lunes, mayo 06, 2013

MI PODEROSO INFLUJO SOBRE LAS GRANDES CORPORACIONES

Terminado ya mi capítulo sobre cómo conseguí que Jorge Salvador renovara el mobiliario de la terraza de 7 y acción para mi libro de memorias televisivas, hablaré aquí de empresas más altas que me han subido la moral a la par que me la han bajado. ¿Cómo es eso? Lo explicaré.

Los fieles que siguen mi blog sabrán enseguida de qué hablo. A los nuevos les remitiré a mi entrada del 5 de octubre de 2010 titulada "Algo pasa con el Banco de Santander".
 
Por hacer un resumen, diré que había encontrado faltas de ortografía en las placas de algunas sucursales de este banco, pero durante un tiempo estuve ocupado y no saqué tiempo para hacérselo llegar. El pasado mes de marzo llegó el momento, elaboré un dossier informativo y se le envié a un contacto que tengo en el Santander para que lo transmitiera al departamento correspondiente, no sin antes comprobar que las placas seguían mal escritas. Todo de buen rollo, en plan divertido y sin querer meter el dedo en el ojo a nadie, mostrándome colaborador y ofreciéndome para lo que pudieran necesitar. De hecho, lo titulé como Dossier Confidencial y le adjunté el siguiente preámbulo:
 
  "Este informe ha sido elaborado por un particular, amante de la correcta escritura y los paseos atentos. Paren, pues, las alarmas, que no es un documento oficial encargado por la propia entidad bancaria para fiscalizar el trabajo de sus departamentos ni tampoco ningún otro tipo de inspección pública".
 
Pues bien, el martes en uno de mis largos paseos comprobé que José Abascál ya se había convertido en José Abascal como Dios manda y yo proponía, en las dos sucursales detectadas por mí; que Maria De Molina había recuperado su acento y rebajado las ínfulas de la preposición, de forma que pudiéramos leerla como María de Molina, y que Conde de Peñalvér imitaba la grafía de la placa municipal que está a sólo dos metros: Conde de Peñalver. ¿Casualidad? Yo creo que no. A mi inflada inmodestia le gusta sentirse causa activa de estos cambios. Mi contacto lo da por hecho. Hasta aquí la parte heroica de este caballero andante de la lengua española.
 
La parte patética es que he hecho un favor a una de las empresas probablemente más ricas del país, sin que nadie (salvo mi prima) haya acusado recibo de mi dossier, me lo hayan agradecido ni por supuesto me hayan ofrecido colaborar en la corrección lingüística de su red de sucursales y de su departamento de comunicación. Vamos, que le he hecho un favor gratis al mismo banco que durante años estuvo cobrando 30 céntimos de comisión por apunte a nuestra Comunidad de Vecinos (nos acabamos cambiando, claro).
 
Lo que ellos no saben es que aún conozco más placas incorrectas... ¡y no se lo he dicho! ¡Ja!¡Ja!¡Ja! (Pronúnciese con voz grave y hueca) ¿Quién ríe ahora? ¿Eh? ¡¿Quién ríe ahora?!

Ah, bueno, que ésa es otra. Que ni siquiera me han dicho que el dossier estaba muy gracioso. Y lo estaba.

No hay comentarios: