martes, junio 11, 2013

ESTOY BUENÍSIMO

¡Noticias frescas!, diréis algunas.
 
Desde luego, es algo que venía sospechando desde hace tiempo, pero que, por modestia, no podía dar por cierto. Y preguntarlo por confirmar me parecía de mal gusto. Pero hoy he tenido la confirmación que buscaba, y de forma concreta, con cifras y datos que la avalan. 
 
La mala noticia es que me lo ha dicho un hombre. El aspecto peligroso es que yo estaba en una camilla asaeteado de agujas por todo el cuerpo. La escena parece sugerir que me encontraba en manos de un Aníbal Lécter cualquiera y que la bondad de mi persona se refería al aspecto gastronómico. Nada más lejos de la realidad: estamos hablando de salud.
 
El médico homeópata que me mantiene sano con acupuntura me ha hecho una medición del funcionamiento orgánico muy pormenorizada, de la cual se desprende un parámetro: el estrés o desgaste celular, creo que se llama. El menda que se lo inventó da como único valor bueno el cero, pero la realidad es inmisericorde, y lo cierto es que el día a día nos desgasta, y tener más de cien puntos en esa categoría es algo bastante habitual que, por sí mismo, no compromete excesivamente la salud. Pues bien, yo llevo un año que me salgo. En septiembre, por mi cumpleaños, ya di una cifra inusitadamente baja en esta consulta: 50 puntos. En los controles trimestrales siguientes he subido un poco: a ochenta, y ciento y pico, respectivamente. Un promedio bastante aceptable. Hoy he roto cualquier expectativa posible y, sin haberlo pretendido, he rebajado mi propio record en un punto: 49. En resumidas cuentas, lo que estoy contado: que estoy buenísimo.
 
EL TRABAJO NO ES SALUD
 
Me pregunto qué estoy haciendo para conseguir estos altísimos niveles de salud. Aún no me he vuelto vegetariano ni macrobiótico, hago una sola hora de ejercicio a la semana, de tal manera que más que deporte es rehabilitación. Quizá que camino, quizá que me he puesto a comer sardinas cada dos o tres días por lo del colesterol, que sigue estable. Pero en septiembre aún no había empezado con nada de esto. No, la variable más importante de mi vida durante todo este tiempo es... (redoble de tambor)... que no trabajo. Quiere eso decir que, contrariamente a lo que postula la sabiduría popular, el trabajo no es necesariamente salud. Hay que ser muy prudente antes de formular las ideas contrarias; es decir: que la salud estriba en no trabajar o que el trabajo hace enfermar.
 
La primera idea (que la salud está en no trabajar) queda desmentida desde el momento en que la mayoría de las personas que mueren llevan tiempo jubiladas. Se podría pensar que eso refuerza la segunda teoría: que el trabajo les hizo enfermar. Pudiera ser. Pero estos planteamientos nos pueden llevar a territorios muy complicados ahora que van a reformar las pensiones. Por lo que tengo entendido, cuanto mayor sea la esperanza de vida, menor será la cuantía de la pensión, de manera que si uno decide no trabajar para estar más sano y vivir más años, cotizará muy poco, generando una exigua pensión que a su vez se verá reducida por su esperada longevidad. En el lado contrario, está la posibilidad de trabajar como un mulo cotizando al máximo, comiendo mucho, bebiendo mucho y fumando un cigarro detrás de otro. La alta cotización generará una alta pensión y el gran desgaste hecho hará esperar un infarto temprano, con lo que la pensión no sufrirá mermas. O sea, vivir mucho y bien, con poco dinero, o malvivir a tope con los bolsillos llenos. ¿Oriente y occidente?
 
Y todo esto, sólo por decir que estoy buenísimo. Ahora,  como digo una cosa digo la otra: lo del pelo no sé cómo lo voy a arreglar. Ya me hago un autobisoñé acostando hacia adelante el pelo más alto de la mitad posterior de mi cabeza, y en el frontal hago un trampantojo con los pelos del tupé de modo que a los ojos del ignorante siga pareciendo un muchacho de veinte años con unas pocas canas en la barba, pero la cosa está complicada. Ya empiezo a plantearme algún tratamiento crecepelo. O incluso el trasplante. No es, por supuesto, mi prioridad. Primero está terminar de pagar la hipoteca, después acabar con el hambre en el mundo y luego ya, eso sí, recuperar el pelo. Al fin y al cabo, tampoco importa tanto. ¡Con lo bueno que estoy!
 
 

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