martes, octubre 31, 2006

CAMBIO DE HORA

Nunca me ha gustado el horario de invierno. Eso de que a las seis de la tarde sea totalmente de noche me deprimía bastante. Este otoño, afortunadamente, he entrado con buen pie, me encuentro con buena salud mental, nerviosa y anímica, y me doy cuenta de que todas las circunstancias son neutras. La tristeza la pone uno. Por supuesto, me sigue gustando mucho más el sol, el calor y la luz que la noche, las nubes y la lluvia, pero no me hago un conflicto por eso. Es otoño, luego el día dura menos, hace más frío y llueve. Es un hecho objetivo. Si el otoño no fuera así, el verano tampoco podría ser el que es. Pero me desvío, no quería hablar de las estaciones en sí, sino de la manipulación del hombre con los horarios.

Creo que siempre tenemos una desviación de horario con respecto al sol, no sé por qué (por otro lado, ¿qué sabe el sol de las horas?). Pero, por encima de esa supuesta desviación, nos sacamos otra más haciendo los cambios de hora de invierno y de verano. Uno pensaría, lógicamente, que cuando los días duran más, se podría retrasar una hora, y cuando duran menos, adelantarla. Así anochecería más o menos a la misma hora todo el año. Sin embargo, es al contrario. Cuando el día es suficientemente largo, se adelanta la hora para que se haga de noche más tarde todavía, y cuando es más corto, se atrasa, para que a uno la merienda le sepa a cena. Se argumentan razones de ahorro de energía. Estarán estudiadas, digo yo.

Ahora bien, pensemos en este detalle: la duración de los días va subiendo o bajando (según las estaciones), a razón de aproximadamente un minuto al día. Eso quiere decir que para que anochezca una hora antes, tienen que pasar dos meses. De modo que lo que la mecánica del universo tarda dos meses en hacer, el hombre lo hace en una sola noche. Yo no entiendo mucho de casi nada, pero me da la sensación de que eso no puede ser sano.

No hay comentarios: