfrazado. Y yo ayer, redisfrazado. Reinventado. Un portero deconstruido, que diría Ferrán Adriá.

Alguna vez me he preguntado el porqué de los colores de los porteros. Hubo una época en que se puso de moda - yo escapé - una camisetas con estampados multicolores que hacían daño a la vista. Según ciertas teorías, ésa sería su función: hacer daño a la vista, y desorientar a los contrarios. No creo que el fútbol de base sea tan importante que justifique atentar contra la estética. Además, los profesionales siempre demostraron un poco más de gusto. Lo que sí ha permanecido siempre, y yo he participado, es un halo de negrura y agresividad en los colores. Los pantalones, siempre negros, y en las camisetas y los guantes se prodiga mucho el rojo. Los psicólogos insisten en que los colores llamativos como el rojo en guantes y camisetas atraen la atención de las personas y hacen que, de modo inconsciente, los jugadores estallen sus disparos en el cuerpo o las manos del guardameta. Es posible. Yo ayer me la jugué, todo de blanco, menos los guantes (plata, negro y blanco) y las rodilleras (negras). Y la nota discordante, unas coderas de un azul imposible (la chaqueta de esgrima no es acolchada, ¿qué queréis?).

La parte deportiva no tiene mucho interés: un partido disputado contra un enemigo muy competitivo, en el que no nos acompañó la fortuna. Dos de los goles recibidos fueron de rebote en propia puerta, y llegamos a fallar un penalty. Yo hice mi labor, tuve que salir mucho del área y no siempre conseguí ser del todo eficaz. Fuimos siempre por detrás en el marcador, y en las dos o tres ocasiones en que llegamos a reducir la diferencia a sólo un gol, parece como si algo nos impidiera concretar el empate. Como en el "ángel exterminador", no conseguimos salir de la habitación de la derrota. Hay quien habla del "miedo al éxito". ¿Puede haber un "miedo al empate"? Ya me parecería muy patético. En cualquier caso, así fueron las cosas.

De todo ello, me queda la experiencia de que, anoche, por fin, jugué de portero vestido de esgrimista.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay un pueblo en Zamora llamado Bercianos de Aliste en el que el viernes de la Semana Santa los cofrades desfilan con la que será su mortaja el día que se mueran. Una túnica blanca a modo de venda envuelve su cuerpo y una capucha, también blanca, cubre su cabeza. Es la España profunda, muy profunda.

Pues bien, a mí las vestiduras de la esgrima siempre me han recordado a las mortajas que envuelven los cadáveres de los mozos de Bercianos de Aliste. Parece como si uno de los dos contendientes al ser pinchado por el florete del otro ya estuviera preparado para ser envuelto en la mortaja en la que será sepultado. La esgrima me da grima.

Y tú vas y te pones de portero (Cancerbero: perro de tres cabezas y cabellera de serpiente que custodiaba el reino de Hades) vestido con la mortaja de la esgrima. Y encima hablas del “ángel exterminador”. Humor negro vestido de blanco.

Álvaro dijo...

Liuva, el traje con la máscara entiendo que dé un poco de yuyu, pero a cara descubierta... De todas formas, las imágenes que me has servido me han dado suficiente mal rollo como para quitarme las ganas de volverlo a hacer. (¡Qué mundo el de las procesiones de Semana Santa! ¿Qué tendrá que ver el morbo con el espíritu?)

Txopsuey, créeme, si siguiera con la esgrima, me darías mucho más que mi merecido, así que más me vale no meterme en esa guerra.

Vicisitud y Sordidez dijo...

En tiempos, un amigo mio decía que tres de las peores cosas que podía hacer un ser humano eran: votar al PSOE (eran otros tiempos...), ir de smoking, e ir al gimnasio. Pero, y este es el matiz, ese amigo consideraba que, si todas se hacían a la vez, entonces era brillante: Ponerte un smoking para ir al gimnasio y, acto seguido, ir a votar al PSOE.

La última vez que fui a votar - ese 14 M, y al PSOE, mira tú- me dio rabia no tener un smoking a mano.

Enhorabuena por tu gesta y gracias por tu Battiática visita a mi blog.