sábado, abril 19, 2014

NATURAL

El dibujo, lejos de alejarme de las letras, me ha vuelto más filólogo, de modo que sigo con matices de Matiz. Voy, en concreto al naturalismo de las clases con modelo, que por aquí y por allá he visto definidas indistintamente como "al natural" y "del natural", lo que me tiene loco. Queriendo concretar más, quizá la clave está en el objeto (o sujeto) sobre el que se pone el foco, de modo que puede haber una clase de "modelo al natural" y otra de "apuntes del natural" y que ambas consistan en una misma cosa, con la diferencia de que los apuntes del natural pueden ser de un modelo humano, animal, vegetal o mineral. Me queda la duda de si podría considerarse un apunte del natural la copia de un sobre de sopa Knorr (las latas Campbell sólo las he visto en pintura y, por lo que a mí respecta, bien podrían ser una invención de Warhol). En cuanto al modelaje "al natural", daría la sensación de que se trata de un discreto eufemismo para velar un término más obvio y directo - desnudo - cuya sola idea y formulación de alguna forma nos agita (en especial a los aficionados). No en vano los nudistas profesionales adoptan la etiqueta de "naturistas", seguramente porque les parece natural andar con toda su naturaleza al aire.

Pero es tanta la amplitud semántica del término natural que, de alguna manera, siempre da lugar a equívocos. Por ejemplo: ¿entraría en la categoría de "natural" este posado?


Esforzado lo fue, pobrecito mío, claro que sí, y todos lo apreciamos y se lo agradecimos, pero por más desnudo que estuviera, la postura no entraba en el repertorio habitual de nadie que yo conozca (y espero que tampoco del propio modelo), lo que iría en contra de varias de las acepciones de la palabra "natural", pues no lo es en el sentido de "serle propio a alguien, pertenecer a su naturaleza o forma de ser" ni tampoco en el de "habitual, regular, esperable".

Con las mismas (o, mejor dicho, con las contrarias), cabría preguntarse si los modelos improvisados que posan para Dibujo Madrid (www.dibujomadrid.wordpress.com) en el Retiro lo hacen "al natural" o si el hecho de que no se quiten la ropa los convierte en artificiales. Y en ese caso, ¿nuestros apuntes lo serían "del natural" o "del textil"? Nótese, por otro lado, que, puestos a relacionarnos con la naturaleza, el parque del Retiro es más natural que el local de la Guindalera, y que, por más que pueda uno aficionarse a la trementina y sentir alergia al polen, lo natural es lo segundo, y lo primero, ¡vicio! (¿os podéis creer que ahora mismo estoy buscando si tengo un frasco de aguarrás en algún rincón). 


La verdad es que cualquiera que viera a la chica recordará que se comportó de forma absolutamente natural (en el sentido de espontáneo), sin parar de hablar ni de moverse. Y al mismo tiempo, ese comportamiento tan espontáneo no nos resultó natural a ninguno (en ese otro sentido de "normal, regular, habitual"). 

Resumamos lo que hemos hablado sobre la naturaleza de lo natural. ¿Qué es natural? Por definición, es lo perteneciente a la naturaleza, de modo que un espacio natural puede ser un  pedazo de naturaleza no contaminado por la mano del hombre, pero también es aquello conforme a la propiedad de las cosas, así que también lo sería un entorno humano en el que todos se comportaran de acuerdo a sus respectivas naturalezas o formas de ser. Aunque mucho me temo que el segundo caso acabaría naturalmente en catástrofe. Catástrofe natural, claro.

O no tanto, porque, en otra acepción, "natural" es aquello que sucede comúnmente, y en este sentido, dejarnos llevar por nuestras salvajes naturalezas no es estrictamente lo más natural del mundo. Al menos, para los "naturales" (en el sentido de "nacidos en un lugar") del mundo civilizado. Visto así, es más "natural" un modelo vestido que uno desnudo, por más que el segundo tenga más relación con la naturaleza. Y por ello mismo, nos atrevemos a aconsejar a los amigos que "sean naturales" cuando los padres de su novia los inviten a comer por primera vez, confiando en que nos entiendan bien y demuestren su naturalidad- su espontaneidad, su forma natural de ser -,  como es natural - o sea, como suelen - , de forma que, intimidados por un hombre mayor de gesto adusto sobreprotector de su niñita, se pasen la comida callados mirándose los cordones de los zapatos. Corremos, no obstante, el riesgo de que nos malinterpreten y entiendan por naturalidad el presentarse en pelotas en casa de los suegros (admitámoslo, en algún lugar de nuestra turbia naturaleza, deseamos que alguien alguna vez escenifique el equívoco).

Pero, sea por lo que sea, la connotación de "natural" es positiva, aunque su aplicación sea, por lo natural, bastante redundante. ¿No les choca que exista el "zumo de naranja natural", como si pudiera haber un zumo artificial? El caso es que lo hay, pero probablemente no es que no sea natural, sino que no es zumo de naranja. Y aunque no lo encuentro en el diccionario, juraría haber escuchado la aplicación de "natural" a la temperatura de un vaso de agua (me confirman que es un uso natural de la zona de Cataluña. "Natural" como equivalente a "del tiempo" y "del tiempo" como equivalente a "templada". Ni fría del frigorífico ni pasada por un calentador. O sea, que natural es en invierno en fría y en verano caliente y, por alguna razón, en ambos casos eso es igualmente sano. Y si lo natural es el desnudo, y éste es integral, más sano todavía. Claro, porque lo integral, lo orgánico, lo ecológico, lo biológico y, en definitiva, lo "natural" siempre es sano (aunque los microbios y las infecciones estén también en la naturaleza). 

Y ahora que me detengo un momento, me pregunto: ¿es natural darle tantas vueltas a una palabra? Y todo a partir de una duda preposicional entre modelos al natural o del natural. Sea como sea, seguiré yendo con la misma naturalidad textil a las sesiones del taller Matiz (Pilar de Zaragoza, 58, www.tallerdeartematiz.com) a practicar el natural artificio del dibujo.

martes, abril 15, 2014

¡ME HAN PASADO A BOLI!

Qué regresión a la infancia ayer.

En la sesión de dibujo con modelo, Gema, una de las profes de Matiz, me dijo que dejara ya el lápiz y me animara a usar el rotulador. Estamos hablando de hacer un dibujo del natural en poses que ayer fueron de 5 minutos; de no poder borrar para corregir y obligarme a hacerlo bien a la primera o dejar para siempre la marca de los trazos equivocados; de tener confianza y arriesgarme. Qué responsabilidad. 

Aunque, por otro lado, ¿qué riesgo hay en que te salga mal un dibujo? Si en el taller no ponen notas, si jamás los compañeros nos señalamos las faltas cuando miramos los dibujos de otros, si no soy más que un mero aficionado (¡Ojo, que no lo digo por decir, que en estas sesiones compartimos espacio con profesionales).

Lo cierto es que siempre acudo con ánimo de experimentar, y en la bolsa con lápices, además del duro, el blando, la barra de grafito, la goma y el sacapuntas, llevo rotuladores fino, grueso, e incluso un pentel para dar tinta. Y, con todo eso, acabo usando un único lápiz que ni siquiera afilo y con el que termino haciendo dibujos desdibujados con un trazo grueso e impreciso que engloba tantas posibles trayectorias que cómo no acertar.


Por eso, aunque su indicación no fue una orden - ni podía serlo -, sino simple sugerencia, propuesta o empujoncito, no pude negarme. O sí que pude y no lo hice: me lancé. Ahí, todo loco. Urgido por el breve tiempo de la pose y un frenético gipsy jazz que había de música de fondo (y que, por cierto, Gema amenazó con sustituir por "El vuelo del moscardón") empecé a trazar con una autoridad prestada el lateral de la silueta de arriba abajo hasta comprobar que los pies quedaban dentro de la hoja en vertical, y al volver hacia arriba por otro lado, las distintas partes, sus tamaños, direcciones y proporción fueron casando unas con otras como por milagro hasta que toda la figura encajó. 

Pero no es de esta satisfacción de la que quería hablar, sino de esa primera, que vino en el mismo momento en que mi superiora, la autoridad allí en ese momento - sí, Gema, tú - me mostró su confianza al darme permiso para subir el siguiente escalón, haciéndome al mismo tiempo avanzar en el dibujo y retroceder en el tiempo, porque, como sugería al principio, la escena me llevó directamente al momento en que mi profesor (3º de EGB, creo; don Matías, supongo), como llevaba haciendo desde hacía días con otros compañeros, me dijo que a partir de ese momento ya podía escribir con bolígrafo. El momento de dejar el lápiz, para nosotros, era una especie de hito de fin de infancia, un rito de paso. De paso, en concreto, a boli, que es como designábamos nosotros a ese momento, llenos de ilusión y de ingenua alegría. La fortuna me ha bendecido después con buenas notas, alguna incluso en la carrera, y siempre he estado contento de llegar a casa y dar la noticia, pero nunca tanto como el día en pude exclamar "¡Me han pasado a boli!".

Y os lo cuento, aunque no os importe a nadie, porque en casa no tenía a nadie a quien gritárselo. 

Otro día hablaremos de más matices de Matiz, capital cultural de la Guindalera.