viernes, octubre 01, 2010

KRIPTONITA

Esa música que no es música sino ruido atronador ataca al animal: agarrota los músculos y muele los huesos. En cuanto a lo que pueda haber de espíritu en uno, lo desmorona al primer instante, de un solo golpe en la base misma de la débil construcción. No es mucho mejor la melodía sensiblera y acuosa que ablanda el hueso y enñoñece el alma, pero en este caso se trataba de música seca y percutida en un local amplio empequeñecido por efecto de la poca luz y del mucho público. Ha sido entrar y constatarlo una vez más. Los minutos justos para despedirme como quien pierde un avión, y me he ido. No, mejor dicho: he huido. Es demasiado tarde, el daño está hecho; pero ha sido a tiempo, podía haber sido peor. Búscaré música clásica y tal vez dentro de un mes, siendo optimistas, reine otra vez la armonía.
Qué extraño magnetismo tienen algunas palabras (¿Escribí ya sobre ello o sólo pensé en hacerlo? No atribuyo esta duda a mi memoria, sino a la pereza literaria que me habita desde hace meses, sin apenas oposición por mi parte). La palabra "fiesta", por ejemplo, sigue despertando en mí una extraña y nerviosa expectación. ¿Expectación de qué? ¿Acaso no he comprobado que todos los tipos de fiesta posible que son sólo una ceremonia de venenosos excesos? Saturación de comida, azúcares, alcoholes y música tóxica de diversa índole. ¿Por qué la celebración de la vida se empeña en destruirla?

Si en lugar de un cumpleaños familiar es una cena de adultos, se añade la fantasía de un posible acercamiento a alguna bella joven. No niego que en ocasiones, y aun sin probar gota de alcohol, se produce en mí un cierto efecto de borrachera social y se me suelta la lengua, y entonces, si los astros me proporcionan encanto, quizá pueda acaparar por un tiempo la atención de mi círculo. Pero todo es vano e inconcreto.

¿Quizás aún permanezca un algo residual de antiguos boicoteos propios, un insano apego a la frustración...? No creo, uno ya ha conquistado el "Puedo". Puede haber tardado media vida (que en este momento aún es toda) en convencerse, pero un día se da cuenta: Puedo. Ese mismo día se pregunta: ¿Debo?

Entonces, en algún momento la música hace inaudible la conversación y me deja sin armas, el humo hace el aire irrespirable y tomo conciencia de que al día siguiente, justo al día siguiente, tengo que estar en perfecto estado de revista y conviene irse, que aquí no hay nada más que hacer, nada más que ver. Entre otras cosas, porque la luz se ha hecho escasa e intermitente. Así que me voy. Y terminó la fiesta y quedó en nada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno. Comme d'habitude.

alvaro dijo...

Gracias, Ide. Aunque lo habitual era la nada.

¿Te conozco?

lover dijo...

Gran texto, Alvaro. El único consuelo físico, que no metafísico, que puedo aportarte es que, tal vez, (en manos de la ministra del ramo estamos, miedo me entra sólo de pensarlo), insisto, tal vez, a partir del 1 de enero de 2011 evites el humo de la pesadilla que has descrito. Lo de la música es batalla perdida (aunque ciertos lugares del centro, comienza a ofrecerla muy muy baja, para que sus parroquianos puedan conversar sin desgañitarse). Y sobre las fantasias de lo posible, es más probable siempre, pensar que es improbable.