jueves, enero 04, 2007

UNA ENEMIGA DEL PUEBLO

Un hombre descubre un problema en las aguas de su pueblo, con el agravante de que el balneario es la principal fuente de ingresos de esa comunidad. El hombre intenta dar a conocer esta noticia, y ponerle remedio al mal, pero eso supone renunciar a un importante negocio. ¿Resultado? Vecinos, amigos e incluso familiares le intentan callar la boca, y como él se resiste, acaban considerándolo "enemigo del pueblo". El argumento es de Ibsen.

Ahora (en realidad el mes pasado, pero la cosa no parece que tenga mucha prisa) la ministra de medio ambiente suelta como si tal cosa que se podrían hacer las corridas de toros sin matar al animal (supongo que también sin banderillas ni puyas, no sé exactamente qué propone). Sé que hay opiniones en contra y que se esgrime el argumento del arte y la cultura, pero yo pienso que la mal llamada fiesta nacional (ni nos representa a todos ni tiene mucha gracia, la verdad) es una tortura a los animales. Me parece obvio. Ahora lo señala la ministra y se le echa encima todo el mundo. Y uno de los argumentos a favor de la tauromaquia es que hoy por hoy, representa una industria que mueve no sé si 2000 millones de euros o así, que se dice pronto. ¿Y Narbona nos la quiere desvirtuar e irla quitando poco a poco? Es una enemiga del pueblo. Pues yo voy a romper una lanza (o una vara, si preferís) a su favor.

Si el hombre está llamado a desarrollar su humanidad, y ésta pasa, entre otras muchas cosas, por el respeto a los animales, querer anclarnos en estas costumbres no es hacer mucho por nosotros, ¿no? A lo mejor el verdadero enemigo del pueblo es el propio pueblo.

Hace unos meses se estaba hablando de asimilar a los monos como beneficiarios de los Derechos Humanos (de los que, por cierto, no todos los humanos disfrutan) y ahora nos escandalizamos porque simplemente se piensa en la posibilidad de no matar a los toros en las plazas. ¿No es un poco contradictoria nuestra generosidad con los monos y nuestra falta de delicadeza - por llamarlo así - con los toros?

"Al que no le guste que no vaya", dice el torero. "Al que no le guste que no fume" podrían decir también los fumadores (creo que lo decían hasta el año pasado) o "al que no le guste que no mire", los partidarios de la pena de muerte... y así con tantas cosas.

A lo mejor no es que los monos sean como los hombres, sino que los hombres seguimos siendo como los monos, y por eso podemos permitirnos algunas licencias. ¿Qué torturamos a los toros? Sí, ¡pero es tan bonito...! ¡Disfrutamos tanto...! ¡Mueve tanto dinero...! Mejor no pensemos en ello y persigamos a la que nos señale nuestro error: es una enemiga del pueblo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estoy a favor de los toros, pero con una pequeña variante: que las banderillas se le claven al torero, se le den a él los puyazos y que sea el torero quien acabe muriendo.

Ja, ja, es broma. Pero a veces dan ganas de que todo se dé la vuelta.

Si al menos fuese una pelea justa, tú podrías ir con uno o con otro: con el toro o con el torero, pero es del o más injusta.

El Autor dijo...

Yo una vez asistí a una corrida en el pueblo. Allí esas cosas son sagradas. Éramos un grupo de amigos y nos dejamos llevar todos por la emoción del momento, me olvidé conscientemente de que lo que veía me repugnaba, me olvidé de que me parece cruel y me olvidé de que el entretenimiento de ver a un animal en sus últimos momentos de vida es, más que nada, un entretenimiento triste.

Una estocada mal clavada, enormes estertores de sangre por la boca y el hocico del toro, su tambaleo desconcertado y las convulsiones que precedieron a una muerte agónica hicieron que lo recordase todo de pronto. Y ese toro, al que quizá yo sólo yo recuerdo, sigue en mi mente como testigo imborrable de que eso no es deporte ni es nada.

Es una vergüenza.

Vicisitud y Sordidez dijo...

Agree, pero además me gustaría añadir que ese "negocio" resulta más bien deficitario. De hecho, en algunos ámbitos sólo subsistía con "subvenciones culturales". La propia sociedad se encarga de ir aparcando ese anacronismo.

Still, de la misma forma que como filetes de ternera, me parece sobrevalorar la estética el hecho de juzgar "cómo" muere un animal. Podría hasta rescatarse el planteamiento de que la subespecia mihura únicamente existe para la mal llamada fiesta. Su extinción, de otra forma, está más que garantizada. Y no me preocupa. Desde antes del hombre las especies se han extinguido: que en vez de deberse a otro tipo de causas su extinción la cause la conveniencia humana, me parece bien. De hecho, ¿por qué no queremos que se extingan las ballenas? Porque nos gustan: eso es conveniencia. No creo que a nadie le moleste que yo ahora pisase la última especie de un insecto chungo que repte por el suelo de mi habitación.

¡Muere, bicho asqueroso!