miércoles, junio 28, 2006

A POR NOSOTROS, OÉ

Define el diccionario la ilusión como "concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos". Metáfora de la vida.

Se viste la gente de un color, llevan banderas, tambores, pitos, se pintan la cara, se reúnen en un mismo lugar para hacer masa y cantar las mismas canciones, como si eso fuera a durar siempre... pero siempre termina antes de tiempo (no lo digo porque nos eliminen, pues incluso la victoria se agota en sí misma). El caso es que perdemos y, de pronto, se deshace la ilusión, desaparece el engaño, no hay razón de ser para esas caras pintadas ni esas canciones. "A por ellos, oé"... ¿A por quiénes? Ya no iremos a por nadie más. Se ve entonces la sinrazón de tanta parafernalia y pienso que, más allá de la decepción patriótica, se despierta en los aficionados un cierto sentido personal de ridículo. ¿Qué hace uno, en medio de la calle, pintado de rojo y amarillo, si su equipo ya no juega? Imagino que uno, entonces, preferiría no haberse vestido tanto con su ilusión, y pasar desapercibido ante los demás y ante sí mismo.

Cuando todo termine, ¿qué haremos con la camiseta de nuestra profesión, la bandera del dinero, la cara pintada con los colores de la familia, los cánticos de nuestros amigos o los tambores del "así soy yo"? Esas derrotas nos llegarán todas juntas cuando menos nos las esperemos, y uno tendrá que buscarse debajo de la camiseta, el maquillaje y los gritos de ánimo, y apenas tendremos unos instantes para tratar de encontrar algo. Y entonces uno desearía no haberse dedicado tanto a corear el "a por ellos", y haber practicado más el "a por mí". Nosce te ipsum.

jueves, junio 22, 2006

¿TE MOLESTA QUE FUME? PUES MIRA, SÍ.

Transcurridos unos meses desde la ley de protección al no fumador, quisiera hacer unas reflexiones. En el día a día, no he encontrado grandes cambios. Ahora trabajo en casa, quizás en las oficinas sí se note. Conste que soy partidario de que hubiera la posibilidad de habilitar salas (smoking rooms) para los fumadores a los que costara dejar su hábito. Pero en todo caso, creo que es un hábito personal y perjudicial no sólo para ellos (allá cada uno), sino para todos los que están a su alrededor. Y a esos hay que protegerlos.
Sin embargo, tanta amenaza de persecución y en el 95% de los bares lo son de fumadores. Lo entiendo, es su negocio, y muchos no-fumadores ya están acostumbrados a convivir y tolerar el humo.
Por cierto, hay una organización llamada "Fumadores por la tolerancia", en cuya página web he intentado entrar repetidas veces sin conseguirlo. Siempre me he preguntado a qué tolerancia se refieren, porque es evidente que una persona que fuma en un lugar público está obligando a todos los demás a que toleren su hábito... pero ¿qué tolerancia ofrecen ellos a cambio? ¿A qué tolerancia obliga un no-fumador?
¿Y eso del "derecho personal de cada uno"? Claro, el fumador tiene derecho a ahumarte cuando y donde quiera... ¿y el derecho de uno a que no le ahúmen?
Todo sería más fácil con educación y civismo entre todos, desde luego. A mí me da un poco de vergüenza que tenga que ser una ley la que ordene esta convivencia, pero así es. Lo más cercano a la educación que podemos ver en los fumadores es esa pregunta, que en el fondo es retórica (o si no, ¿por qué siempre se hace con el cigarrillo en una mano y el mechero en la otra?): ¿Te molesta que fume? Con eso creen que quedan como señores caballeros educadísimos, y claro, si a uno le molesta, tiene que contestar "Sí", y chafare al amigo, causarle estupor, frustración y un enojo mal disimulado. Sí, evidentemente uno queda mal si contesta que sí a la pregunta "¿te molesta que fume?". En mi opinión, lo más educado es no fumar delante de conocidos no fumadores o desconocidos de hábitos también desconocidos.
Y en cuanto a la ley, si bien creo que se han pasado en el ámbito del trabajo, al no permitir las salas de fumadores, se han quedado cortos en otras cuestiones. Fumar al aire libre no es legislable y uno siempre puede evitar ponerse al lado del que fuma, pero ¿y en los puntos de encuentro o lugares de espera donde uno debe permanecer? Hablo de las colas. La cola del autobús, la cola del cine... ¿Tiene uno que aguantar el humo del que va detrás de él? Claro, uno podría moverse... y perder el turno.
Los fumadores sienten ahora que se les acosa, pero no se dan cuenta de que hasta ahora (y siguen un poco) han sido ellos quienes han acorralado a los no fumadores con sus cigarros.
Sí, todo esto es un problema, pero lo es de los fumadores. Toda ayuda que se pueda aportar, será bienvenida, pero la solución no es aguantar los humos.
Os dejo con un poemilla que escribí al respecto en mi casa para mis amigos tabaquistas que, cómo no, les hizo mucha gracia y que, cómo sí, no les quitó la intención de fumar.

MI ÚNICO RUEGO.

Amigos que venís, y encantado os recibo,
recordad que es aquí la casa donde vivo.
Así que si fumáis, habéis de saber, pues,
que, sin querer fumar, fumaré ahora y después.

Os quiero como sois y no os quiero cambiar,
y si fumáis, fumad, no dejéis de fumar.
Ni opino sobre ello ni tampoco os ataco.
(Sólo debo decir que odio el tabaco).

Pero odio el tabaco como se odia el delito,
y al igual que al ladrón la ley le compadece,
para mí un fumador en nada desmerece.
Lo que fume, pa’ él; a mí me importa un pito.

Un amigo es amigo aun siendo fumador,
y por toser un poco no creo que me muera,
pero dejad que sueñe en un mundo mejor:
el que quiere fumar fuma muy poco, y fuera.

Deciros esto aquí resulta doloroso,
pero es que, si fumáis, yo luego después toso.
No lo pido por mí, que si quiero me aguanto,
pero otras razones a mi razón se suman,
y es que tengo también amigos que no fuman
y no quiero, si vienen, el causarles quebranto.

¿Os suena estricto?
Obrad como queráis,
que si me preguntáis
negaré haberlo escricto.

En fin, nada prohibo;
si os empeñáis me haréis un fumador pasivo
del tabaco cautivo
aun en mi propia casa.
Pero esto es lo que pasa:
que estáis en vuestra casa,
al fin, en todo caso;
y haré la vista gorda, haré como que paso.
Enfadarme por eso no sería de recibo.

Esto, pues, es lo más que puedo hilar de fino:
y creo que el respeto, al menos, compagino
con mi aversión al humo en grado sumo,
y como veis abajo muy breve lo resumo:

Si podéis no fumar,
yo lo prefiero.
Si me queréis matar,
tomad el cenicero.

Si decidís fumar a mi costa y pesar,
el caso el rizo riza,
si también además
me ensuciáis todo el suelo con la propia ceniza.

domingo, junio 11, 2006

CAMBIO DE RUMBO

Me encuentro a un conocido el viernes, un redactor de la tele con quien coincidí en un programa hace seis años. Me cuenta que ha dejado la tele, y ahora está de guardia de seguridad en el aeropuerto. Estaba harto de la incertidumbre de los programas, de tener que "trabajarse" el siguiente trabajo...y más cosas. Conozco la historia. Otro amigo también dejó el medio para coger el traslado de una papelería. Una amiga quiere hacer las oposiciones a profesora de instituto, pero si trabaja no tiene tiempo para estudiar y si no trabaja no puede vivir... Es difícil cambiar. Sobre todo, si toda tu experiencia es el mismo campo. De pronto, empezar de cero y, probablemente, ganando menos. Acertada o no su decisión, admiro en él la valentía de encarar su vida, darse cuenta de lo que no le gusta, y cambiar de rumbo pasados los cuarenta. La vida no es un laboratorio donde puedas comparar dos decisiones en dos probetas de circunstancias idénticas para ver cuál se desarrolla mejor, de modo que uno nunca sabe si acierta... pero hay personas que consiguen tener muy claro que su camino, sea cual sea, debe ser otro del que están llevando. Le pregunto: "¿Y estás bien?". Es sincero: "No, bien no, pero cuando termina mi turno me voy a casa y ya se puede hundir Barajas". Le deseo mucha suerte... y toco madera porque no se hunda el aeropuerto. Antes de separarnos, descubro la paradoja de este encuentro. "Fíjate en tu camiseta", le digo. Es una camiseta con frase que en este caso no sé a qué quiere referirse, pero por un momento resulta desafortunada. Pone "Usted no me conoce". Y precisamente yo sí que le conozco.

jueves, junio 01, 2006

COMO UNA PRESENTACIÓN DE POWER POINT

Podría cagarme en todo, como hacen las palomas en mi coche. Sí, podría, pero no lo hago. Al contrario, me siento extrañamente feliz y aliviado, como si hubiera sido bendecido con un chorro de buena suerte. ¿Quizás me he convertido, sin darme cuenta en un personaje de presentación de power point? Qué horror. A partir de ahora puedo ir de una dirección de correo a otra, repartiendo bendiciones y maldiciones a quienes continúen o interrumpan la cadena. No, decididamente no autorizo a comerciar así con mi historia. Os la cuento, no obstante.

Quienes me conocen, saben que una de mis pertenencias más queridas es un renault cinco (por el culo te la hinco) del año 1985 (por el culo te la hinco otra vez). Sí, tengo un blog y simultáneamente un coche de más de veinte años. Son las paradojas del ser humano. Para lo que lo uso no me compensa cambiarlo.

Para mañana tenía programado un ¿viaje? a Alcobendas, y se me ha ocurrido mirar qué tal seguía aparcado el coche. Hay que hacerlo de vez en cuando, por si de pronto te colocan un aviso de mudanza y, sin que te des cuenta, estás en plaza prohibida. Aparte de encontrarlo guarro como él sólo, me ha parecido ver una grieta en el parabrisas. Efectivamente, siguiendo el rastro de la raja, he llegado al centro de un impacto con su "tela de araña" alrededor y rayas en todas direcciones. Mi primer impulso ha sido no hacer nada y posponerlo todo, pretendiendo - como Dani siempre recuerda que hace Homer Simpson - que todo se resuelva por sí mismo. Pero, ¿no sería peligroso llevar así el cristal? ¿Y si se termina de romper por el camino? Había pensado incluso en pasar por un lavado automático, pero en estas condiciones me parecía temerario exponer el cristal a ningún tipo de presión. He subido a casa, he cogido la llave, he sacado el limpiacristales que llevo en el maletero y he limpiado todas las ventanas con cuidado. Después, he cogido la carpeta del seguro para ver si me cubría la luna, esperando que sí.

Pues no. Tengo lo menos que se despacha en seguros. No sólo es a terceros y nada más, sino que abajo del todo, como recochineo, te lo pone expresamente: no ha contratado incendios, robos ni lunas (así dicho, parece lógico: ¿quién iba a contratar un incendio?). En todo caso, he llamado haciéndome el tonto, por si las moscas. Lo mismo en los años que llevo con el seguro las cláusulas han cambiado a favor del cliente o qué se yo. Pues tampoco. Me han ofrecido los nombres de algunos talleres, pero yo, estando a 20 metros de un Arevalillo, y puestos a tener que pagar, he preferido no desplazarme demasiado. Hasta aquí hemos llegado al límite de mi desgracia: cristal roto, seguro que no paga y explicación de que, en las condiciones que describo, el parabrisas es irreparable y hay que cambiarlo.

Entro en el taller y pregunto: cuánto cuesta el cristal, cuánto tardan en hacerlo y si me lo pueden hacer mañana mismo. A todo que sí, pero me hacen la pregunta del millón: ¿es un renault cinco o un supercinco? Si el tamaño es el mismo, no entiendo la diferencia. Pues resulta que el cristal del renault cinco vale 120 euros porque va con goma y se pone en una hora, y el del supercinco son 255 (sólo 45 euros menos de lo que me costó el coche), porque va pegado y necesitan tres horas. El caso es que siempre he pensado que era un Supercinco, pero nunca lo he tenido claro. Ya estoy multiplicando (sí, más 40.000 pelas).

No obstante, vuelvo al coche, donde había dejado la carpeta del seguro, miro la ficha técnica y - aquí llega el giro de guión hacia el final feliz - no encuentro en ningún lugar el prefijo "super". Vuelvo al taller y lo confirmo: es renault cinco, y el cristal me va a salir barato.

No sé cómo se ha roto el cristal ni por qué, pero los accidentes ocurren. Puedo cabrearme pensando que tengo que gastarme 120 euros con los que no contaba o saltar de alegría porque me ahorro 135 de si el coche fuera un poco mejor. Puedo, además, dar gracias de que me venga en un momento en que no me supone un descalabro económico. E incluso, con las mismas, he medio negociado que me consigan un retrovisor de desguace a modo de favor, que me iba haciendo falta. Y a todo esto, la actividad y la eficacia desplegada me han dado de pronto una mayor seguridad en mí mismo; he podido manejar una situación sin agobiarme y prácticamente la he neutralizado (que todas las cosas sean como ésta, claro). Así son mis desgracias y mis accidentes: prudentes y de efectos discretitos. El universo confabula a mi favor incluso en estos casos.

No enviéis este post a nadie, que vengan aquí a verlo. Os deseo a todos mucha suerte, pero no os garantizo nada.